Hay veces
en que la alegría
está cansada.
Y el entusiasmo
muchas veces
no se (me) enciende.
Los disfrutes padecen,
como nunca,
de intermitencias.
El ánimo se descalibra
y vive entre pantanos y honduras
donde, con esfuerzo,
la inmovilidad
se va sacudiendo.
El aire se espesa
hasta que alguna ráfaga
sacude la piel.
Pero pasa
fugaz.
(¿Será -como dice mi amigx musical- que tocaron el cosito del tiempo?)
El cuerpo duele,
los bosques,
duelen
humedales, montes,
desesperación y hambre
también
hasta el fastidio.
(¿Será que ya ni el hartazgo resulte suficiente?)
La devastación avanza
¿y si, esta vez
llegara hasta derribar
estos tics
civilizatorios?
¿y si llegara
esta vez sí
hasta animalizarnos
al menos un poco?
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