¿Dónde está aquel libro que decía todo el agua del océano será poca para lavar una sola mancha de sangre intelectual?
¿De qué biblioteca allanada en perversa oscuridad por el odio o el miedo, de qué casa de infancias y recuerdos que ya no serán sepias ni olerán a jazmín, de qué despedida breve, de qué naufragio sin costas, de qué huida a los tumbos, de qué cuerpo que se destierra pero no se va, de qué valija por el suelo en un puerto de ultramar ya sin respuestas, de qué abrigo mal abierto en una cárcel del sur o en una comisaría para extranjeros en el norte, de qué mano temblorosa que se despide, de qué ojos cerrados porque el dolor es mucho, de qué ultraje, de qué aullido, de qué sueño celeste o pesadilla negra y tumefacta, de qué vida que se hizo muerte fue quitado sin piedad ni regocijo aquel libro que decía toda el agua del océano será poca para lavar una sola mancha de sangre intelectual?
¿O nunca existió ese libro y esas palabras para aferrarse en plena tormenta y desvarió?
¿O no fue de tantos y por años esa mancha que no lavarán las aguas ni secará el viento del este ni el sol rojizo del desierto?
¿O ya no se ve esa mancha áspera, quejida, esa mancha en las calles, en los muros, en la conciencia?
¿Cómo escribirán en la noche sin resquicios?
¿Necesitan una luz de amor?
¿Cómo escribirán en la noche sin finuras?
¿Necesitan una luz de belleza?
¿Cómo escribirán en la noche sin término?
¿Necesitan una luz de esperanza?
¿Cómo escribirán en la noche callada?
¿Necesitan una luz de alegría?
¿Cómo escribirán en la noche vacía?
¿Necesitan una luz humana?
¿Cómo escribirán ustedes, mis queridos amigos, mis compañeros en la ardua tarea de cazar palabras, ahora que la antigua piel de dios está cubierta de sangre?
Nota: Pienso en todos ellos, mis amigos, mis compañeros. Hombres y mujeres igualmente dulces, empecinados, comprometidos, más de una noche locos, de tanta pasión, de tantos sueños. Pienso en Miguel Ángel Bustos, en Dardo Dordonzelo, Enrique Raab, Roberto Santoro, Jarito Walker, Paco Urondo, Rodolfo Ortega Peña, Silvio Frondizi, Claudio Adur, Haroldo Conti, Rodolfo Walsh, son tantos y tantas, allí está Alejandra Pizarnik, que desapareció también en su tanta tristeza, en esos mismos días... y pido perdón por los nombres que ahora no están en mi cabeza, seguramente habrá generosa piedad para mi olvido.
Fuente: Peste y Memoria (2021) ilustrado por Luis Felipe Noé. Córdoba, Gráfica 29 de mayo.
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