Y si después de tantas palabras no sobrevive la palabra…
César Vallejo
¡Una palabra hubiera bastado, lástima ocasión perdida!, dice Moritz en la obra Despertar de Primavera escrita en 1891, por F. Wedekind. El joven finalmente se suicida. ¿Qué palabra hubiera bastado?
La obra muestra el clima de opresión moral de la época, en una educación dominada por autoritarismos destituyentes de cualquier debilidad o fragilidad sensible. El personaje apodado “El enmascarado” les ofrece a dos adolescentes, ser uno entre otros, un giro en el camino y sostiene una presencia nominante. No se trata de elegir la bolsa o la vida, eso ya está jugado, se trata de agarrarse.
Freud en 1910, en el Simposio sobre el suicidio, alude, sin acusar, a la idea de no exonerar a la escuela secundaria de una responsabilidad respecto de los jóvenes: la Institución no solo no los debe empujar al suicidio, sino que tiene también la función de infundir el deseo de vivir. Los jóvenes en soledad, agrega, no pueden asumir el carácter implacable de la vida ni pretender necesariamente otra cosa que el jugar del vivir, escenificación del vivir, lebensspiel.
En “Sensible” (Petitenature), película de S. Theis, el maestro pregunta a cada alumna y alumno: ¿Qué te imaginas para tu vida dentro de veinte años? Se trata de infancias en una escuela de bajos recursos en un pueblo de Francia actual. Aliosha, el protagonista de diez años, no puede responder… El maestro le cuenta en un aparte, qué es la poesía, y frente a una pregunta del niño le relata algo de su historia personal.
“Ese chico no era mío...”, dice el padre en el entierro de Moritz en la obra de teatro de Wedekind. Una filiación quebrada, desanidada de amor. Negacionismo de genealogía.
Desaferrarse de esta vida parece ser, en ese momento desesperado, enceguecido quizás, reflexionado o rabioso, algunas veces, una figura de “salida” para poner fin a lo que agobia, a lo que pone a prueba algún récord de los cuerpos, en ocasiones arrollados por las pantallas, performances, atrapamientos sin ilusión, inmolaciones o heridas para desanestesiarse en sí lo indoloro del Otro. Desamarrarse paradójicamente para encontrar un lugar.
Insistencias preocupantes: intentos de suicidio adolescentes, cortes, ayunos extremos, caídas del anhelo de seguir de ese modo. Forma de gritar algo atragantado, mudo, excedido, sobrepasado por la vida, diría Camus.
Efectos en la sociedad de ciertas sombras oscuras, avances tecnocientíficos, pérdida del valor de la poética del decir, potencias salvajes sobre los cuerpos, afectación por los modos en que se ubica o estigmatiza a los jóvenes desde ciertos sectores. Luego cada joven desde ya es un universo singular, enigmático, promisorio, plagado de verdades, de historicidad, de desarraigos, de luchas o de voracidad lúdica escondida que invitamos a hacer hablar y que nos interpela.
Dos niñas se arrojan de un balcón. Violentas segregaciones les recaían a diario.
A nuestro alcance: una política de lectura que no patologice ni moralice la acción, ni consuma soluciones burocratizadas, ni someterse a una mirada protocolizada. Respuestas colectivas, redes institucionales, un buceo. Lo colectivo junto al cada quién. Agitar preguntas para tomar alguna decisión que atienda el desamparo, el desasosiego, lo atiborrado de sentidos o indiferencias. No se trata de una alerta protocolar de hedor administrativo sino, en lo que nos concierne, de alertas de alternativas ligadas a la escucha. La transferencia como apuesta.
El entrelace muerte y sexualidad en la trama ficcional, real, simbólica e imaginaria. La lengua, el espejo, el cuerpo. Es un envite, nada sencillo, con límites, con imposibilidades: inmersar, inventar, acudir a una ocasión encontrada.
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