I.
Me gustaría hablarles de luciérnagas, pero no desde un punto de vista entomológico. Si alguien está interesado en el aspecto científico, y así debería ser coma puede aprender de un profesor japonés de biología que da conferencias en la Universidad imperial de Tokio. Firma como S. Watase[i] (la “S” corresponde a Shozaburo), fue profesor y estudiante de ciencia en Estados Unidos, dónde se publicaron varias de sus charlas acerca de la fosforescencia y la electricidad animal, acerca de los órganos productores de luz de insectos y peces, y otros hermosos temas de la biología. Él puede contarles todo lo que se sabe sobre la morfología de las luciérnagas. Su fisiología, su fotometría, la química de su sustancia luminosa, el análisis espectroscópico de su luz y la importancia de dicha luz en términos de vibración del éter. Por experimentación puedo mostrarles que, bajo condiciones normales de temperatura y ambiente, el número de pulsaciones luminosas producida por una determinada especie japonesa de luciérnagas promedia 26 por minuto; y que su número puede aumentar a 63 si el insecto se asusta. También puede probar que otra especie más pequeña, cuando se la atrapa en la mano, aumenta la cantidad de pulsaciones de luz a más de 200 por minuto. Él sugiere que la luz podría revestir algún valor de protección para el insecto, como los olores de advertencia de determinados ciempiés venenosos o mariposas, porque la luciérnaga tiene un sabor muy amargo que los pájaros parecen rechazar. Observa que a las ranas no les molesta su feo sabor: llenan sus fríos estómagos de luciérnagas hasta que la luz atraviesa su piel, como la luz de una vela brilla a través de una jarra de porcelana. Les sirva como modo de protección o no, las luciérnagas parecen usar su pequeño dínamo de muchas formas. Como fototelégrafo, por ejemplo. Del mismo modo qué otros insectos conversan a través del sonido o del tacto, la luciérnaga expresa sus emociones a través de sus pulsaciones lumínicas: su discurso es en una lengua de la luz. Solo les doy algunos indicios de las características que tienen las clases del profesor, que nunca son meramente técnicas gran parte de este ensayo no científico, en especial en lo que respecta a la captura y venta de luciérnagas en Japón, se lo debo a algunas de las exquisitas conferencias que dio el año pasado en Tokio.
II.
La escritura actual del nombre japonés para luciérnaga (hotaru) está compuesta por el ideograma de “fuego” duplicado sobre el ideograma de “insecto”. El origen del nombre es, sin embargo, dudoso; y se han sugerido nuevas etimologías. Algunos estudiosos creen que el significado original apelaba al sentido de “la primera hija del fuego”; otros sostienen que, en sus orígenes, el nombre estaba compuesto por sílabas que significaban “estrella” y “gota”. Los sentidos más poéticos, me temo, son los menos probables. (…)
III.
Muchos lugares en Japón son famosos por sus luciérnagas. La gente los visita en verano sólo por el gozo de verlas. El más celebrado desde tiempos lejanos es el pequeño Valle de Ishiyama, a orillas del lago Omi. Todavía se lo llama Hotaru Dani, o el Valle de las luciérnagas. Antes del período Genroku (1688-1703), el enjambre de luciérnagas en este Valle durante la estación calurosa era considerado una de las maravillas naturales del país. Las luciérnagas del Hotaru Dani todavía suscitan admiración por su tamaño, pero los hermosos enjambres que describían los antiguos poetas ya no saben. Hoy en día, el lugar más popular para ver luciérnagas es en las cercanías de Uji, en Yamashiro. Uji, un pequeño pueblo en el famoso distrito del té, se encuentra a orillas del río Uji, y es apenas menos famoso por sus luciérnagas que por su té. Todos los veranos, trenes especiales que van de Kioto y de Osaka a Uji, llevan a cientos de visitantes a ver las luciérnagas. Es en el río, a unas cuantas millas del pueblo, donde se puede apreciar el mayor espectáculo, el hotaru-kassen, o la batalla de las luciérnagas. En esta zona, el Arroyo serpentea entre colinas verdes, y miríadas de luciérnagas se lanzan desde ambas orillas para reunirse sobre el agua. Por momentos hay tantas juntas que forman una nube luminosa, una gran bola de destellos. La nube pronto se disipa, o la bola cae y se rompe sobre la superficie de la corriente, y las luciérnagas flotan a la deriva con su brillo. Enseguida otro enjambre se reúne en el mismo punto. La gente espera en botes durante toda la noche para apreciar el fenómeno. Cuando la batalla de luciérnagas termina, se dice que el río Uji, cubierto por los cuerpos todavía centelleantes de los insectos caídos, se parece a la vía láctea, o -como suelen llamarlo poéticamente los japoneses- el Río del Cielo. Quizás fue después de presenciar semejante espectáculo que el gran poeta Chiyo-ni compuso los siguientes versos:
Kawa bakari ¿Es acaso solo el río?
yami wa nagarete ¿O la oscuridad misma va a la deriva?
hotaru kana Son las luciérnagas[ii]
[i] El profesor Watase es graduado de John Hopkins. Desde que se publicó este ensayo, sus famosas conferencias japonesas sobre luciérnagas han sido reeditadas en un hermoso tomo único. Sólo el frontispicio a color -en el que se muestra a luciérnagas sobre las ramas de un sauce llorón por la noche- vale el precio del libro.
[ii] Es decir, ¿son luciérnagas las que veo a la deriva en la corriente? ¿O es la noche misma, con su enjambre de estrellas?
Fuente: Selección de fragmentos del capítulo "Luciérnagas" en La canción del arrozal. Ranas, cigarras, libélulas, mariposas, luciérnagas y grillos en la poesía japonesa. Ed. También el caracol. Bs. As. 2019
[N. de Ed.] Lafcadio Hearn (1850-1904) Irlandés de nacimiento pero nacionalizado japonés y enamorado de su país adoptivo, fue uno de los principales divulgadores de la cultura japonesa a través de texto que van desde el estudio del caparazón de los cangrejos, pasando por historias de fantasmas, cuentos de hadas y relatos románticos sobre tierras lejanas, hasta el análisis del sistema industrial japonés. Viaja Japón en 1890 para documentar costumbres y escribir artículos sobre la cultura japonesa para Occidente. Conmovido y hechizado por el encuentro con su atmósfera espiritual y estético-sensible, se convierte al budismo, contrae matrimonio con la hija de un samurái, fija residencia en la isla y adopta el nombre de Kozumi Yakumo. Publica Kokoro. Impresiones de la vida íntima del Japón (1896), Juntando espigas en los campos de Buda (1897), En el Japón espectral (1899), Sombras (1900), Kotto: curiosidades del japón revestidas de telarañas (1902), Kwaidan (Cuentos fantásticos). Historias y estudios de extrañas cosas (1904).
Comentários