Racionalidades epidemiológicas y urgencias sanitarias miden resultados poblacionales: se necesita vacunar a la mayor cantidad de gente en el menor tiempo posible.
Pero fragilidades que acuden para protegerse del virus cuentan cuándo las llaman, cómo las atienden, el color de ojos de la muchacha que les pregunta el nombre, la voz de la enfermera que las recibe con una mascarilla celeste, la sonrisa del joven de la organización que les ofrece una silla.
Fragilidades que acuden al acto de cuidado estatal se emocionan y se sacan fotos de felicidad.
Una población se compone de un número contable de habitantes y, también, de un número innumerable de excepcionalidades que solicitan miradas, gestos, ternuras, palabras, tiempo.
El encanto clínico de lo público consiste en que cada habitante sienta, a la vez, el derecho a una vacuna y a la excepcionalidad.
El encanto clínico de lo público reside en que cada existencia única se sienta tratada como una muy importante persona.
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