Ley Rosetta. Una adolescencia en los márgenes / Cynthia Eva Szewach
- Revista Adynata
- 2 abr
- 4 Min. de lectura
“Rosetta” es el título de una genial película de J. Luc y Pierre Dardenne, centrada en el personaje de una joven adolescente. La actriz principal, belga, Emilie Dequenne falleció el 16 de marzo de 2025 a los 43 años. Renuevo como homenaje esta escritura*
En el año 2000, luego del estreno y del premio Palma de Oro que recibe, se establece en Bélgica la “Ley Rosetta”, a partir de la cual se protege a los trabajadores adolescentes. Se impide por legalidad, pagar menor salario que el salario básico. Un hecho artístico, cinematográfico tiene incidencia en la política de la época. Una ficción también que le transmite a nuestra práctica.
Rosetta camina veloz. Es una adolescente anónima en la ciudad. Dibuja con su paso diario un recorrido. Patea, arrastra los pies y deja huellas entre los obstáculos que la esclavizan en el andar. Seguimos con la cámara los golpes de puertas. Son puertas que se van cerrando como estampa palpable de lo que se le va cerrando en el vivir. Las imágenes nunca son acompañadas por música. La sonoridad solo proviene de las escenas y de los elementos que la componen: los movimientos, los automóviles, las calles.
Hay arrebato de los cuerpos. Ruidos, ritmos, respiraciones que agobian en el interior de los espacios en los que se ingresa. Timbres que inquietan al espectador. El sonido y la furia construyen en acto un espacio exterior acechante. Son los mínimos elementos los que muestran la construcción del personaje de Rosetta y la mordacidad de un contexto ubicado en los márgenes de Bélgica, aunque podrían ser los márgenes de otro país o el nuestro, en la periferia, donde un sistema agudiza exclusiones diversas y arrincona en la intemperie.
Los directores climatizan una estética austera, pero por sobre todas las cosas lo que nos impacta, es cómo eligen relatar sus temas con un planteo ético de ciertas acciones extremas y destacan los efectos del ejercicio del poder. Como espectadores nos agitamos desde nuestro escondrijo.
Rosetta, pierde injustamente su trabajo. Concluyó su tiempo de prueba y a pesar de su buen desempeño no fue re-contratada. Queda en estado de segregación, descartada, puesta afuera. La forma con la que la muchacha combate es desgarradora. Una adolescencia sufriente. Una vida privada. Rosetta está atascada.
Vive con su madre, una madre abatida. Están las dos solas. La joven la cuida entre el odio y la piedad. Habitan en una especie de casa camping. Para demarcar, espacializar, el afuera y el adentro, lo que la incluye y la excluye, singularizar su paso: de un modo apurado ritualiza sus acciones.
Que no se intente plantar nada en ese suelo. No quiere arraigarse. Ese es un lugar sin lugar para ella, pretende otra manera de vivir y lucha por su dignidad. Su sitio está hecho de camino del calzarse y descalzarse, y de los detalles. Sólo en la carnada para peces y en la trampa que construye con una botella, tiene un minucioso y minúsculo espacio propio.
Pesca para dejar ir lo que pesca.
Sabe hacer en los lugares pequeños de intimidad protegida.
La vida se muestra, se produce, en una soledad con injusticias. Carece de una anterioridad. Rosetta nos parece siempre en el borde de una desintegración, de una caída. Pero se refugia en la insistencia de sus acciones y se detiene en el líquido que consume. Casi no mira, ni nos encontramos con el descanso que le da al rostro la sonrisa.
“Rosetta es como una funámbula, una acróbata, por encima del hoyo” dice uno de los directores. Da vueltas alrededor de un vacío. Pero, ¿acaso no intenta producir algún vacío alrededor del cual poder andar o hacer cuerpo?
En un dolor en el vientre donde aparece mostrado otro gesto, afectado, humano.
“Quiero ser normal, tener una vida normal”, repite Rosetta. Ser normal es para ella tener un trabajo, y tener un trabajo de verdad, estar contratada. Rosetta no quiere vivir en lo clandestino, en la excepción y sin una inserción.
Tiene por primera vez un amigo y un nuevo trabajo. Una ilusión. Sin embargo, ocurre una nueva exclusión, tan injusta como depredadora. El patrón pone en su lugar a su propio hijo. No hay distribución. Efectos salvajes sobre los cuerpos. Queda arrasada. Desde ese arrasamiento, sobreviene una traición a la amistad. Una traición intolerable, por eso el movimiento de Rosetta para tener un lugar le muerde la cola.
Pasaje al acto. Rosetta advierte también al volver a su casa que todo está inamovible, su madre sigue entregada, caída, nada parece transformarla. Fracasa, azarosamente, un intento de Rosetta de matarse, terminar con la vida pesada, con la desesperación de autoexcluirse. El gas que hay no alcanza, se apaga, por eso se salva. Entonces, anoticiada de lo que le ocurre se desgarra de otro modo, llora, se angustia, mira a su amigo llamado Riquet.
El joven que aún está afectado por la traición, sin embargo está, no se aleja, la interpela con su presencia. Ella lo requiere. Algo distinto quizá comienza…
*Se trata de una revisión del texto publicado en “Hojas encontradas”. Ediciones del Dock. 2019

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