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Foto del escritorRevista Adynata

Gestos del cuerpo, escribiendo para idear / Gloria Anzaldúa

Cuando escribo de noche, soy consciente de la luna, Coyolxauhqui, flotando sobre mi casa. La imagino muerta y decapitada, una cabeza con los párpados cerrados. Pero luego sus ojos se abren y la miro dar luz a los lugares oscuros, la veo iluminarlos. Escribir es un proceso de descubrimiento y de percepción que produce saberes y conocimiento. A menudo soy llevada por el impulso de escribir algo, por el deseo y la urgencia de comunicar, de dar sentido, de que las cosas tengan sentido, de crearme a mí misma a través de este acto productor de conocimiento. Llamo a este impulso “la imperativa Coyolxauhqui”: una lucha por reconstruirse a una misma y sanar los sustos productos de heridas, traumas, racismo y otros actos de violación que hacen pedazos nuestras almas, nos dividen, disuelven nuestras energías y nos acechan. La imperativa Coyolxauhqui es el acto de convocar a que vuelvan esas partes de una misma, esas partes del alma que se han dispersado o perdido, es el acto de duelar las pérdidas que nos acechan. La bestia sombra y su ayudante desconocimientos (la ignorancia que cultivamos en orden de permanecer irresponsables y alejarnos del conocimiento), están tenazmente aferrados a nosotrxs. Lidiar con la falta de coherencia y estabilidad en la vida, así como el aumento de las tensiones y conflictos, me motivan para procesar la lucha. La aguda angustia mental, emocional y espiritual me motiva para escribir mi/nuestras experiencias. Más que eso, mis aspiraciones hacia la integración mantienen mi cordura, una cuestión de vida y muerte. Lidiar con (des)conocimientos, con lo que no quiero saber, abrir y cerrar mis ojos y oídos a las realidades culturales, expandir mi consciencia y mi percepción, o rehusarme a hacerlo, a veces, resulta en el descubrimiento de la sombra positiva: aspectos ocultos de mí y del mundo. Cada molestia es un grano de arena en la ostra de la imaginación. A veces, lo que se acumula alrededor de una molestia o una herida, produce una perla de gran revelación, una teoría.


Estoy en constante lucha con mis propias formas de producción cultural y con el rol que juego como artista. Al espacio donde doy esta lucha con mis creaciones lo llamo “nepantla”. Nepantla es el lugar donde mis códigos personales y culturales se chocan, donde me enfrento a lo que el mundo dicta, donde estos distintos mundos se fusionan en mi escritura. Soy consciente de varios nepantlas – lingüístico, geográfico, de género, sexual, histórico, cultural, político y social- cuando escribo. Nepantla es el punto de contacto y el lugar entre mundos, entre la existencia física e imaginaria, entre las realidades ordinarias y no-ordinarias (espirituales). Estas cuestiones de nepantla automáticamente se infunden en mi escritura: no tengo que lidiar yo misma con estos puntos particulares; estos nepantlas me habitan e inevitablemente emergen en cualquier cosa que esté escribiendo. Nepantlas son lugares de constante tensión, donde las piezas ausentes o perdidas pueden ser convocadas a volver, donde la transformación y la sanación son posibles, donde la totalidad se mantiene fuera de alcance, pero parece posible.


Escribo para “idear” –como se dice en español: “para formar o concebir una idea, desarrollar una teoría, inventar e imaginar”.


Mi trabajo es cuestionar, afectar y cambiar los paradigmas que gobiernan las nociones prevalentes de realidad, identidad, creatividad, activismo, espiritualidad, raza, género, clase y sexualidad. Para desarrollar una epistemología de la imaginación, una psicología de la imagen, he construido mi propio sistema simbólico. Mientras intento crear nuevos marcos epistemológicos, reflexiono constantemente sobre la actividad de idear. El deseo o la necesidad de compartir el proceso de “seguimiento” de las imágenes y la creación de “historias” y teorías me motivan para escribir este texto.


Existen pocos precedentes sobre las relaciones directas de lxs artistas con sus imágenes. Hay muy poca investigación directa, personal y artística, así que tuve que implicarme en mis propias experiencias y construir mis propias fórmulas. Intento dar testimonio de mi propio proceso y conciencia de escritora chicana. Soy la que escribe y se escribe. Últimamente es el escribir que me escribe. Me creo a mí misma en lo que “leo” y en lo que “hablo”. La escritura es donde cuestiono la realidad, la identidad, el lenguaje y las representaciones de la cultura dominante y de dominación ideológica.


Utilizando un enfoque multidisciplinario y un formato “narrativo”, teorizo sobre las luchas propias y ajenas por la representatividad, la identidad, la propia inscripción y las expresiones creativas. Cuando “me hablo” en escrituras creativas y teóricas, estoy constantemente cambiando de posición –lo cual implica considerar remolinos ideológicos, disonancias culturales y la convergencia de mundos rivales. Significa tratar con el hecho de que yo, como la mayoría de las personas, habito en diferentes culturas y, al cruzar a otros mundos, giro hacia o me alejo de las perspectivas de cada uno; significa vivir en espacios liminales, en nepantlas. Focalizándome en la experiencia e identidad chicana/mestiza (mexicana tejana) en distintos ejes –escritora/artista, intelectual, académica, profesora, mujer, chicana, feminista, lesbiana, de clase trabajadora- intento analizar, describir y recrear estos desplazamientos identitarios. Hablar desde geografías de distintos “países” me vuelve una hablante privilegiada. “Hablo en lenguas” –entiendo los lenguajes, las emociones, los pensamientos y fantasías de las varias sub-personalidades que me habitan y los varios suelos desde donde hablan. Para hacerlo, debo descifrar cuál persona (yo, ella, vos, nosotrxs, ellxs), qué tiempo (presente, pasado, futuro), qué lenguaje y registro, desde qué voz o estilo hablar. La formación de la identidad (que implica “leerse” y “escribirse” a una misma y al mundo) es un proceso alquímico que sintetiza dualidades, contradicciones y perspectivas desde estos diferentes yoes y mundos.


En estas auto-etnografías soy a la vez observadora y participante –simultáneamente me miro a mí misma como objeto y sujeto. En un abrir y cerrar de ojos, desdibujo las fronteras entre sujeto y objeto, de clase o género, entre otras. Mi postura metodológica emerge en el proceso de escritura, y así también mi teoría. Trato a todos mis trabajos, incluidos estos capítulos, como ficción o poesía.


Al formular nuevas formas de conocer, nuevos objetos de conocimiento, nuevas perspectivas y nuevos ordenamientos de las experiencias, lidio, casi inconscientemente, con una nueva metodología –una que espero no reafirme los modos predominantes. Llego a saber cómo “leer” y “escribir”; llego al saber y al conocimiento a través de imágenes e “historias”. Uso varios formatos narrativos consistentes con las experiencias sobre las que reflexiono, y uso cualquier lenguaje y estilo que se corresponda con la forma en que trabajo. Creo que la meditación y la percepción consciente sobre la significación de la imagen promueve (y no obstruye), en mí, su creadora, y en usted, su lectorx/intérprete/co-creadorx, la producción de la obra. Obtengo marcos de referencia a través de teorizar experiencias cotidianas, al permitirle a las imágenes que me hablen a mí y a través de mí, imaginando mis caminos a través de las imágenes y siguiéndolas a sus profundos cenotes, dialogando con ellas, y traduciendo lo que he vislumbrado. A veces la sombra bloquea este proceso y domina mi conducta, haciendo este proceso doloroso.


No puedo usar el lenguaje tradicional para describir, referirme o contener las nuevas subjetividades. Usando métodos primarios de presentación (auto-historia) antes que métodos secundarios (interpretar las concepciones de otras personas), reflexiono sobre los aspectos psicológicos/metodológicos de mi propia expresión. Examino mis heridas, toco mis cicatrices, mapeo la naturaleza de mis conflictos, canturreo a las musas que persuado para inspirarme, me arrastro en la forma que toma la sombra, y trato de hablarles.


Los métodos tienen supuestos subyacentes, posiciones teóricas implícitas y premisas básicas. Hay dos puntos de vista: el perceptual, que tiene una realidad literal; y el imaginario, que tiene una realidad psíquica. Al elaborar imágenes en historias (la historia que cuento sobre las imágenes) uso pensamiento imaginativo, empleo una consciencia imaginativa. Me guía el espíritu de la imagen. Mi naguala (daimon o espíritu guía) es una sensibilidad interna que guía mi vida –una imagen, una acción, o una experiencia interna. Mi imaginación y mi naguala están conectadas, son aspectos del mismo proceso, de la creatividad. A menudo mi naguala me lleva hacia cosas que son contrarias a mi voluntad y a mi propósito (compulsiones, adicciones, negatividades), y resulta en un impasse angustiante. Sobrellevar estos impasses es parte del proceso. Este modo de percepción es un tipo de pensamiento mágico: lee lo que sucede en el mundo exterior en términos de mis intensiones e intereses personales. Usa los acontecimientos externos para dar sentido a mi propia creación de mito. El pensamiento mágico no es valorado tradicionalmente en la escritura académica.


Mi texto es sobre la imaginación (la facultad de la psique para crear imágenes, el poder de producir ficción o historias, películas internas como la holocubierta de Star Trek), sobre la “imaginación activa”, ensueños (soñar despiertx), y sobre la interacción consciente entre éstos. Estamos conectadxs con el cenote a través del árbol de la vida, individual y colectivo, y nuestras imágenes y ensueños emergen de esa conexión, desde el ser-en-comunidad (interior, espiritual, natural/animal, racial/étnica, de intereses, vecindario, ciudad, nación, planeta, galaxia y universos desconocidos). Uso soñar o ensueños (hacer imágenes) para darme cuenta de lo que está mal, predecir eventos actuales o futuros; y establecer conexiones ocultas, desconocidas, entre la experiencia de vida y la teoría. Este texto es sobre los momentos de sufrimiento que disparan pensamientos, reflexiones y contemplaciones imaginativas. Se enfrenta indirectamente con los símbolos con los que asocio ciertas experiencias y procesos arquetipales:


Los pensamientos pasan como ondas a través de su cuerpo, haciendo que un músculo se tense por aquí, se afloje por allá. Todo pasa por la piel, los ojos, los oídos. Ella experimenta la realidad físicamente. No existe una acción por fuera de lo físico. Toda acción es el resultado de una decisión, de un conflicto interno, una lucha, resolución o estancamiento. El cuerpo siempre refleja actividad interior. “Espanto” en Los sueños de la Prieta.

Para mí, escribir es un gesto del cuerpo, un gesto de creatividad, un trabajo de adentro hacia afuera. Mi feminismo se basa en realidades corporales, no en abstracciones incorpóreas. El cuerpo material es el centro, y es central. El cuerpo es la base del pensamiento. El cuerpo es texto. Escribir no se trata de estar en tu cabeza; se trata de estar en tu cuerpo. El cuerpo responde física, emocional e intelectualmente a estímulos internos y externos, y el escribir guarda, ordena y teoriza estas respuestas. Para mí, el escribir comienza con el impulso de superar barreras, dar forma a ideas, en imágenes y palabras que viajen por el cuerpo y hagan eco en la mente, creando algo que antes no existía. El proceso de escritura es el mismo proceso misterioso que usamos para hacer el mundo.


Hay una diferencia entre hablar con las imágenes/historias y hablar sobre ellas. En este texto pretendo hablar con las imágenes/historias, meterme en el proceso creativo y espiritual, y con sus aspectos rituales. Al promover la relación entre ciertas imágenes y conceptos y mi propia experiencia y psique, fusiono narrativas personales con discursos teóricos, viñetas autobiográficas y prosa teórica. Creo un género híbrido, un nuevo modo discursivo, al que llamo “auto-historia” y “autohistoria-teoría”. Conectando experiencias personales con realidades sociales, obtengo auto-historia, y teorizando sobre esta actividad, desemboco en autohistoria-teoría. Esta es una forma de inventar y producir conocimiento, sentido, e identidad a través de auto-inscripciones. Al hacer ciertas experiencias personales el objeto de este estudio, borro también las fronteras entre lo público y lo privado.


Al escribir este libro, tuve que descifrar cómo imaginar/crear/descubrir ciertos conceptos/teorías, cómo darle forma a cada ensayo, su estructura y diseño –en otras palabras, tuve que mapear el universo de cada ensayo, despejar su terreno. Hago estos descubrimientos mientras escribo, y no antes. Descubro y libero la energía que da forma a cada trabajo, descubro sus premisas, argumentos y contra-argumentos, ideas principales y su arco narrativo. Rastreo aquello que subyace a la idea original, sigo hasta su punto de inflexión, su dinámica emocional y la conexión entre sus partes. Trato a cada ensayo como si fuera una historia, con antagonismo, diálogo, crisis, clímax, resolución y poética. Considero varios aspectos de un borrador: su técnica narrativa, el uso del lenguaje –cuándo es necesario el uso del español, cuando el uso de lenguaje teórico es pertinente o el uso de lenguaje coloquial es apropiado.


No escribo desde una posición disciplinaria única. Escribo desde afuera de una lengua oficial teórica o filosófica. La mía es una lucha por el reconocimiento y legitimidad de aquellxs excluidxs, especialmente mujeres, personas de color, queers y otredades. Organizo y ordeno estas ideas como “historias”. Creo que es a través de la narrativa que terminás de entenderte y conocerte, y que el mundo cobra sentido. A través de narrativas es que formulás tus identidades, al ubicarte inconscientemente en narrativas sociales que no fueron hechas por vos. Tu cultura te da la historia de tu identidad, pero en un buscado rompimiento con la tradición creás una historia alternativa.


Este libro contiene muchos tipos de “narrativas” que hacen a mi vida: feminismo, raza, etnicidad, queericidad, género, práctica artística. Trata de los procesos que ocurren al leer, escribir y hacer otros actos creativos. Mientras se lee o se escribe un libro suceden imaginaciones chamánicas. Los “vuelos” controlados a los que nos envía la lectura o escritura son una suerte de “ensueños”, similares a los procesos del sueño o la fantasía, parecidos a los vuelos mágicos de los viajes chamánicos. Mi imagen de los ensueños es de la Llorona montada en un caballo salvaje, volando. En una de sus facetas es vista como una mujer con cabeza de caballo. Me “apropio” de las figuras, símbolos y prácticas de la cultura indígena mexicana, como Coyolxauhqui. Uso figuras imaginales (arquetipos) del mundo interno. Me detengo en el rol de la imaginación en el viaje a realidades “no ordinarias”, en el uso de lo imaginante en el nagualismo y su conexión con la espiritualidad de la naturaleza. Este texto trata sobre actos de vuelo imaginativo en la realidad y las construcciones y reconstrucciones de la identidad.


Al re-escribir narrativas de identidad, nacionalismo, etnicidad, raza, clase, género, sexualidad y estética, intento mostrar (no sólo nombrar) cómo sucede la transformación. Mi trabajo no es sólo interpretar o describir realidades, sino crearlas a través del lenguaje y la acción, los símbolos y las imágenes. Mi tarea es guiar a lxs lectorxs y darles el espacio para co-crear, usualmente en contra de la cultura, familia y mandamientos del ego, en contra de las censuras internas y externas, en contra de lo que dictan los genes. Desde la infancia nuestras culturas nos inducen a estados de semi-trance de la consciencia ordinaria, a estar de acuerdo con las personas que nos rodean, a creer que todo está bien como está. Es extremadamente difícil cambiar el enfoque y salir de este trance.


Este texto cuestiona sus propios intentos de formalización y ordenamiento, sus propias estrategias, las maquinaciones del pensamiento mismo, de la teoría formulada en un nivel de discurso experiencial. Explora las variadas estructuras de la experiencia que organizan mundos subjetivos, e ilumina el sentido en la experiencia y conducta personales. Entra en diálogo con la nueva historia y la vieja, e intenta revisar la historia oficial. Espero contribuir en el debate entre académicxs activistas al tratar de intervenir, interrumpir, desafiar y transformar las estructuras de poder existentes que limitan y constriñen a las mujeres. Mis principales campos disciplinares son la escritura creativa, el feminismo, el arte, la literatura, la epistemología, así como los estudios espirituales, raciales, de frontera, Raza y étnicos. Al cuestionar sistemas de conocimiento, intento agregar o alterar sus normas y hacer cambios en estos campos presentando nuevos modelos teóricos. Con el nuevo tribalismo desafío las narrativas nacionalistas chicanas (así como otras). Mi dilema y el de otras escritoras chicanas y mujeres de color, es doble: cómo escribir (producir) sin ser inscrita (reproducida) en la estructura blanca dominante, y cómo escribir sin reinscribir y reproducir aquello frente a lo que nos hemos rebelado. Nuestra tarea es escribir en contra del decreto de que las mujeres deben temerle a su propia oscuridad, de que no la abordemos en nuestras escrituras. Nuestra tarea es imaginar a Coyolxauhqui, no muerta y decapitada, sino con los ojos bien abiertos. Nuestra tarea es iluminar la oscuridad.


Prólogo a la edición en inglés de Light in the dark/Luz en lo Oscuro. Traducción Violeta Benialgo y Valeria Kierbel. Editorial Hekht (2015).



Horace Bristol. American Frontier. 1939 Fotografia toma directa. Impresión en gelatina de plata. 26.7 × 33.7 cm


Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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