Acá estamos intentando escribir con ese tartamudeo que suena a teclas que van y vienen, se escriben y se borran, como los pensamientos que se afirman y se disuelven, mientras la pandemia sigue haciendo lo suyo.
Acá seguimos, vueltas y revueltas. Virtuales, reales, remotas y presenciales. De clases y clases. De luchas y recordatorios: Kronstadt, la Comuna de París, 24 de marzo, la Internacional feminista. Perseverancia e invenciones que a veces se contagian a otras regiones: Grecia y Alemania, ahora conmemoran el 8M, antes del 2016 no lo hacían.
Aguas de marzo que salpican los días en hábitos de un mundo que, en mucho, ya se siente pasado.
Calles de dolores, rabias, banderas, pañuelos, cánticos, redoblantes, glitter.
Anestesias, naturalizaciones, banalidades y, aún así, lo vital que en todas sus extensiones nos recuerda de los movimientos y las detenciones, de los ciclos con sus inicios y sus fines, con sus mutaciones y sus persistencias, con todas sus formas conocidas y todas aquellas por inventar.
Y entre ellas, una y muchas liebres que, de a saltos, nos traen lo desopilante de aquellas locuras que nos desatan de la normalidad vivida y también –y sobretodo- de la por venir.
V. Nicolás Koralsky, Sin titulo, 2021
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