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Foto del escritorRevista Adynata

Agarrá el martillo. Nietzsche y las crueldades invisibles / Fernando Stivala

El problema de la fuerza


No hay una sola violencia.


Cuando sólo podemos reaccionar estamos siendo dominados por poderes que están más allá del alcance de lo que podemos. El filósofo diagnostica la enfermedad de los cuerpos: estamos enfermos porque somos cuerpos reaccionarios. 


Dios ha muerto es murió la única fuerza. Es suponer que hay una única fuerza y el resto está sometida o peor: que no existe. Tomar lo que no se ve, o lo que no ocupa lugar central o de mando como que no existe es de una ingenuidad brutal.


Fuerza es toda cantidad o magnitud de poder que se define en relación a otra. Por eso siempre es plural. 


En ese sentido no hay cosa propiamente dicha. Una cosa vista con lupa es un recipiente que agrupa una cantidad x de fuerzas, instintos o pulsiones. Un esquema de multiplicidad. Daría igual según el cuerpo que estemos hablando: individual o colectivo, corporal o enunciativo, viviente o inanimado. Hay una parte que domina al resto. Si domina al resto no significa que el otro no esté ahí. No dominará esa fuerza del otro, pero existe. 


Por eso no hay cosa que no sea plural, que no tenga muchas cosas o posibilidades. Hay muchos sentidos posibles. Tantas fuerzas pueden ocupar ese cuerpo como pulsiones hay. 


Mientras esa fuerza toma a la cosa, se expresa en ella. Si la fuerza es verde, la cosa se expresa verdeada. Estamos tratando de decir que las fuerzas son expresión.


La fuerza constituye al fenómeno mismo como signo. Vemos lo que vemos del fenómeno por el modo que la fuerza se expresa en él. El fenómeno ya es un signo de la fuerza. 


Por eso una semiología. Algo que nos llamó la atención y nos hace pensar. Por ejemplo: la perplejidad actual frente a la política. Ese signo, que llama la atención y causa perplejidad, es síntoma de una fuerza. Se capta el signo y se lo trata como un síntoma. Por eso también es una sintomatología.


No hay causa-efecto. Hay algo que existe, y algo que está gobernando, proporcionándole un sentido a lo que existe. Nunca vamos a encontrar el sentido de algo si no sabemos cuál es la fuerza que se apropia de la cosa, qué la explota, qué se apodera de ella o se expresa en ella. 


La fuerza es un hecho de poder, cualquier fuerza. Es una magnitud. Que siempre pone en juego lo que ella puede. Lo propio de una fuerza es llegar a ser lo que ella puede. Llegar a ser lo que es.


La esencia es múltiple, moviente, y situacional. Una cosa tiene tanto sentido como fuerzas capaces de apoderarse de ella. Es lo que puede una fuerza y su magnitud. 


La muerte de dios es cortar con un tipo de explicación de la existencia que da seguridad, sentido y otorga valor a todo lo que vivimos. Cuando nos quedamos sin dios el mundo se nos viene abajo. Dios representa un principio de seguridad que permite organizar toda la existencia. Se viene abajo todo cuando perdemos el principio organizacional.


Las estructuras no son la última palabra de las cosas. Dios ha muerto, es todo centro de poder ha muerto. Decir que ha muerto no significa que no funcionen, que no los podamos ver, y que no tengan su eficacia. Decir ha muerto es decir que las cosas no se explican por eso, que no son ontológicamente eso, que no son la esencia o el ser de las cosas, sino que son un estado momentáneo y fijado sobre un gran caudal múltiple y variante. Estados momentáneos que pueden tener principio y fin. 


Lo que ha muerto es el principio, el fundamento, el origen, el padre, la ley, la norma, la identidad, la esencia. Ha muerto todo aquello que se coloque en un lugar fundacional. Eso viene aconteciendo todo el tiempo. Dios se muere todo el tiempo.


La genealogía nietzscheana no apunta ir hacia atrás a buscar la verdad sino ir desglosando los conceptos para demostrar que los valores ideales o sublimes tiene que ver con cuestiones viejas: bueno y malo.


El sentido es múltiple, entonces las combinaciones son infinitas. 


Filosofía a martillazos es destruyendo lo dominante. Distinto a querer mejorar lo dominante. Si no se toma distancia y quedamos ensimismados con lo que hay no se puede crear. 


No hay valor en que ampararse. Pensar es todo lo contrario.


Si en Nietzsche hay una verdad es la creación de valores nuevos.


La verdad no es ninguna instancia preexistente y objetiva a la cual tenemos que adecuarnos. Demasiado científica e ingenua esa posición. Supone que la verdad preexiste, que está ahí objetivamente operando en el mundo. Verdad clásica que nos precede. Es algo anterior a nosotros a lo cual tenemos que adaptarnos. 


Pero ojo que hay una verdad no científica sino artística. La verdad puede y debe ser creada. La verdad es efecto de prácticas, hay políticas de verdad. Está ligada a la crítica total y a la creación. 


Entonces cuando aparece una verdad tenemos que poner en juego su genealogía. Qué domina, qué no, cómo se hizo lugar, cómo se naturalizó, cómo se enquistó, con qué otras fuerzas está chocando. 


La genealogía no busca la fecha, sino cómo se tramaron las cosas, cómo se capturaron entre sí tramados de valor para dar inicio a algo.



Contraviolencia


Nietzsche llama valores superiores a llevar a fondo el paquete de potencias que vamos siendo, no es con el freno de mano, sino lo que pueden las fuerzas. Los fenómenos hay que atravesarlos, conocerlos en su despliegue. 


Pero las fuerzas no pueden no ejercer una violencia. Lo propio de una fuerza es ejercer una violencia y sufrirla. Actúa y padece. Ejerce fuerza y la recibe. Afecta y es afectada. El tema es que para Nietzsche la violencia no es igual a la destrucción. La destrucción es la aplicación de la violencia a un cuerpo, el cuerpo se destruye.


Pero la fuerza le da forma a un cuerpo por la violencia, no por la destrucción. 


Por ejemplo, en los ´70 la experiencia de la política armada fue muy fuerte y todavía estamos hablando de eso. Diego Sztulwark nos recuerda que León Rozitchner ya reflexionaba sobre la contra violencia en aquellos años. Existen por lo menos dos violencias, una violencia y una contra violencia. Ya decir una violencia se hace un acto metafísico, abstracto, trascendente, ingenuo, negacionista. Como si todos supiéramos qué hablamos cuando hablamos de violencia. Hay que verla en situación, pesar los matices y las diferencias. 


Suponer que en la Argentina no hay violencia porque hace 40 años estamos en democracia es invisibilizar la violencia naturalizada: el terror. El terror estructura esta democracia. Por ejemplo: la represión en la marcha contra la ley bases. La represión actúa para volver activar el terror que estructura esta democracia. Es una democracia de la derrota que se mantiene si los subordinados no se preguntan por eso, y no se defiende con contra violencia. 


¿Cómo hacemos contra violencia? La contra violencia no puede ser calcada de la violencia. La de la derecha es por naturaleza controladora y asesina. De eliminación de lo que no le gusta. La de Nietzsche es una contra violencia que tiene el martillo, pero no es asesina. Es de tipo resistente, defensiva, y no asesina. Entonces no es aniquiladora. Es creadora pero no creadora sin el martillo. Resistir es crear dijo alguna vez Deleuze.


¿El atentado al poderoso es terrorista? ¿Lo terrorista es matar, o elevar el asesinato a condición política? ¿Es hacer de ese hecho una categoría política deseable?


¿De dónde surge el valor para enfrentar a la fuerza oficial? ¿De una inconsciencia individual? ¿De una conciencia histórica? ¿De no dar más? ¿Qué cosa es una contra violencia hoy?


El problema es hacer de esos actos un modelo de política. La contra violencia tendría que cortar la violencia del Estado. Tiene que buscarle otra vuelta. Son diferencias que hay que restituir. No se puede hacer una historia de la violencia sin contrastar estas diferencias. 


El pasaje de la política con fusil a la política sin fusil. El pañuelo y las madres fueron el símbolo de acciones políticas sin violencia. Comenzaba otra ola de politización y los cuerpos de a poco iban ocupando los lugares y diciendo cosas que no se podían decir. Las contra narraciones. 


Los moldes intelectuales políticos no pueden sustituir los procesos de los cuerpos que se dan en ritmos distintos y de maneras sorprendentes. Se esperaba un grupo montonero y vinieron unas madres con pañuelo y la cosa se desestructuró, se volvió interesante e indecidible. 


Interesan el tipo de micros desplazamientos que se van dando. La situación cambió y no hay un grupo de conducción política capaz de compartir evaluaciones útiles. 


Entender y pensar. Pensar significa volver a pesar, volver a evaluar, a ver. Volver a pesar las fuerzas. Porque el prejuicio, que no es pensar, es suponer que eso ya está pesado. Para entender las cosas de otra manera es necesario ser de otra manera. 


El filósofo tiene que ser alguien que esté dispuesto a desplazarse. Si queremos pensar a Perón tenemos que comprender a Perón, y para eso tenemos que volvernos peronistas. Ser Perón para refutar. Dónde nos gusta ser así y dónde no nos gusta ser así. Tenemos que entender todo lo que entiende, ver todo lo que ve. Y ahí diferenciarnos. León Rozitchner escribió ´Perón: entre la sangre y el tiempo´ durante su exilio, en los últimos días del la década del ´70.


La diferencia se plantea en el acto de comprender, de entender al detalle lo otro. Si se tiene el no de entrada, el rechazo es un tipo de conocimiento muy débil. Realmente entender ese universo es sopesar cada vez (por qué tiene lo que tiene, por qué se mueve como se mueve) para desde esa comprensión marcar una diferencia. No se tiene un rechazo a priori sino un recorrido por el fenómeno. Una comprensión genuina. Y desde ahí proponer nuevas relaciones, diferenciantes.


De cerca todo es diferencia. Con lupa se ve un agrupado de fuerzas que de lejos, a lo macro, se ven como grandes repeticiones.


Deleuze dice que la repetición parece ser vista igual si se ve desde lejos, pero en lupa se desarrolla una diferencia. No hay repetición sino una rítmica que va haciendo nacer algo nuevo. Algo que aparenta lo que no es, una máscara. Lo naciente no se puede desarrollar en el mundo, lo que tiene de naciente lo tiene de camuflaje. Solo si logra madurar y reunir fuerzas en un cierto momento puede afirmar su diferencia a fondo en el mundo, y bancársela.


No hay un acto de enmascararse. No es que al rostro definido se usa una máscara. Bajo ella no hay nada, no hay verdadero. Hay nacimiento efectivo ante una forma previa, y deformaciones sucesivas hasta que aparezca otra cosa.


Visto de cerca, tratando de captar lo real en el movimiento, la repetición siempre es diferencia.



El arte complejo de la interpretación


La fuerza no viene espontáneamente con su sentido. Ese sentido también es objeto de luchas.


Las fuerzas actuales admiten ser puestas en juego de diversas maneras que todavía no conocemos. No aceptar la primera evidencia.


Interpretar es la pregunta por el sentido pero desde el punto de vista de la fuerza que lo ocupa. No hay hechos sino interpretaciones.


No es depende cómo interpretas las cosas. Interpretar es complicado porque las fuerzas son muchas. Hay rivalidad de fuerzas, complejidad, coexistencia, sucesión.


No es cualquier cosa que alguien dice, no es un parecer subjetivo. Es un arte de evaluación de las fuerzas para ver el tipo de sentido que la cosa tiene.


No hay cosa última, siempre hay fuerzas tramándose.


Los dioses están muertos, pero de risa. Al oír un dios que él era el único.


Pluralismo no es ni una esencia, ni simpleza, ni una fuerza. Mantener el sentido abierto a la pluralidad es el arte de la filosofía. Es el violento ateísmo de la filosofía. Despojar la idea de un dios.


Un dios, una fuerza, un imperio, un género, una clase, una racionalidad.


Los dioses están muertos de risa del dios único. No existe una única fuerza, por lo tanto no puede existir un único dios.


En lugar de apurarse a resolver la contradicción, también puede haber coexistencia de elementos distintos. Un arte sofisticado que tiende a ver la pluralidad, la coexistencia, y el momento.


Valorar es pesar. Una balanza con muchos platitos. No es el peso de un aspecto, sino el peso de muchos. La noción de esencia no se pierde en ello. La esencia es múltiple. La esencia es el sentido. Una cosa tiene tanto sentido como fuerzas capaces de apoderarse de ella.


El pensamiento de Nietzsche es el que trata de entender el tipo de variabilidad de los fenómenos. La diferencia entre justificar posiciones y ver la configuración de las cosas. Qué reúne con qué. Qué pesos tiene cada parte. Cuáles son los elementos de racionalidad que se despertaron y por qué están funcionando así. Eso implica un tipo de despojo de identidad muy grande.


Sino lo que hay es competencia entre sujetos por atribuirse los valores dominantes. Quién es el honesto, quién es el bueno, quién tiene los saberes. Eso no es interpretar. Es jugar el juego de quién puede representar mejor ser el candidato de cada época.


Pensar significa volver a pesar, cada vez.


La prueba del eterno retorno nietzscheana sería preguntar por el martillo. ¿Volvemos a pesar cada vez con el martillo en la mano o no? ¿Pensamos cada vez destruyendo los valores dominantes y creando nuevos, o adaptando y mejorando lo dominante?


Esa es la pregunta por la esencia.


Y no hacérsela implica un acto de crueldad naturalizado.


Interpretar mejor que ver


Ver entonces sería una percepción menos poderosa que interpretar. Quedar subyugado por la fuerza de la imagen; pero interpretar es tratar de pensar en los signos que anuncian la naturaleza de la fuerza que tomó el fenómeno. Interpretar a diferencia del mero ver es un pensar que se hace preguntas sobre si los signos que trae la imagen no son signos que permiten comprender lo que no se ve. Las fuerzas no se ven, hay que pensarlas. Enseñanza de Nietzsche-Foucault. Cuando vemos las formas, nos quedamos atrapados en lo que se ve, eso es la realidad y ya. O nos convertimos en filósofos y tratamos de leer los signos: ciertas maneras, ciertos gestos. Cuerpos y enunciados que son señales reveladoras del tipo de fuerza que está tomando y modelando esa imagen. Pero hay que pensarla, agarrar el martillo, y crear. No se ve.



Martín Köhler Revoluciones 2022 Impresión en flicée sobre papel de algodón

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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