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Foto del escritorRevista Adynata

Orgullo sordo / María Moreno

Cuando Sharon Duchesneau y Candace McCullough, ambas sordas decidieron bendecir su pareja lesbiana con la llegada de un hijo tras otro, nadie dijo nada. Pero cuando decidieron utilizar la fecundación artificial para que fueran sordos, se quemaron todos los libros. Inútil consultar a Giorgio Agamben, Michel Foucault, Orlan o los escritos del doctor Mengele. ¿Cómo alguien se atreve a planear una discapacidad? Que una minoría busque ser aceptada vaya y pase Pero que busque reproducirse es otra cosa. ¿Acaso los gays, si pudieran, harían manipulaciones genéticas para tener hijos también gays? (Al parecer nadie ha contestado esta pregunta). ¿Qué no es compatible una orientación sexual con un "déficit”? El asunto es que no es un déficit sino una diferencia.

El neurólogo y escritor Oliver Sacks publicó un libro que equivale a una defensa adelantada de Duchesneau-McCullough y una suerte de panfleto a favor de la sordera no como otro modo de oír sino porque, aunque lo podemos oír, no entendemos lo que dice. Y escandalizarse porque Sharon Duchesneau y Candance McCullough buscaron una descendencia sorda seria como exigirle a un boliviano que se reproduzca en los Estados Unidos e incorpore el "producto” a la cultura dominante.

En Veo una voz, Sacks hace la historia política de la sordera con sus Robespierre y sus Che Guevara, sus generalísimo Franco y su reina Victoria.

Hasta el siglo XVI los sordos fueron considerados psicóticos o retardados, o se convertían en eso debido a que la sociedad les impedía el acceso a cualquier tipo de lenguaje. Sin embargo, ¿qué no ha sido contemplado por los griegos? Gays que argumentáis en la antigua Grecia la alta genealogía de vuestros deseos, vuestro Sócrates también habló a los sordo(mudo)s: “Si no tuviésemos voz ni lengua y deseásemos sin embargo comunicarnos cosas entre nosotros, ¿no deberíamos procurar, como hacen los mudos, indicar lo que queremos decir con las manos, la cabeza y otras partes del cuerpo?" (Cratilo de Platón)

Fuera de los libros, la historia de los sordos contiene entramados entre sordos lingüísticos y prelingüísticos proyectos científicos políticos y religiosos incluye intervenciones misioneras como la del abate Charles Michel

de l'Épée, que inventó, en 1755, un lenguaje de señas metódicas-mezcla de la lengua de señas de sus alumnos sordos y la gramática francesa-, e intervenciones "científico-técnicas", como la de Alexander Graham Bell, uno de los defensores a ultranza del "oralismo", que exigía al sordo la "humanización" mediante la lectura de labios y la educación fónica. Ya en la historia contemporánea la tarea de lingüistas como Úrsula Bellugi, Scott Liddell y Robert Johnson ha alejado el ameslan (American Sign Language) de la sospecha de constituir una mímica o un código gestual. Úrsula Bellugi organizó en el Dictionary of American Sign Language tres mil señas, algo módico en relación con las seiscientas mil palabras que figuran en el Oxfond English Dictionary, aunque capaces de permitir el “uso infinito de medios finitos", ya que cada seña se modifica por la gramática, la sintaxis y el tiempo, Bellugi propuso que mientras el habla es lineal, secuencial y temporal, el ameslan es simultáneamente coincidente y comprende muchos niveles. Incluiría además una gramática espacial compleja y tridimensional. Scott Liddell y Robert Johnson desmontaron dentro de las señas "secuencias de entorno de las manos, emplazamientos, señas no manuales, movimientos locales, movimientos y pausas, segmentación interna (fonológica)". La señas de ameslan reproducidas en figuras por internet dan la impresión de una gran sutileza y variación formal, amén de sugerir un entrenamiento de las manos inaccesible para el que no tuvo la lengua de señas como lengua materna.

En Veo una voz, movido por su interés en mostrar los déficits como generadores de estrategias algo más que suplementarias, incluso geniales, Sacks escribió: "El lenguaje por señas es algo completo en sí: tiene una sintaxis, una gramática y una semántica completas, aunque con un carácter distinto del de las de cualquier idioma hablado o escrito. No es posible, por tanto, transliterar un idioma hablado en idioma de señas palabra por palabra o frase a frase: hay diferencias básicas en sus estructuras. Suele pensarse que el lenguaje de señas es más o menos inglés o francés y no es así: es lo que es, seña. El ‘inglés por señas’ que ahora se defiende como solución de compromiso es innecesario, pues no hace falta ningún pseudoidioma intermediario. Y sin embargo se obliga a los sordos a aprender las señas no para expresar las ideas y las acciones que quieren expresar sino para que utilicen los sonidos fonéticos de un inglés que no pueden oir".

Pero todo esto pudo ser pensado cuando ya existe un orgullo sordo con sus académicos y su cultura artística y literaria. El Congreso Internacional de Educadores de Sordos, realizado en Milán en 1880, que prohibió el lenguaje por señas, cerró los colegios que lo enseñaban y sometió a los sordos a la oralidad obligatoria. Fue para ellos lo que la conquista de sus tierras para los indios, la penalización del aborto para las mujeres y la condena de la homosexualidad para los gays. Como si se les hubiera dicho: "¡Quédense quietos, llegaron los parlantes!”. Desde ahora podrán leer pero sin saltearse el primer paso de leer en nuestros labios y tratar de domesticar esa voz estrambótica. ¿Cómo? ¡Siguiendo el modelo!.

La situación cambió, como la de muchas minorías a comienzos de la década del sesenta y setenta. La cultura sorda produce sus propios éxitos culturales como la obra Hijos de un dios menor de Randa Haines, como antes había producido a la megaestrella Helen Keller, escritora, conferencista y unida a su maestra Anne Sullivan Macy por un amor cuyo silencio era menos por razones obvias que victorianas.

El Gay Parade es colorido, multidiseño, anabólico, quirúrgico y rico en subespecies performativas, pero no supera el modelo coreográfico y monótono del desfile y ni hablar de la rigidez estatuaria de las reinas bajo el peso de sus prótesis internas y externas.

El Deaf Way es de una complejidad coreográfica extrema, cuyos sentidos escapan a la inteligencia oyente. Como todas las minorías, la de los sordos tiene mitos de origen: para las lesbianas hay una isla que representa el calor original, Lesbos; para los sordos, Martha's Vineyard, donde a causa de la mutación de un gen recesivo, producida por la endogamia, ha habido desde la llegada de los primeros colonos sordos en la década de 1690, y a lo largo de doscientos cincuenta años, una forma de sordera hereditaria. Es la gran democracia no oyente: allí los que oyen y los que no oyen hablan por señas. La transformación del ex Instituto Columbia para Sordos y Ciegos de Washington en Universidad de Gallaudet permitió la creación de una élite que tuvo su propia revuelta en 1986, cuando los estudiantes se levantaron para exigir la subida al poder de un rector sordo. El primero en ser elegido fue un tal King Jordan, pero luego de sentadas a la luz de las velas, marchas al Capitolio y "oradores" de tanta fuerza como el poeta Lamartine en la revolución de 1840. Oliver Sacks recuerda, por ejemplo, a un tal Tim Ranus: "Veo que uno de los estudiantes sube a una columna y empieza a hablar por señas con gran expresividad y belleza. No puedo entender nada de lo que dice, pero tengo la sensación de que su discurso es puro y apasionado: todo su cuerpo, todos sus sentimientos parecen fluir mientras hace señas". Por uno de esos chistes de la vida, una oponente a la operación Duchesneau-McCullough y que pertenece a la Asociación Nacional de Sordos de Estados Unidos –dijo: “No puedo entender por qué alguien quiere traer al mundo un niño con una minusvalía”- también se llama Rarus, su nombre es Nancy. ¿Será pariente del Rarus revolucionario? ¿La esposa? ¿Tim también está en la contra pasados los años locos de la juventud?

El ameslan no es una lengua internacional. Una lengua de señas nace allí donde un grupo de sordos se junta. El lenguaje por señas de un ugarl no es una versión de su lenguaje hablado. Hay tanto un lenguaje de señas inglés como maya pero sin relación con el inglés o el maya hablados. Sin embargo, cuando los sordos de un lugar visitan un país extranjero, la lengua de señas de ese país les resulta más fácil de comprender que a los oyentes el lenguaje oral. Todo esto según Sacks.

¿La transmisión de lo simbólico a través de una lengua de señas podría llevar a transformar tanto la concepción de lo simbólico como la de lenguaje? Los psicoanalistas dicen que es un disparate, pero quién sabe.

Las brujas, lejos de ser quemadas por sus tratos con el diablo, lo fueron por practicar la medicina popular. Es decir, por ejercer el control de los cuerpos tan lejos de la hostia y la penitencia como del juramento hipocrático y su vademecum para elegidos. Sharon Duchesneau y Candace McCullough, al ir a proveerse del semen de un sordo de Gallaudet dando la espalda tanto a la ingeniería genética como a la ira de Billy Graham, se apropiaron no solo de la herencia de un sordo de quinta generación, sino de esa tradición feminista pasada por el fuego de la Inquisición y formada por mujeres que se reunían entre ellas en los bordes de las ciudades para beber potajes de cerveza, hidromiel y sidra e invocar con hierbas alucinógenas a pasiones sensuales como Verrina (demonio del aire) o Leviatán (demonio argumentador).

El operativo Duchesneau-McCullough puede tomarle el pelo incluso a otras minorías. Por ejemplo, a las comunidades gays que cultivan el cuerpo físico y la vida saludable -incluida la del espíritu- hasta convertir a cada uno de sus miembros en una mezcla de Discóbolo de Mirón y Deepak Chopra. Ellos buscarían la perfección en un más, Sharon y Candace en un (como se vio) falso menos. También parecen estar tomándole el pelo al doctor Mengele, ya que buscaron como padre a un miembro de la élite sorda de Gallaudet, sordo de quinta generación, que es como certificar el escudo de armas de una familia del Imperio austrohúngaro.

Cuando Duchesneau declara que "criar a un niño sordo es mucho más barato que a un niño oyente: la guardería, el jardín de infantes, la escuela primaria, la universidad son por ley gratuitos", su planeamiento no es muy diferente del de la pareja heterosexual que se muda, antes del nacimiento de un hijo, al barrio donde existe el mejor colegio y el más caro.

Existe entre las minorías una tensión siempre presente entre la exigencia de ser reconocidas en sus culturas específicas por el total de la sociedad y la promoción de ser capaces de relevar con hipereficacia las prácticas fallidas del patrón dominante. En los canales de cable pasan hasta el cansancio un documental sobre una pareja gay de varones con dos hijas. En sus declaraciones las niñas -muy ordinariamente “femeninas", remilgadas, formales- hacen con voz estudiadamente pedagógica loas a su familia -cuando todo el mundo sabe que cualquier persona "normal" ama a sus padres en la misma medida en que los odia-. Los únicos momentos del documental en los que se esboza alguna crítica -y la hacen padres e hijas casi a cuatro voces- es cuando se alude a la madre de alquiler que puso el cuerpo para que esa preciosa familia sea: prácticamente la tratan como a alguien que abandonó a sus propias hijas.

El Estado de los Estados Unidos es paranoico y siempre se ve amenazado por un otro, cuyo número creciente e inabarcable suele adoptar la imagen higienista de la epidemia. De asesinos seriales, de comunistas, de terroristas árabes, de mujeres ejecutivas, de extranjeros indocumentados. La amenaza de epidemia del otro hoy puede tener otra cara. Si, para los nihilistas de cuño progre, el hecho de que los gays y lesbianas -incluidas Sharon Duchesneau y Candace McCullough- intenten adoptar los valores burgueses en lugar de cuestionarlos nos produce un ¡puaj! a lo Martin Caparrós, al homofóbico no le pasa lo mismo. Si antes le temía a una horda seductora y perversa que podría amenazar con su mero contacto a sus hijos, ahora teme que ellas puedan expulsarlos de su propia iglesia por haber fracasado en sus defendidas premisas universales. ¡Son los particulares agrupados los que podrían sostener ahora los vetustos valores universales!

Claro que lo que se promociona sigue siendo aquellas minorías dentro de minorías que encarnan los ideales de las mayorías. La impresión de que las minorías reproducen y parodian puede indicar simplemente que no existen aún patrones de inteligibilidad que permitan escuchar lo que en ellas hay que no es ni reproducción ni parodia ni diferencia pura. Quedan el mercado y la policía.

O bien convertirse en cliente o… hacer quebrar una industria. En las jornadas de marzo, Tim Rarus no se comportó como Dani el Rojo en Mayo del 68. Miró a la cámara y dijo: "Es muy simple. Si no hay rector sordo, no hay universidad". La industria de la sordera implicaba para Estados Unidos, en 1988, diez mil millones de dólares para los oyentes. Al enemigo se lo combate con sus propias armas.


(2002)


*publicado en Loquibambia (sexo e insurgencia), Santiago de Chile, Ediciones Universidad Diego Portales, 2019.


José Luis Ceña Baila con las olas (Dance with waves) Óleo sobre tabla 30 x 30 cm

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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