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Foto del escritorRevista Adynata

Apuntes sobre fotomontaje / Grete Stern

Hace unos años la revista Idilio, de Editorial Abril, dedicó una de sus páginas a la interpretación de los sueños. La tituló: «El psicoanálisis le ayudará». Era un momento en que los conceptos de ideas psicoanalíticas penetraban en todas las capas de la sociedad, y dicha página fue recibida con agrado por el público lector, mayormente femenino.


Recuerdo que la parte literaria-interpretativa de la nueva sección estaba bajo la dirección del profesor Gino Germani, bien conocido en el ambiente universitario, que firmaba las notas con el seudónimo Richard Rest. Para la ilustración fotográfica de los sueños interpretados, la Editorial Abril solicitó mi colaboración. Yo les propuse utilizar fotomontajes.


El trabajo se desarrolló más o menos así: Germani me entregaba el texto del sueño, copia fiel en la mayoría de los casos, de una de las tantas cartas que se habían dirigido a la Editorial Abril con pedido de interpretación. A veces, antes de comenzar mi labor, conversábamos con Germani acerca de la interpretación. Por lo general ocurría que Germani me presentaba solicitudes referidas a la diagramación: que debía ser horizontal o vertical, o con un primer plano más oscuro que el fondo, o representando formas intranquilas. En otras ocasiones me señalaba que tal figura debía aparecer haciendo esto o lo otro; o insistía para que aplicara elementos florales o animales. Ahora bien, ¿qué es un fotomontaje? Una definición aproximada: la unión de diferentes fotografías ya existentes, o a tomarse con ese fin, para crear con ellas una nueva composición fotográfica. De esta manera surgen numerosas posibilidades para la composición, entre ellas la de juntar elementos inverosímiles. Por ejemplo: una mujer en traje de baño, en una sala de fiesta, guiando un elefante. Además, se pueden distorsionar las proporciones de los elementos que se utilizan en el montaje. De ese modo, no es nada difícil que un niño aparezca sentado sobre una mosca que representa un avión, volando sobre un bosque de repollos. Se puede también distorsionar la perspectiva: un hombre fotografiado desde arriba observa unas torres o árboles fotografiados desde abajo. La perspectiva distorsionada siempre dará el efecto de lo inseguro, de lo inverosímil. Conviene agregar que, en contraste, una perspectiva correcta es imprescindible para otros casos, como el del niño montado en la mosca, pues aquí la perspectiva exacta aumenta gráficamente la veracidad.


Hay varias técnicas para la realización del fotomontaje. Se pueden proyectar, por ejemplo, los elementos que lo componen directamente sobre el papel fotográfico por medio de la ampliadora; se mueve la ampliadora según el tamaño deseado; se mueve el papel que recibe la proyección según el lugar que debe ocupar la imagen; se tapan partes del negativo o del papel para que no se proyecte el negativo entero, o para dejar en el papel lugares en blanco para recibir otras proyecciones y evitar que una fotografía cubra la otra, siendo esto último a menudo el efecto buscado.


Los montajes que expongo están realizados de otra manera. Primero preparo un boceto, un dibujo a lápiz que indica la diagramación y los elementos fotográficos que compondrán el montaje. Veamos: un fondo de nubes, una playa de arena en primer plano, en la que se ve una botella de vidrio con una chica encerrada en ella. Amplío los negativos de acuerdo a este boceto. Las nubes y la playa las obtengo de negativos de mi archivo. Tomo una fotografía de la chica sentada en la posición que indica el boceto. La amplío a un tamaño que permita colocarla detrás de la botella real, de modo que produzca la impresión de que la chica está encerrada en la botella. Fotografío el conjunto y lo recorto. Luego ensayo el tono de los fondos –el cielo con nubes y la playa de arena– para que den relieve a la botella. También ensayo el tamaño de la botella respecto del fondo, probando qué tonalidad y tamaño relativos me convienen. Yo me inclino por este sistema, que me permite decidir visualmente, no intelectualmente, moviendo e intercambiando los elementos fotográficos, hasta que logro la composición que me satisface. A continuación pego las fotografías en el orden elegido. Si lo considero necesario, agrego elementos gráficos, tales como sombras, bordes subrayados, etcétera. También es útil el retoque en el montaje, agregando o suprimiendo lo que uno desea. En este caso, nos hallamos ante una combinación de elementos gráficos y fotográficos.

Los sueños de evasión Idilio nº 84 27-06-1950

Otra manera de trabajar, más complicada que la que acabo de describir, pero que produce buenos efectos de espacio, de luz y de sombra, de verosimilitud, es la siguiente: se colocan las diferentes fotografías que integran el montaje, sueltas o entre vidrios, o apoyadas en palitos o cartones, en el orden que les corresponde, como si se tratara de un escenario, si lo veo necesario, puedo dejar algunos elementos fuera de foco. Al fondo, las nubes; la playa de arena más cerca de la cámara y, al final de la playa, o entre playa y nubes, la botellita con la chica. Ninguna fotografía toca la otra. Esto da la posibilidad de producir nuevos efectos por medio de la iluminación. Finalmente, fotografío todo este escenario.


El fotomontaje se utiliza también para otros fines. Arquitectos, escultores y decoradores –particularmente los de teatro– lo emplean a menudo. Su aplicación exige un gran control de la perspectiva y de la proporción. A propósito de lo dicho, voy a contar un caso que considero interesante. Un escultor proyectó un monumento a levantarse en cierto lugar de la ciudad. Presentó la figura reducida al concurso correspondiente, y agregó un fotomontaje donde se veía la escultura ya instalada en el lugar que tenía destinado. Para realizar el fotomontaje fue necesario fotografiar primero el mencionado lugar. El escultor eligió el punto de vista, y el fotógrafo debió decir: 1) a qué altura del suelo colocar la cámara; 2) cuál debía ser la posición del sol en el momento de la toma. El fotógrafo hizo dos tomas: una donde el fondo o las partes lejanas presentaban la misma nitidez que las partes cercanas, y la segunda dejando las partes lejanas fuera de foco.


La fotografía siguiente era la del pequeño monumento. Aquí también el escultor eligió el ángulo a observar. El fotógrafo tuvo que calcular a qué altura del pequeño monumento colocar la lente de la cámara y, además, debió elegir la posición de las lámparas para que el efecto a producir se correspondiera al efecto del sol en la vista fotográfica anterior. Otra vez se hicieron dos fotografías: una con el fondo en foco, la otra con el fondo fuera de foco. Para la toma final no se pegó la fotografía del monumento sobre la foto de la ciudad, sino que se la colocó frente a la misma, obteniendo así un gran efecto de volumen.


También se utiliza el fotomontaje para fines de propaganda publicitaria. En la actualidad, con menos intensidad que hace diez o quince años. Pero siempre es interesante para la realización de tapas de libros, avisos y afiches. Fuera del catálogo presento aquí algunos trabajos míos realizados para propaganda publicitaria.


En una librería vi, días pasados, un libro que recomienda y explica la aplicación del fotomontaje. Pude observar algunos montajes poco comunes: la combinación de diferentes partes de caras distintas logrando expresiones insólitas. Para el trabajo de montaje es sumamente útil contar con una amplia colección de revistas. Ver muchas fotografías abre campo a las sugerencias y estimula las ideas.


Cuando el fotomontaje se destina a una publicación debemos tomar la precaución de no utilizar caras o figuras de personas sin su autorización. Cierta vez, en un montaje para Editorial Abril, mostré la cara de una chica que se observa la mano. Cada dedo de la misma era reemplazado por la figura de un hombre diferente. Para este trabajo utilicé figuras de modelos de mi archivo cuya conformidad tenía asegurada. Pero me faltaba la figura de un hombre para el pulgar: debía ser bajo, gordo, sin sombrero. Me acordé de una fotografía de un grupo de obreros que había tomado años atrás. Allí estaba el que cubría las características buscadas. Pegué su fotografía sobre el pulgar y entregué el trabajo. Días después de aparecer la revista la editorial me informó que una señora viuda, muy ofendida, se había presentado preguntando dónde obtuvieron la fotografía de su difunto esposo –que era el del pulgar– y quién había autorizado su reproducción. Expliqué los pormenores del caso a las autoridades de Abril y éstas dieron mi nombre y número de teléfono a la señora. Yo estaba dispuesta a asumir las responsabilidades de una situación un tanto imprevista, pero la señora nunca se presentó.


No fueron los fotógrafos los primeros que hicieron de este juego con las fotografías un medio gráfico mundialmente reconocido, sino los artistas plásticos que integraban los movimientos Dadá y Surrealismo. Ellos descubrieron en la fotografía un elemento nuevo y distinto para la realización de sus composiciones en combinación con el dibujo y con la pintura.


El Dadaísmo fue un movimiento artístico que se creó en Zúrich, Suiza, a comienzos de 1919, es decir, apenas finalizada la Primera Guerra Mundial. Artistas jóvenes, plásticos y escritores de varios países europeos se reunían diariamente en un cabaret de nombre Voltaire. Todos se oponían a la guerra y al nacionalismo e invitaban a artistas de todas las corrientes y al público a participar ofreciendo sugerencias y formulando planteamientos. Entre los primeros figuraron Picasso y Marinetti. En verdad, el Dadaísmo se presentó en contra de todos los ismos existentes: cubismo, futurismo, expresionismo, etcétera. Tenía la intención de inquietar al público. Y este propósito se logró ampliamente. En el cabaret se hicieron presentaciones tan extrañas, tan excéntricas, que produjeron en el público reacciones de gran violencia.


En Berlín el Dadaísmo tenía un tono más político. Huelsenbeck, conocido líder de Dadá, era comisionado de las Bellas Artes de la Revolución Alemana. Otros colaboradores de renombre internacional eran George Grosz, extraordinario dibujante, o John Heartfield, que utilizó el fotomontaje para las tapas de los libros de su editorial Malik y aplicó una tipografía arbitraria en los afiches que contenían declaraciones políticas. Otro era Kurt Schwitters, pintor, dibujante y poeta, no comprometido políticamente. Escribió largas poesías compuestas sólo de sonidos, que él mismo recitaba cantando, gritando, silbando y bailando alrededor de una estatua en una galería de arte de Hannover, donde vivía. Todo esto se parecía a las presentaciones que se efectuaban en Zúrich y es, a cincuenta años de distancia, el antecedente directo de lo que hoy se da en llamar «happening». Schwitters hizo montajes utilizando fotografías, papelitos, botones o cualquier otro objeto que encontrara en sus paseos.


El fotógrafo Man Ray pertenecía a Dadá. Era norteamericano, pero fijó su residencia en París. Presentó los rayogramas, que eran fotografías sin cámara, esto es, juegos de luces y de sombras de objetos sobre material negativo y positivo.


En 1924, poetas y artistas plásticos –gente joven, todos ellos, entre los que se contaban algunos adolescentes– fundaron el movimiento Surrealista, que puede entenderse como una continuación de Dadá, con mayor importancia y gravitación en lo que hace a su influencia, a sus exigencias y, en consecuencia, a lo que realizó. Nombraré algunos de los más conocidos artistas plásticos del Surrealismo: Dalí, Tanguy, Magritte. Y otra vez, el fotógrafo Man Ray. Uno de sus montajes más difundidos es aquel que representa los hermosos labios de una mujer en un cielo cubierto de pequeñas nubes, sobre un paisaje oscuro, neutro. Lo llamó À l’heure de l’observatoire les Amoureux (En la hora del observatorio los amantes). Un detalle a subrayar: el título de un fotomontaje juega siempre un papel muy importante.


André Breton, jefe del Surrealismo, dijo en una declaración del movimiento: «Para mí la imagen más fuerte es la que presenta el mayor grado de arbitrariedad». Una interpretación de estas palabras sería la que sigue: en Dadá y en el Surrealismo se hacen presente restos del Romanticismo del siglo pasado, junto al rechazo de todo lo conocido y a una enorme valoración de la invención. Hoy estamos viviendo en la era de los inventos, de los platos voladores, de las máquinas que reemplazan al hombre en sus labores habituales, y otras cosas que nadie hubiera creído posible en 1930.


Un año antes del nacimiento del Surrealismo, en Alemania surgía otro movimiento, que se llamó Die neue Sacalichkeit (La Nueva Objetividad), que buscó la presentación de la imagen objetiva, contra todo sentimentalismo. En efecto, la fotografía puede ofrecer la representación objetiva de una cosa, especialmente si la muestra sin ambiente. Muchos artistas Dadá hicieron autorretratos combinando la objetividad de una fotografía recortada con el gesto romántico-inventivo personal. En una obra que se llama Máscara para insultar a los estetas, se ve medio cuerpo de mujer, el vestido escotado adornado con una rosa, el óvalo de la cara cubierto con un montaje de fotografías y de recortes de diarios.


Para terminar voy a describir los anuncios –fotomontajes– reproducidos en un libro dedicado a Dadá y al Surrealismo. El primer anuncio es del año 1906, de una revista inglesa, realizado con evidente ingenuidad. Se ve una multitud de hombres y mujeres bien vestidos y, en el fondo, una fábrica con sus correspondientes chimeneas. En el cielo gris, planeando sobre todo el conjunto, un corsé con ligas, tal como lo usaban las mujeres de aquel tiempo. Al pie se lee: Party in the garden of the Royal Corset Company (Fiesta en el jardín de la real compañía para corsés). El otro anuncio es del año 1936, de una revista para ropa femenina. Está presentado con habilidad publicitaria. Se ve un óvalo de cara, cortado de tela lisa; hilos de lana de tejer forman el cabello; dos botones en lugar de los ojos; otro hilo simula la nariz, y un pequeño cierre relámpago semiabierto es la boca. La leyenda dice: Most slide fasteners suffer from exposure. La traducción no es fácil, pues da lugar a una doble interpretación. Puede significar que la mayoría de los cierres relámpagos quedan abiertos, o que los muy «vivos» sufren, precisamente, por ser demasiado «vivos».


Discutir si la fotografía es un arte o no me parece un malgastar el tiempo, porque el terreno de las definiciones es infinito, trillado y controvertido, y ninguna definición podrá negar la importancia que tiene la fotografía en la vida social, política y expresiva del hombre de hoy.


Para mí, en todo caso, la fotografía es un medio con el que me expreso y que requiere, como afirma Julio Cortázar en su cuento Las babas del diablo, que se posea «disciplina, educación estética y dedos seguros».




Fuente: Texto leído en el Foto Club Argentino, Buenos Aires, septiembre 1967, y publicado en la revista Fotomundo, número 310, Buenos Aires, febrero 1994.


Verónica Scardamaglia (2024) She Grete. Montaje fotográfico

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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