Mi memoria la guardo justo
donde nace la nariz, entre los dos ojos.
Por eso los aromas me eyectan al pasado,
sin pasar por el cerebro.
Las imágenes están a mano, entran, salen,
se imprimen enseguida.
En cuanto a cuestiones del corazón,
es ardua la cuesta hacia arriba,
ando con un bagaje bastante chiquito
y repito los errores, como si nada
quedara grabado ni pudiera encontrar las señales.
Cuando mi memoria está muy inflada de historias,
me pesa la cara: no la puedo levantar de la almohada,
entonces la agarro como un trapo, la escurro
a pura lágrima y moco
así deja de abultar el ceño y se afina la mirada.
Comments