III
En la lógica temprana y en las lógicas más tardías, casi todas ellas de carácter matemático o matematizable, el concepto –y más vastamente el pensamiento, sus componentes– ha sido confundido con la proposición, y básicamente con la proposición lógico-gramatical, cuya estructura se redujo (aunque luego tal reducción sea objetada en el mismo ámbito de la lógica formal) a sujeto y predicado. De ahí que la gramática oracional fuera tomada como la operación racional por excelencia, y que en ella se confundiera lo racional con el pensamiento mismo; por eso la gramática de Port Royal se denominó “Art de penser”. Así, poco a poco, fue reinando en el corazón del concepto la cortesanía de la proposición, hasta declarar los propios cortesanos que los conceptos son “proposiciones carentes de sentido”.
En adelante me referiré básicamente al grueso del empirismo lógico y, en absoluto, a las diversas lógicas formales, cuyas contribuciones son relevantes para el desarrollo operativo del conocimiento en general. Por otro lado aludo, también, al furor formalizante (no a los modos de formalización que son algo muy diferente en manos idóneas) que intentó dominar –1940, 1960, son algunos datos indicativos– ciertas disciplinas y regir el disciplinamiento del pensamiento mismo; voces de mando que se actualizan, irónicamente, en la médula de una práctica que se creía emancipadora.
Existe un famoso (célebre por lo celebrado, no por sus cualidades) opúsculo de R. Carnap llamado La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje, donde se pretende dar cuenta del sinsentido de los conceptos, denominados con cierto uso y abuso, “metafísicos”. El libelo hizo época, sobre todo por lo que intentaba des-hacer.
Estos embates reaparecen periódicamente.
Cuando Carnap analiza –según él– proposiciones como “la nada nadea”, “el verde verdea” o “el mundo mundea”, que transitan desde los estoicos a Heidegger, retacea sus propias estrategias que consisten en negar el proceso de constitución de las mismas ciencias, es decir, re-negar de la importación, la traducción y la suposición. Toda ciencia maneja estos plegamientos. Ni la lógica, en algunas de sus ramas, ni las matemáticas van totalmente a la zaga, sea en las matemáticas puras o en las aplicadas.
Se importa quiere decir que eso que es traído al campo específico importa, es importante para él. No se importa cualquier cosa, sino aquello que pone en juego una función (por ejemplo la transmisión, un modo de intervención, etc.), y las transformaciones que se dan en el campo específico.
Hay traducción quiere decir, en primer término, imposibilidad, descreencia. Que traducir sea “imposible” indica, ante todo, que hay un proceso inconsciente, y que éste, como el asunto de la traducción, no puede colmarse, agotarse en ningún lado, ni en ningún régimen establecido. Y, también, en la traducción se descree que al pasar de un plano a otro de una lengua a otra, de una variedad a otra, que exista una analogía o una semejanza ciegas. Si se diera alguna creencia sería –y en el campo del pensamiento es así– que al traducir se amplían las diferencias, pero se consolida el intercambio y los interlocutores no previstos, lo cual no es poco, a pesar de ser insuficiente. Además hay una serie de aspectos que juegan en la traducción (p. ej. la memoria, la deuda entre el original y la traducción, el contrato, el testimonio, etc.) que sólo quedaran en reserva para otra ocasión.
Implica constante suposición [1] quiere decir que el punto de partida es siempre, y por lo menos, dos, entre dos, que no hay discurso único, unificado, sino en devenir, diseminado.
Ahora bien, retomando a medias, esas críticas ignoran sus mismos procedimientos, o sea: la tensión que las modula, pues “lo que puedo decir no lo puedo mostrar, y lo que puedo mostrar no lo puedo decir” como señalaba Wittgenstein. Es decir, ignoran que lo cierto de sus certezas es lo que está en cuestión y no el ajuste de cuentas que cree ejercer con destreza, aunque esta no les falte, es más, hay un exceso de habilidades sin pensamiento efectivo. Una serie de procedimientos reglados, un conjunto de recursos técnicos, cuya finalidad inconsciente es resistir todo lo posible a un acceso, a las verdaderas sendas, que un camino de pensamiento requiere para circular por él.
[1] Debo extenderme un poco sobre el particular, ya que el término se reiterará en el escrito. La idea de suposición, aquí, es tomada difiriendo de la clásica separación entre presupuestos objetivos, o conceptos supuestos por un determinado concepto, y presupuestos subjetivos o anclados en sentimientos en lugar de hacerlo en conceptos. Por el contrario la suposición no juega en ninguno de los dos polos, sino entre ambos; entre imprescindible para evitar toda polarización. No se trata de ningún juego preposicional. Ello apunta a una distinción que estimo básica y desaparece en casi todos los escritos. Cuando digo: “Cortázar escribió…” estoy nombrando (suposición formal) la entidad de nombre Cortázar. En cambio cuando digo que Cortázar tiene tres sílabas (suposición material) sólo me refiero al nombre “Cortázar”. Esto permite despejar equívocos y agregar una distinción importante. El equívoco: el entre despeja la cuestión bizantina de si el pensamiento tuvo un principio o comienza en tal o cual etapa y asuntos similares. La distinción a tener en cuenta: en el primer ejemplo el patronímico se usa (en esto ancla el sentido común) y en el segundo se menciona, fuera del campo que parece “lo mejor repartido”. El entre opera en una dimensión que promueve e ignora a la vez a ambos, modificando y alterando la división de territorios. Fuente: Algunas condiciones básicas para interpelar la problemática del pensamiento –Coda lunga–. En Elogio del pensamiento. EPBCN, Barcelona, 2015. La Cebra, Adrogué, 2015.
Trabajo de selección a cargo de Gabriela Cardaci.
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