Antes que la llamaran naturaleza, ella ya estaba ahí.
Antes que civilizaciones se edificaran, antes aún de que existieran las palabras
y las opresiones,
antes aún del descanso del séptimo día
-que ya anunciaba la condena y las restricciones a los placeres-.
Hoy, intentando recuperar el balcón de la invasión de cemento y ruidos,
observaba, maravillada, cómo lo vivo insiste:
Entre esos manojos de muchas cositas oscuras que llamamos basura,
crecía una pequeña suculenta.
Asomaba clara y minuciosa
sin saber de esta civilización
sólo estando ahí,
con unas raicitas mínimas que se agarraban a los manojos
creyéndolos tierra.
En el balcón proliferan plantas
que fueron llegando
de cuando en cuando
y desde la primavera
quedan enmarcadas
entre los frondosos árboles de la vereda.
Cuando Paz todavía no conocía la noción de tiempo
le mostraba las ramas de esos mismos árboles
en su estado de otoño
y ante el brillo maravillado que siguen teniendo esos ojos
le decía:
cuando de los brotecitos
que están ahí, en las ramas
empiecen a salir hojitas
ahí, cumplís años.
Una vez, alguna otra mañana de domingo
se me ocurrió agrupar plantas de la misma especie
en una maceta de esas rectangulares.
Siempre buscando la validación del conocimiento
se lo comenté en la escuela a mi sabia amiga Andrea
que con una sonrisa pícara y luminosa me dijo:
¿y desde cuándo la naturaleza crece ordenada?
Y riendo agregó: ¡Dejá que se agrupen como quieran!.
Hoy pensé mucho en ella mientras limpiaba el balcón
como pidiéndole permiso
para sacar de ahí la presencia de la obra
en ese polvillo tan pero tan invasivo
- cómo las formas de vivir que naturaliza la civilización-.
Pensaba en todxs lxs amigxs tan pero tan angustiadxs
y desesperadxs ante este momento
pensaba en palabras para ellxs
y miraba a la suculenta ahí
chiquitita, frágil y agarrada a ese manojo.
Y me acordaba de la gran admiración
por las plantas y los árboles
y las palabras
de dos sabiondos amigos
que, aún en tiempos como estos
-o peores que estos-
me enseñaron que lo desobediente nace
de la insistencia que late
en la potencia desordenada de lo vivo.
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