Pagarás con usura
hasta el suspiro final
la gracia de estar vivo
Como el último judío
como el primer cristiano…
(Exilio, 1978)
Subiendo a duras penas
por un sendero del Ágora
escucho entre las piedras
″Aquí lo encerraron a Sócrates
hasta el día de su muerte″
La ley del privilegio no distingue
el bien del mal, avisa el búho
y hay un olor a tormenta que se cuela…
″Fue un preso político,
necesitaban su silencio
y la oscuridad en sus ojos″
Los búhos ven la mañana en la noche
y vuelan…
Yo pienso en mis propios compañeros
que esperan en la cárcel…
Tan rápido como el caballo alado
aquí viene a mi cabeza la Apología
que a Sócrates le brindó Platón… (como si tal
cosa fuera moco de pavo… / sabio como pocos
en la idea / que instituye la materia /
dejó al desnudo las traiciones del alma /
que tejen y destejen las criaturas humanas
en nombre del poder…)
Ahogado, me siento sobre un mármol
pulido por los viejos dioses de la infancia,
tan rencorosos siempre… en los años de los años…
Busco el aire como un simple mortal
y me pierdo en los caminos del exilio…
Los he andado en la luz y la penumbra
sin músicas… sin puertos ni navío…
Son duras las reglas del naufragio… Las cartas
se juegan a cara de perro
con la muerte / el destierro / la cárcel…
Hay que arrojar bien lejos
el pescado del ayer…
Dejo atrás las telarañas del sueño…
Soy parte del viento, su pálida colina…
y logro recordar lo que escribí en Holanda /
a orillas del río Amstel / apenas llegado…
″Más lejos no habrá un lugar para mí,
debo guardar con pudor el alma…″
Yo estaba por entonces muy lunático,
muy pasado…
Dicho en lengua simple: olía a ginebra
junto a los canales…
Y acaso así pude entender porqué Sócrates
eligió la muerte antes que el destierro de Atenas
Volviendo piedras sus preguntas
de pura gracia…
De estas cosas / Oh diosa de la Belleza,
la mismísima Afrodita (o como hoy te llames)
aún no hemos disputado suficiente
frente a las Tres Marías… o la Cruz
del Sur, que alumbran mi hemisferio…
Es tiempo que lo sepas:
Tendrás que hacerte cargo de la historia
con las manos sin guantes…
La sangre nunca es blanca…
Tampoco la lluvia pasa de largo
sin dejar huellas en los cuerpos…
Como un antiguo creyente
que sigue prendiendo velas…
Pongo a tus pies Belleza / es mi rito /
lo que escribí aquella tarde
⎯ no importa si era invierno, si caía
una nieve negra o si brillaba
de tanto oro el aire ⎯
cuando abracé a Sócrates
con el amor de un lobo
que aúlla…
Lejos de la luna que igual era
una luna recibiendo a los muertos…
Ya bajo del Templo de Erecteion / en mis ojos
quedan sus seis mujeres gigantes / de cabellera
rizada que cuelga hasta el piso…
Mis piernas están flojas / doy un paso y después
otro paso / midiendo el vacío / para no caer…
También los prisioneros dan un paso /
y otro paso por el patio de la cárcel,
para no caer…
Allá muy allá están los cielos…
Duele verlos… / la Belleza ya tumbó
sus velos…
La luz se aleja entre las nubes,
primero húmedas y ahora moradas…
Mañana prenderé un fuego…
Se trata de contar las horas / de no olvidar…
En la arena quedan nuestras máscaras…
Tristes / mustias / abandonadas…
Aquí en el Partenón la eternidad
también es fugaz…
Dura lo que dura una mirada…
Apenas un sueño…
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