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Foto del escritorRevista Adynata

Marzo Adynata / VPS

Actualizado: 5 mar 2023

He construido un jardín para dialogar

allí, codo a codo en la belleza, con la siempre

muda pero activa muerte trabajando el corazón.”

Diana Bellessi


¿Cómo viajan escrituras clínicas entre poemas, fragmentos, ensayos? ¿De dónde se bebe para decir lo clínico cuando la academia nos deja con sed?


Quizás necesitemos de esa “sabiduría entre-pieles”, de “leer con los dedos”, de esa “destreza felina” y esa “ paciencia vegetal” a la que nos asoma Vir Cano.

Podemos sostenernos también en esa afirmación que abre el fragmento de “Nunca llegamos a la India” (que enlaza practicar yoga y contar historias): “la belleza está en la resistencia“.

Modos que nos acompañan para escribir y hacer una clínica, que -como escribe y hace Cynthia Eva Szewach- invita a “agitar preguntas para tomar alguna decisión”, que sitúe ante hedores administrativos, “la transferencia como apuesta”, esa red que recibe cuerpos que se arrojan al tembladeral de las palabras.

Una clínica también capaz de inventar formas y acompañar a abrir otras sensibilidades.

Una clínica, como escribe gonzalo sanguinetti, capaz de una “gestura como sutileza urdida entre delicadezas y gentilezas que se abren para dar lugar, para hacer recepción de la radical extrañeza en la que algunas sensibilidades pueden encontrar una querencia, siempre vacilante y provisoria, donde cultivar vida.”

Una clínica que se permita “inmersar, inventar, acudir a una ocasión encontrada” como dice Cynthia.


Una conmovedora afirmación asoma en estas Sesiones en el naufragio: “La clínica que hacemos atiende lo inexplicable (...) Atiende la vida carente de explicación”.


En este viaje en las aguas de marzo, hay “pequeñas anécdotas sobre las instituciones”, están “los zapatos de tacos finos y altos fueron encontrados en las vías” y las botas locas. Está la novia que “camina sobre las vías envuelta en los tules de su vestido blanco“, el fumigador queduerme debajo del sauce, el yogui que “entrega su cuerpo por completo al suelo” y el lector que “cierra el libro”.

Mientras una mujer de medio oriente nos recuerda que por falta de aliento varias veces se pierde el equilibrio; Narciso nos muestra “la imposibilidad de besarse, de abrazarse” y unas sirenas que “ululan calle abajo”. Se escucha: “Mientras estés en mis brazos, nada podrá hacerte daño.”

Y está “el hombre cargado de estrellas, eterno encargado de las máquinas del universo”.

También está el alcohol que “hace resonar la soledad” y que, dice Marguerite Duras, “ha sido hecho para soportar el vacío del Universo”.

Además hay deseos “una conspiración entre dos”, un “ofrecerle al otro un respiro que aplace el dolor del mundo”. Deseos que “se mimetizan como insectos fabulosos”.

Y está la justicia, que parece un banquete de sangre y dolor.

Y la adaptología a “las líneas rectas de la arquitectura de la normalidad para la gestión, administración y explotación de lo viviente” y a “la dictadura de la apariencia y del aparecer”.

Están los naufragios y las palabras y las cosas y los cuerpos y los insectos y los mundos y las caricias y las flores y las preguntas. Hay montones de preguntas.

Se pregunta Preciado: “¿Es la pandemia un modo de paralizar los cuerpos frente a la toma violenta del poder de los regímenes tecnoautoritarios? ¿Funciona el covid como lo hizo la heroína en los años setenta, como un frenazo químico a las aspiraciones revolucionarias de los cuerpos destituidos?”

Se pregunta sanguinetti: “¿cómo concebir la consistencia de pieles que se nutren del polvillo que diluvia eterno entre ignorancias de la imperceptibilidad, para guarecerse de la violencia de un rayo de sol? ¿Cómo concebir condiciones de disponibilidad para atender al punto infinitesimal en el que lo infinito se posa sobre una vida? ¿desde dónde fraguar hospitalidades con lo radicalmente extraño e indeterminado, que no pretendan convencer que el polvo o la luz no hacen daño, sino que tiendan escuchas como gesturas que amplíen el rango existencial de vidas que viven asediadas, a veces, por lo infrasensible?”

Se pregunta Scardamaglia “¿qué hace que se nublen y se resquebrajen esos mecanismos que ayudan a sostener los tejidos de esta vida en la que estamos? ¿Qué formas de esto que se llama el mundo adulto se densifican tanto que obturan posibilidades de mirar, escuchar, acompañar a lxs jóvenes y llegan, tantas veces a llevarlos al borde de la muerte - cuando no a ella-? ¿Cómo resulta que lo evidente de la necesidad de cuidados se pasea pornográficamente ante muchos ojos y, aún así, pasa desapercibido?”

Se pregunta Percia: “¿cómo se explica que, mientras algunos deseos abren gustosos sus bocas para morder anzuelos que dañan, otros detecten y se aparten de los lazos que lastiman? ¿Cómo se explica que, mientras algunos deseos se satisfacen acumulando posesiones, otros se muevan por la sola alegría de moverse? Y, ¿cómo se explica que, mientras algunos deseos se excitan olfateando sangre, otros se sientan convocados por ternuras de lo común?”


Tenemos necesidad de una clínica que abreve en aguas, aires, tierras y fuegos para encontrar allí, en lo viviente, acciones que acunen y no impidan la vida.

Una clínica que sepa que, como susurra Marcelo “al final, se escribe para alcanzar una calma. La serenidad que habita en lo no sabido, en lo no profanado, en lo que permanece indiferente a todo conocimiento.”



Sin título. V. Nicolás Koralsky, 2020

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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