-Selenicereus grandiflorus-
Aparece tímidamente, perfil bajo se camufla con el paisaje.
Poco a poco se infla, conteniendo dentro todo el movimiento del universo.
Es un dragón con el paladar colmado de fuego.
Estalla
La armadura coral que antes la cubría con fuerza, ahora se abre y lo retenido explota,
como el aire
cuando se contiene la respiración.
Majestuosa y exuberante, no por lo dado sino por el
laborioso trabajo que le dedicó a su transformación.
Queda sensualmente tendida y toda abierta,
obscena y sexual,
con el polen todo dispuesto,
pegajoso y azucarado,
para quien quiera tomar.
Fugaz, cuando la noche termina ella cae, no derrotada más bien consciente de que tanto despliegue es imposible de sostener y repetir.
Es por eso que elije retirarse, elegante y dramática, se vuelve a cubrir por su armadura coral que ésta vez, no tiene que hacer ninguna fuerza porque ella cansada, se deja abrazar.
Es una bailarina reposando a la espera de un próximo movimiento.
El giro final.
Se entrega.
Ahora que el trabajo lo hagan los demás.
Que el sol y el aire la vacíen de toda humedad.
Que lo que antes era elástico y carnoso
ahora sea finas superficies que se quiebran al más suave tacto.
Lo que no sabe ni sospecha es que nunca va a dejar de transformarse.
Que aún muerta, seguirá adoptando nuevas pieles.
Flor Sambucetti (2024) De la serie Nacimiento, gloria y ocaso de la Reina de la noche. Fotografía.
Es preciso:
Ser paciente y atenta con lo que merece,
dar tiempo a que la maravilla aparezca.
Aguardar ese instante, en el que la fantasía se hace carne.
Y cuando finalmente la hermosura invade no temer.
Por el contrario, se hace indispensable y necesario
tocarla
acariciarla
olerla
Toda flor que abre es una excitante invitación al disfrute.
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