García consterna mi cotidiano sin disimulo. Pongo el mate, su música hierve. Me quemo,
desigual, retornando obsesivamente a una canción incontables veces. Otras, dejo correr el disco al costado de los trastos diurnos.
Temblores de esa carnadura, como si su obra brotara de allí, de ciertas tempestades de esa
territorialidad. Invento listas, palabras de convivencia en esa materialidad que pego en la
heladera, para no olvidar.
Escribo: incapturable. Hibridación que no terminará jamás, García, ni aniñado, ni juvenil, ni adulto, parece deformarse más que envejecer.
El tiempo lo mueve como un caleidoscopio y las imágenes son incómodas, demasiado cerca de mi el hedor de tanta soledad.
Cierta nocturnidad me señala el video del centauro cantando Seminare bajo la lluvia, antes y después de muchas cosas ( https://youtu.be/SskpYGyEDmU).
Voy a esa caja digital a escuchar con la retina.
Una performance lluviosa. Lo siento liberado por el agua que cae, desamarrado de lo
reseco.Mitad vestido, mitad desnudo, tan frágil. Viene a mí cruzando la pantalla, trata de
desnudarse completamente. Jamás lo logra.
Pienso, y si te desnudaras ¿Qué? ¿Qué habría terminado?
Acaso tu mano, tu gesto recurrente, ¿Imagina alguna liberación? ¿Así de fácil es la idea? ¿Así de hippie?
Pero no lo logra, entonces el desastre de existir queda intacto, como en toda su obra.
García nunca me dará alivio. Por eso amarlo siempre fue natural. Un natural desastre que ya dura décadas.
Ahora dice en mis auriculares: porque estamos en la calle de la sensación, muy lejos del sol que quema de amor.
García siempre sabe decirlo, decir cómo lo quiero.
Los ojos pintados de rojo, muy Blade Runner, pero enfermos de otra enfermedad. García no usa calcos del mundo, no recibirá visitas, engendra la muerte que lo matará.
Vive una obra, y nunca alcanza.
No hay cómo expresar la vida, por eso tironea, se enfada, se encapricha, y consume lo que lo consume.
En un rapto de inspiración se pinta las uñas, muta entre palabras y sonidos, y la visión es
dantesca.
Pero la lluvia, ay García, la lluvia siempre le hace bien.
Acaso la lluvia sea la única que pueda escuchar el gesto de lo que intenta tocar.
La lluvia en ese silencio de vivos y muertos, mientras el arroja micrófonos, comentarios ásperos, trapos, mientras busca direcciones en un escenario tan chiquito para el ansia de encontrar a alguien entre miles de personas.
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