El mundo, agujereado y en llamas, rasguña posibilidades. En los textos de Adynata Agosto asoman gratitudes, alquimias, moscas y adioses de los que, quizás, poder agarrarse. Cebras y sirenas también invitan a lecturas que podrían acompañar el goteo del día a día.
Aparecen una o varias moscas que van y vuelven. Recorren lo indecible. Lo sobrevuelan y se posan. Esquivan paletazos en los jardines de un hospital y los atraviesan, tal vez como una fuerza espesa que franquea la neblina.
Cruzan los textos compartiendo cierta minuciosidad de algunas escrituras para rodear lo vivo. Vuelan entre “nimiedades en la filigrana de palabras que no se pronuncian, por recato o por ignorancia” como nos escribe Patricia Mercado. Entre pensamientos sin ideas que “cubren el centro del que emana el sentido y que caen, uno a uno, desprendiéndose y cumpliendo su destino” como plantea Matías Rivas. O cantando Bésame mucho en el Inferno.
Chocan contra una barca de papel prendida fuego o contra un muro.
Escrituras como intentos clínicos para acompañar lo vivo.
Escrituras que se animan a un modo de ejercer los pensamientos, a un tono que busca, muchas veces, andar esquivando la exposición, la explicación, el destino apropiador del entendimiento.
Escrituras tocadas y que tocan. Estocadas fugaces, parpadeantes y veloces que requieren del entrenamiento del estar ahí, sin más.
Escrituras que se animan a gestos, a detalles que hacen a lo clínico. “A micropalabras que porfían una posibilidad” (…) hasta que “un atisbo de confianza empieza a emerger” como afirma, cimarronamente, Fer Ceballos.
Despedidas y moscas que aparecen en acciones cuando “sobreviene la necesidad de señalarla con el dedo” como nos confiesa Tomás Baquero quien se detiene, como el haiku, permitiéndose lo ordinario y lo breve que parpadea como “la luna que se refleja en un plato de sopa”. Así como Matías señala libros compadritos, de arrabal “que penetran en quien lee, sea con un puntazo artero o con un puntapié a traición” Tomi se descubre en textos que encienden las ganas de leer y, aunque afirme “no habría nada que decir”, dice. Además señala, ahora con el cuore, eso que sucede “cuando reconocemos que existen posibilidades por fuera de ese deber, aunque no sepamos cuáles.”
Aunque no sepamos cuáles. Aunque no sepamos cuáles. Aunque no sepamos cuáles.
Saber clínico que reverbera, como modulado con autotune que se atreve, provocador, a escalas que no existen. Inventando gestos para orientarnos en el presente y recordar objetos usando las manos, como nos relata la querida Sylvia Molloy.
Adynata Agosto presenta una invitación a lecturas de las que se sueltan y saltan preguntas que se hilvanan en “indicios que nos acerquen una palabra, un gesto” quizás guiada por lo imperceptible del vuelo de alguna mosca que hasta pueda posarse en algunas Cebras “y mueva la cola al compás de las moscas / y las moscas se retiren a su muerte por un rato.”
Preguntas que se deslizan por las superficies vitales “¿Cómo es que, a lo largo de los últimos dos o tres mil años, construimos la idea de humanidad?” “¿Por qué insistimos tanto y durante tanto tiempo en participar de este club de la humanidad, que la mayoría de las veces solo limita nuestra capacidad de invención, creación, existencia y libertad? ¿Será que no estamos siempre actualizando aquella vieja disposición para la servidumbre voluntaria?” nos inquieta desde una provocación devenida título: “Ideas para postergar el fin del mundo”, una de las conferencias de Ailton Krenak. La insistencia también en poéticas paridas en Trieste, de rodear las Servidumbres.
Preguntas que titilan desde algunas aulas “Profe, ¿cómo sé cuánto es mucho?, que irupcionan desde algunos hospitales ¿cómo terminar con las encerronas fatales?
Preguntas que se cuelan desde esas minúsculas decididas que comparten la palabra adiós y el nombre gonzalo sanguinetti, “¿cómo se hace un adiós?”, se trata de “¿un amorar que intenta dejar escrita la huella de lo que no se sabe, ni se aprende a decir?” “¿A eso habrá llamado Fito Páez ‘el amor después del amor tal vez’?”
Y, de pronto, una estocada: “el capitalismo que necesita que la muerte esté muerta”.
¿Será que una mosca pueda, alguna vez, cosechar tempestades, desbordar un océano? como busca la rabia de algunos corazones negros.
Adynata Agosto, intentos clínico-políticos que saben de la “conversación que por momentos no tiene palabras, pero tiene desaires, muecas, desplantes, atisbos de reciprocidad, movimientos imperceptibles que transforman la escena”.
Que saben que “Un instante fuera de sí, se revela como acción: Silencio de pantanos referenciales” y busca, aún así, acompañar eso que tantas vidas afirman “vivo abarrotada de conciencia”.
Asomos a imposibles que necesitan también "cantar, bailar, vivir la experiencia mágica de suspender el cielo es común entre muchas tradiciones".
Que porfían en probar otras ideas, otras formas de trabajo “La clínica necesita inventar la idea de una confianza barrada. Pero no como confianza escindida, sino como memoria de la asfixia de los encierros, como indicación de que siempre se necesita contar con una terceridad a la que poder apelar.”
Intentos clínico-políticos que, además, escuchan balbuceos que susurran “no parece posible despedirse definitivamente de las despedidas”, que admiten con insoportable simpleza-haiku “Se fue como quien se va” y que puede acentuarse y desviarlo todo, como la acción de despejar del carácter destructivo, con el peso efímero y contundente de sólo dos palabras, en fin:
“En fin, sensibilidades insurgentes que desafían modalidades de acompañamiento y cuidado.”
Adynata Agosto insiste en tentar estocadas, aún sabiendo que “Nombrar no quiere decir dar nombre a un hecho o mencionar con la palabra justa lo ocurrido. Nombrar significa entrar en un tembladeral. Estar ante lo que no tiene nombre. Un momento de desgarro, vacío, hundimiento.”
Tembladeral que puede tanto sacudir el vuelo de una mosca como fisurar muros.
Adynata Agosto, nuevamente, una vez más como pisada sin suelo que busca “Dar la común decisión de pensar lo que no se puede ni se sabe cómo pensar” y queda al desnudo ante una nueva estocada que arde con ternura punk y susurra endemoniadamente “Lo vivo está herido por lo vivo”.
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