Una pila de hojas desordenadas y de distintos tamaños están ahí, al costado del teclado, ¿en su lugar?
Anotaciones de varias capas de tiempo rejuntadas.
Una receta de galletitas de avena, un programa de unas jornadas del 2016, una lista de contraseñas viejas, un mapa de Venecia, una fotocopia de DNI arrugada.
Algunos papeles están desprolijamente escritos “Salir de criterios de igualdad y derecho, identitarios y, por tanto de inclusión”, se lee.
Algunas cosas como “Alianzas insólitas, imprevisibles y sin techo”, “Disputar la crisis y empujar agendas” aparecen subrayadas.
“Tecnocracia de género” está en una mayúscula desprolija y repasada.
“Siento, existo. Le Breton”, está en verde, en una hoja doblada.
En otra hoja, chiquita dice “Capitalismo como fuerza de abstracción sin fin” y, siguiendo una flecha se lee “Abstracción hace juego con extracción”. Al lado está escrito un mail. No se entiende la letra.
Hay también, una hoja negra que tiene escrito en plateado ese poema precioso de Gelman, el de “Desconsoladamente. Des/con sol/hada/mente” .
Esta mañana se agregó, en una hoja cuadriculada y escrito en rojo “Si la herida del lenguaje nos constituye, nos apremia herir al lenguaje con rupturas y saltos de imaginarios” val flores.
Debajo de todo asoma la prueba de un fanzine “Las palabras y lo vivo”, mal impreso y al costadito, en la mitad de una hoja A4 se lee “abrir fisuras y grietas, resquicios de porvenir” y en mayúsculas, con birome negra “INCITACIONES TRANSFEMINISTAS”.
Debajo de todo, asoma un dibujo y, en violeta, con esa letra cursiva que recién despunta la primaria, un mamá lleno de corazoncitos rojos.
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