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Foto del escritorRevista Adynata

No entiendo / Verónica Scardamaglia

Actualizado: 17 sept 2020


“Cuánto de esa pretensión por “entender” nos conmina a la violencia de tener que abandonar una lengua para que se entienda lo que ya se entiende, a hablar una lengua que castiga cualquier excepción o desvío que no consienta el estándar de lo mayoritario, llámese clase, racismo, heteronormatividad, binarismo de género, estándar corporal, etc.” val flores fanzine “Desmontar la lengua del mandato. Criar la lengua del desacato” (2014) Santiago de chile CUDS Colectivo Utópico de Disidencia Sexual

¿Qué significa no entender cuando de lecturas, de pedagogías, de clínicas se trata?

Escribir, leer, hacer clínica, trabajar en pedagogía, vivir implica juegos de desacople de tiempos, de invención de encuentros y de recorridos posibles en un mundo que arma condiciones ideales para que se desplieguen enfrentamientos, discusiones, ataques y devastación de lo vivo. Cada tanto, entre estas regularidades, irrumpen saltos que invitan a revueltas, insurgencias en tanto destiempos que cuando llegan, llegan a tiempo.

Así también al producir intervenciones, inventar conceptos, confabular mundos posibles conviene desmalezar los automatismos del sentido común, automatismos psi, automatismos de clase, de raza, adultocéntricos, heteronormativos, egoheroicos. Y, quizás, además de preguntarnos cómo nombrar, también nos interpele el movimiento de pensar ¿cómo volver a decir lo ya dicho?

Mientras redondeo esto me avisan que se acaba de difundir la confirmación oficial, a partir del trabajo del Equipo de Antropología Forense, de que los restos encontrados hace días corresponden a Facundo.

Otra vez.

Me detengo.

Otra vez.

Y pienso: las regularidades producidas por maniobras policiales, institucionales, estatales, mediáticas, judiciales llevan el nombre de estrategias y no de coincidencias ni de casualidades. Repeticiones diseñadas por las maquinarias burocráticas al servicio de los poderes de turno. Una gramática institucional que se reitera.

Muchas veces la fuerza de la rabia, la digna, logra torcer modos hasta hacer aparecer lo desaparecido.

¿Cómo volver a decir lo ya dicho? ¿Cómo no dejarse canalizar por la rabia?

En el desafío cotidiano de politizar las formas de vivir y de nombrar, la madre de Facundo y muchas madres se encuentran paridas por estos dolores. Renacen y se reinventan desde el dolor y la desesperación. No queda más que crear, dice Deleuze en la R de resistencia.

Pienso, la invención no se lleva con las derechas, ahí está el marketing que se comió la palabra creatividad. Dolor, desesperación y lucha, muchas veces logran canalizar intuiciones y desmantelar al YO. Logran inventar enunciados provisorios para seguir viviendo en tanto que criterios y señales que recuerdan una inclinación, y eso enseña a la hora de trabajar en clínica, en pedagogía. Enseña para vivir.

Delicadeza con las maneras de nombrar implica delicadeza en el trabajo clínico, en el trabajo pedagógico. En la amistad, en los amores, en el vivir. En las maneras de escribir, de leer.

Precauciones ante interpretaciones, atribuciones fijas y clasificaciones, delicadeza para alojar el dolor y acunar con palabras eso que cuesta nombrarse.

¿Cómo nombrar lo que las hablas del capital desprecian? No se trata sólo de cómo nombrar lo vivo, sino de cómo hacer lugar a lo desalojado.

Leemos en “Sensibilidades en tiempos de hablas del capital” (M. Percia, 2020):

“Insinuaciones

Discutir cómo nombrar la vida no alcanza para liberar lo vivo de las celdas en las que se conserva embalsamado; sin embargo, otros modos de vivir reclaman otras formas de nombrar.

Intentar nombrar de otra manera no significa solo nombrar otra vez, también quiere decir volver a sentir en los bordes de lo ya nombrado.”

Disciplinamientos académicos e ideológicos y sentido común necesitan de definiciones, sentencias e identidades y no se llevan con proliferaciones, mutaciones, vacilaciones, balbuceos.

Para soportarlo e intentar pensar de otro modo, algunas teorías han inventado el principio de multiplicidad: entradas posibles portadoras de conexiones diversas que crecen de manera horizontal.

Una vida que adolece queda anudada a la anorexia. También puede tocar esa vida la lucha contra la matanza de animales para alimentación humana y la maestría en el dibujo y la sensibilidad con quienes sufren y las vacilaciones en torno a la sexualidad y al amor y a las dificultades de relación con vidas más endurecidas y puede tratarse de uno de los mejores promedios del curso y... evitar que la anorexia se trague todo.

Se puede intentar poner a trabajar la Y como función emancipadora.

Rizoma, madriguera: refugio, trinchera.

Jengibre.

Atentan contra interpretaciones teleológicas, causales, enraizadas que encorsetan vidas en un casillero, en un diagnóstico, en una identidad, en un género, en una disciplina. Sólo en una o en partecitas de varias que también componen lo uno.

Escribe val flores en un Fanzine: “Demasiado intelectual para el activismo, demasiado activista para la academia, demasiado feminista para la poesía, demasiado radical para la pedagogía, demasiado política para ser maestra, demasiado disidente para la política de identidad, demasiado tortillera para ser maestra, demasiado maestra para la jerarquía del saber, demasiado tímida para la oratoria política, demasiado provinciana para la capital, demasiado prosexo para un feminismo que aún teme hablar de sexo, demasiado teórica para ser trabajadora.”

Escrituras que susurran cuidado con los reduccionismos heteronormativos, familiaristas, psicopatologizantes, patriarcales, expulsivos.

Leemos otro pasaje de Sensibilidades:

“Astillas

Asistimos a percepciones abigarradas, mediadas, instruidas, interferidas. Escribe Artaud (1938): ‘¿Y para qué los ojos cuando todavía falta inventar lo que hay que mirar?’.

Falta inventar lo que hay que mirar; pero también falta autorizar, valorar, aprender a nombrar lo que permanece desestimado en las miradas disciplinadas por el sentido común.

Insurgencias se refriegan los ojos.”

¿Cómo no traicionar lo viviente, lo mutante? ¿Cómo no traicionar lo que vibra?

¿Cómo nombrar sin pisar las arenas movedizas que nos hacen hablar en lenguas del capital?

¿Cómo discutir esas ideas que funcionan como autoridad y lanzan interpretaciones que arrasan vidas?

Quizás, aprendiendo de la literatura menor, se pueda ejercer una clínica menor en tanto que variación intensiva capaz de transformar lo mayoritario. Juan Carlos De Brasi advertía que representar implicaba “masticar diferencias”. Afirmaba que “lo que pasa desborda el decir”. Piglia, en referencia a Kafka, planteaba que “la metáfora en tanto imagen representativa, deja lugar a la metamorfosis, intensidad liberada que transforma”.

Tal vez, en la insistencia de acercarnos de otro modo a clínicas, pedagogías, lecturas, escrituras podamos ver, aún con los ojos irritados por tanto refregarlos, que se pueden arrojar palabras como piedras ante el ojo del gigante.

Esto no es un poema. Susana Thénon

Los rostros son los mismos,

los cuerpos son los mismos,

las palabras huelen a viejo,

las ideas a cadáver antiguo.

Esto no es un poema:

es un grito de rabia,

rabia por los ojos huecos,

por las palabras torpes

que digo y que me dicen,

por inclinar la cabeza

ante ratones,

ante cerebros llenos de orín,

ante muertos persistentes

que obstruyeron el jardín del aire.

Esto no es un poema:

es un puntapié universal,

un golpe en el estómago del cielo,

una enorme náusea

roja

cómo era la sangre antes de ser agua.


Roberto Jacoby, 1968 el culo te abrocho (2008)

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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