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Foto del escritorRevista Adynata

Música para naufragios / Mariano Fiumara

Este breve artículo evoca y celebra la presencia indeleble del saxo de Sergio Dawi

en las aulas de la Facultad de Psicología de la UBA.



Entre las imágenes más evocadas e inquietantes de la tragedia del Titanic encontramos aquella de describe a la orquesta tocando hasta el final, o casi, en medio del desastre.

¿Música en medio del naufragio? ¿Con qué sentido? ¿Negar la tragedia? ¿Aferrarse a aquello que apasiona hasta el final? ¿Encantar la desventura? ¿Invocar a un milagro salvador? La simultaneidad agridulce entre lo sublime y lo horroroso no admite interpretaciones unívocas.


Pasando a otra cosa, o tal vez no, intentaremos evocar a la presencia de la figura del naufragio en la música más próxima a estas latitudes, esta vez en tierra ¿firme?

Nunca a salvo de los engranajes mercantilizantes del capital, nunca sumido del todo a ellos, desde sus inicios el rock testimonia momentos, lugares y estados de las sensibilidades. A su vez, cuando no redunda en estereotipos o lugares devenidos comunes, muchas veces ha sabido anticipar e incitar estares en común insólitos e insumisos en los que se pueden escuchar, si se quiere, mutaciones generacionales de la lengua.

Entre las primeras referencias que tomaremos sale al paso nada menos que la primera canción de rock en castellano[1] que logró masividad en este continente. La balsa, compuesta por Tanguito y Litto Nebbia en el baño del bar “La perla” de Once, se da a conocer en el año 1967 en la interpretación popularizada por Los Gatos.

Naufragar para esas juventudes sesentistas implicaba salirse de los rumbos rutinarios trazados en la vida laboral y familiar. Darse a la noche, los bares, las plazas, la música, las conversaciones, los divagues, los extravíos. Todo un “programa generacional” que queda plasmado también en el nombre elegido por otro de los conjuntos locales pioneros de esos años: “Los náufragos” (1968).

La investigadora Claudia Klozak traza un puente entre “La balsa” y otras referencias presentes en el rock en las que la idea en cuestión aparece poniendo en juego otros sentidos afectados por mutaciones epocales.

En ese sentido, menciona cómo se puede escuchar cierto desencanto respecto al naufragio en “Cantata de puentes amarillos” de Luis Alberto Spinetta presente en el queridísimo disco Artaud (1973). El disco se graba en un momento de convulsiones políticas en el continente caracterizado por un alto grado de violencia. A su vez, en el manifiesto que Spinetta difunde en la presentación del disco en el teatro Astral[2] denuncia ciertos afanes profesionalizantes y ritualizados en torno a algunos de los músicos pertenecientes a esa primer generación del rock en nuestro país, de la que él forma parte. Compañerxs de ruta deglutidos por lo que allí llama “el negocio del rock”.

Con este trasfondo se puede escuchar en “Cantata de puentes amarillos” (en diálogo con “La balsa”, según algunxs):


(…) y en el mar naufragó una barca que nunca zarpó.


Mar aquí, mar allá.



Más de diez años después, habiendo atravesado el terror de estado de la última dictadura y en un contexto global signado por la guerra fría, encontramos Canción para naufragios en el disco Oktubre (1986) de “Patricio Rey y sus redonditos de ricota”. Según cuenta Alfredo Rosso la composición está inspirada en la película “Sacrificio” del director soviético Andrei Tarkowsky, estrenada a principios de ese año, apenas unas semanas después del desastre nuclear de Chernóbil.

Lejos de los destellos libertarios con los que relucía en los años sesenta, el naufragio cobra un tono catastrófico caracterizado por la tensión entre las dos mayores potencias mundiales del momento. Tensión que implicaba la amenaza inminente de un holocausto bélico nuclear. Esto quedaría plasmado en la referencia a los seis minutos a los que se alude en la letra, coincidentes con la duración de la canción. Seis minutos se estimaba que tardaría en llegar un misil desde la por entonces Unión Soviética a los Estados Unidos, haciendo su recorrido a través del polo norte.



(…)

Bombas de aquí, para allá

Puede ser es irreal

Ya no estás solo

estamos todos en naufragar



De partir hacia la locura como travesía hacia horizontes libertarios desconocidos a la premonición de la catástrofe global el naufragio parece ir desplazando sentidos en consonancia con ciertos desencantos sufridos por distintas generaciones que habitaron la movida rockera, entre otras.

¿En qué músicas germinan hoy potencias capaces de rescatarnos de estos días de humanidad naufragada en su peste?



Referencias


Kleinman, Claudio (7 de febrero de 2013). «Un año sin Spinetta: a 40 de Artaud, lo desglosamos tema por tema». Rolling Stone. Archivado desde el original el 28 de septiembre de 2013.


Secul Giusti Cristian. “Los redondos y el naufragio” publicado el 5 de Agosto de 2019 en


Spinetta, Luis Alberto (1973). Rock: música dura, la suicidada por la sociedad. Buenos Aires. Disponible en la web


[1] Optamos evitar la expresión “rock nacional” tomando como referencia un comentario que realiza el indio Solari en una entrevista. Allí objeta esa fórmula evocando cierto espíritu fundacional según el cual el rock como movimiento más que detentar un orgullo patriótico intenta trasvasar las fronteras y límites establecidos. [2] Spinetta, Luis Alberto (1973). Rock: música dura, la suicidada por la sociedad. Buenos Aires.


KENNETH NOLAND Askew (torcido) 1958 Magna sobre lienzo 170.5 x175.3 cm

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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