II
La pertenencia a un campo de pensamiento no es arbitraria. No se pertenece a cualquier cosa ni de cualquier manera. Tanto las cosas como las maneras van siendo esas y no otras, por lo menos, no caprichosamente otras. Dicho de distinta forma: no se está incluido en un pensamiento a voluntad, es más, a menudo se lo hace contra la voluntad, cuando ésta ha comenzado a evaporarse y la conciencia da paso a sus fallos y grietas, es decir, a las verdades que la van determinando a través de un complejo proceso.
Procesar es captar que la voluntad y la conciencia son tales cuando rehúyen su inmediatez hacia la red de sus constituyentes, cuando dejan de tomarse como “facultades” o “meras fuerzas de imposición”.
Así fueron consideradas una y otra, tanto en la “psicología de las facultades” (que facultaba para dar luminosidad a todo), como en la “psicología de la voluntad” (que llegó a situarla en la naturaleza misma de las cosas). De ahí que una pertenencia no pueda ser satisfactoriamente puesta de relieve por una “teoría de la luz” –focal en el caso de la conciencia–, ni por una “teoría dinámica”–de la voluntad; más tarde, históricamente, centrada en la noción de motor y motor a explosión-. La pertenencia requiere, por el contrario, el fino hilo de la tradición y su entramado. Que la tradición se teja, que sea un tejido de tiempo, no es sólo una feliz metáfora. Ya retomaré esa dimensión lanzada, desde un futuro imperfecto –que estamos siendo– hacia nosotros.
Fuente: Algunas condiciones básicas para interpelar la problemática del pensamiento –Coda lunga–. En Elogio del pensamiento. EPBCN, Barcelona, 2015. La Cebra, Adrogué, 2015.
Trabajo de selección a cargo de Gabriela Cardaci.
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