No aceptar otro orden que el de las afinidades, otra cronología que la del corazón, otro horario que el de los encuentros a deshora, los verdaderos.
Julio Cortázar.
1. Pensar las coordenadas del trabajo de una materia en un curso implica situar condiciones de escucha y recepción y recordarlas, cariñosamente, cada vez y toda vez que se sienta necesario. Esas coordenadas se enlazan con las derivas del momento de vida de quien toma decisiones respecto del programa y los contenidos que se van a poner a trabajar y aquellas 25 / 30 vidas que comparten el aula. Y por supuesto del momento histórico en el que transcurre esos años de esa escuela.
2. Situar las condiciones de recepción, muchas veces implica recordar de qué va una escuela, de qué va un aula, de qué va una clase. A veces eso implica situar de qué no va. Y casi como dejándose poseer por el enunciado “esto no es una pipa” levantado por Foucault vía Magritte, se puede situar: “esto no es un club, esto no es el living de televisión[i], esto no es la mesa de un bar, esto no es el parque.” Y agregar “Me interesa estar acá, me apasiona este trabajo y, si ustedes quieren, tengo algunas cosas para enseñarles desde esta materia y aprender de lo que ustedes traigan”. Formas directas y sin tapujos me han funcionado como llaves tanto para abrir confianzas estudiantiles y maravillosas discusiones, como para cerrar y cuidar que esas clases no quedaran tomadas por todo lo otro que suele pasar en las escuelas y en las universidades.
3. Plantea Marcelo Percia que se trata de poner al hospital (a la escuela) en estado conversacional, que de eso se trata estar en la vida. Comenta que el desafío quizás se encuentre en poner al hospital (a la escuela) en estado de palabra, en encontrar formas que desencadenen estados conversacionales. Dice “El alma de las palabras necesita el tiempo de la historia de lo que se dice”. Nos recuerda que en situaciones clínicas (y también en situaciones pedagógicas) de lo que se trata es de estar ahí, en proximidad; de percibir las acciones negadas para ponerlas en estado conversacional.
4. La materia con la que trabajaba en aquel momento parecía esa ropa cómoda que te ponés para estar en casa, y el momento de aquella escuela habilitaba ensayos y posibilidades de abrir las aulas.
Una mañana de primavera, las corridas de un curso a otro me llevaron a aquel entrañable 4to 2da, con quienes el trascurso de las clases se sostenían en un burbujeo de intensidades parpadeantes, de simultaneidades insolentes entre jóvenes inquietantes que soportaban convivir, alrededor de 5 horas de casi todas las mañanas de ese rato de la vida, entre poderosas diferencias encerradas todasjuntas en un aula. Tanto que en 5to año pegaron un cartel en el vidrio de la puerta del aula donde se leía “Desunidos y desorganizados” gracias al saber vivido que les empujó tantas veces al trabajo de amalgamarse ”entre marcha, cumbia y rocanrol”[ii] en función de sus intereses y las propuestas pedagógicas que recibían.
A lo largo de aquella mañana me había cruzado en el pasillo con diferentes estudiantes e insistía en esas charlas al pasar la idea del “nadie me quiere”. Al entrar al aula, esa insistencia nuevamente se hizo presente y una decisión la amplificó y la llevó al pizarrón en unas mayúsculas desprolijas.
5. Muchas veces, donde la didáctica dice “rastreo de ideas y saberes previos” o la técnica recomienda “tormenta de ideas” resulta casi imposible escuchar e imaginar que allí anida la invocación desprevenida que la palabra tormenta asume y no se avizora que se desatan superposiciones avasallantes en una simultaneidad vertiginosa, tantas veces incoordinable.
6. Leemos en el libro Deliberar las psicosis de Marcelo Percia, en el capítulo ¿Tarde para la palabra? Aletas de pez golpean fuera del agua: “Reunión clínica como apoteosis de la dispersión. Como barroco institucional. Como series de enunciados que rodean una y muchas ausencias. Artificios de formas que simulan un caos exagerando superposiciones. Escamoteo invertido que hace aparecer palabras allí donde los que las dicen no se dan cuenta de que hablan.”
7. En el pizarrón verde mal borrado se leía NADIE ME QUIERE como invitación a pensar y discutir, por separado y una a una, lo que traían esas tres palabras que unidas se asumen devastadoras. Imposible recordar todo lo que brotó allí, en ese suelo ya abonado por confianzas, respetos y bullicios no censurados. Imposible traducir a palabras los intentos de atrapar en aquel pizarrón algo de las ideas que aparecían a borbotones. Recuerdo muchos comentarios sobre padres y madres que, cuando quedaban ocupados por ira, frustración y enojo, escupían sentencias tan filosas que cortaban brazos, piernas y muñecas. Apareció la contraposición entre NADIE y el posesivo ME, que atrae hacia YO. La asociación entre NADIE y TODOS y la trampa a la que invita. Seguro me vino el estribillo beatle “I I me me mine” que se desata casi cada vez, al escuchar los pronombres posesivos de la primera persona del singular. Alguien recordó que habíamos mencionado la relación entre el YO y el capitalismo. Alguien hizo el chiste “ya sabemos que en esta clase, la culpa de todo la tiene el capitalismo”. Alguien, en los primeros bancos del costado [iii] dormía sobre sus brazos cruzados -muchísimas veces imaginé que más que dormir, se suspenden en un tiempo deshabitado de las pesadumbres del cotidiano y de los peligros que algunas noches traen en algunas familias-. Algo se dijo sobre lo complicadas que son las familias. Creo que esa vez fue la primera que pedí que levantaran la mano quienes criaban a sus padres y madres. Recuerdo lo inapropiado de coordinar, a los gritos y exaltada, aquella clase (y tantas otras). Recuerdo que hubo también muchas risas. Seguro que Naza estaba haciendo algún dibujo, que Vicky cantó a los gritos algo que salía de sus auriculares y que a la China y a Ira les molestó porque no podían escuchar; que Nahue nos regaló alguna de sus laaargas explicaciones, festejado por Mauricio y alguna de sus certeras reflexiones; que Gaby, Juan y Talía se quedaron ensimismadxs; Elías, Giuliano y Sebas, en silencio. Por ahí, Víctor, se enojó porque no estaba de acuerdo. Seguramente Sol, Tati, Fabi, Eze y Ludmila habían faltado, tenían días complicados por aquellos años. Creo que fue esa vez que, por otra de sus maravillosas intervenciones, le dejé a Lula uno de los varios libros que le presté, por ahí anotó la tarea que propuse, pero seguro que no la entregó. Recuerdo también que alguien, creo que fue Agustín, agradeció que esa mañana, la clase que compartimos nos había cambiado el estado de ánimo. En 5to, recordábamos la ráfaga de aquella clase como “el día del nadie me quiere”.
8. También se lee en ¿Tarde para la palabra? Aletas de pez golpean fuera del agua: “Discurrir como pensar. Como paso a través de las palabras. O como experiencia del hablar como pasaje por vocablos que nos transportan hasta lugares a los que a no habíamos llegado nunca. Discurrir que nos pone en camino del problema del discurso. Como modo de cursar la vida en palabras. En este sentido, pensaría la clínica como interversión en las palabras. Como experiencia que pone a la vista que esas criaturas que usamos para conversar sirven para verter lo que sentimos sin entender en un conjunto de nombres provisorios, intercambiables, arbitrarios.”
9. Julio Cortázar escribe en Salvo el crepúsculo: “El juego avanza así, con bruscas rebeldías y ganas de mandar todo a ese canasto donde ya se acumulan tantos desencantos, y de cuando en cuando una ráfaga de alegría cuando por ahí un poema se deja acariciar por la nueva lectura como un gato cargado de electricidad.
Y aunque Calac y Polanco me digan lo contrario cada vez que pueden, nada de eso si estuviera atado por la seriedad bibliográfica, aquí la poesía y la prosa. Me apenaría que a pesar de todas las libertades que me tomo, esto tomara un aire de antología. Nunca quise mariposas clavadas en un cartón; busco una ecología poética, atisbarme y a veces reconocerme desde mundos diferentes, desde cosas que sólo los poemas no habían olvidado y me guardaban como viejas fotografías fieles. No aceptar otro orden que el de las afinidades, otra cronología que la del corazón, otro horario que el de los encuentros a deshora, los verdaderos.”
No aceptar otro orden que el de las afinidades, otra cronología que la del corazón, otro horario que el de los encuentros a deshora, los verdaderos.
No aceptar otro orden que el de las afinidades, otra cronología que la del corazón, otro horario que el de los encuentros a deshora, los verdaderos.
[i] “Esto no es el programa de Mauro Viale”, solía decir. [ii] Fragmentos del texto leído para la entrega de diplomas donde también se leía: Diría Girondo: Se enchinchan, se enojan, se encaprichan, Se ignoran, se insultan, se empecinan, Se gritan, se desdicen, se apretujan, Se abrazan, se besan, se dibujan, Se unen, se acompañan, se critican, Se embolan, se desunen, se organizan, Se apichonan, lloran, se eclosionan, Se potencian, se expanden, se fusionan Se miran, se cuidan, se ilusionan. Se rockean, se retuercen y emocionan. Quinto segunda, un mundo donde caben muchos mundos. Un mundo de sensaciones. Una tormenta de intensidades. Mucha pero mucha vida. Quinto segunda que, desunidos y desorganizados, saben del cariño, saben de las diferencias, saben de acompañar el dolor, saben de hacer lugar a compañeros nuevos, saben de complicidades, saben de reproches y de quejas, saben de solidaridades, saben de celos y exclusividades, saben de comprometerse y trabajar, y saben de pelear porque sí (casi caprichosamente) pero también de pelear para resistir, para denunciar, para pedir lo que cree justo, para vivir. [iii] Aproximadamente desde fines de los 90, ante la sagacidad de estudiantes esclarecidxs en alertar lo estratégico de sentarse adelante, el fondo ha cambiado de lugar. El esconderse ya no pasa por estar atrás sino donde se sabe que les van a poner aquellxs profesorxs que buscan controlarles, además de estar bajo una visera, una capucha, unos auriculares u otros medios que siguen inventándose en las aulas para abstraerse de aquello que allí intenta ocurrir.
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