Estar en la calle
como en una fiesta,
como en un entierro.
Vivir la calle
con el vértigo de esconderse abajo de un techo
en plena tormenta de perdigones.
Andar la calle
como río que canaliza la furia.
Encontrar esos abrazos que hacen chispear y arder
que de tantos años de chispear y arder
esperan quemar
alguna vez
las banderas que nos someten.
Quedarse en la calle
como engranajes de una máquina histórica
que revoluciona nuestras entrañas sedientas
de justicia.
Disfrutar la calle
con vientos que arrebatan panfletos caducos,
con redoblantes,
gritos hechos canción,
con puños enfurecidos
por la muerte.
Okupar la calle
llena de pañuelos que dejan huella
y seguir sus pasos
con pies jóvenes y verdes
que irán a buscar
a dónde vayan
a los serviles.
Estar en la calle
como un aerosol que mancha de rojo
la falsedad de una patria,
como una piedra que se arroja
contra la moral de un casco,
como un limón dando bocanadas de aire
contra los gases,
como un paliacate que envuelve un rostro
en Palestina, Curitiba, Plaza de Mayo,
Grecia, Chicago, Plaza Mayor.
Sentir los dientes, la garganta
apretada,
el corazón hundido,
el dolor
en los pies
y seguir marchando.
Caminar la calle entre susurros
que dicen
fue el Estado
vivos se los llevaron
luche y vuelve
que se vayan todos
fue gendarmería
yo te creo, hermana
ahora y siempre
dónde está Santiago
Tehuel sigue desaparecidx
no les tenemos miedo.
Y cada vez que exista otra injusticia
encontrarnos en las calles
sin resignarnos a entender
nunca
cómo es que no les alcanza,
cómo es que no les importa
que toda esta sangre
se siga derramando.
Fuente: Scardamaglia, Verónica Mar de hormigas (2020) escrito en pleno macrismo.
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