IV
¿Hay para el amor una voz que se duerme sobre las hojas?
¿Es la voz del poseso?
¿Es el deber del poseso ser la voz del amor?
El poseso no lo sabe: vive estrangulado por las manos
de Dios…
Se cierra el crepúsculo y nada se mueve entre
las flores del mar…
Un hombre enfila hacia el horizonte tupido…
Carga en los ojos el ligero peso de su deseo…
El poseso tiene la frente desnuda… Su amada lo espera con la corona de espinas…
Tiene la tez más blanca que el polvillo de arroz.
V
¡Alma tierna que te despiertas al canto porque anoche las Musas soplaron divinidad en tu boca…! ¿Pero quién te sopló el dolor también sagrado? ¿Quién desató los excrementos que bien anudabas y te obligó a pastar con las cabras?
Si gritas serás un caballo… Si echas espuma por la boca pagarás por el hechizo, y si manchas con sangre el mantel de los banquetes, tamaño sacrilegio te llevará al exilio, salvo que prefieras mezclar el vino de la copa con veneno…
Alto precio por construir el futuro con las palabras de tu boca.
VI
Hombre del morbus sacrus, ¿sabrás decirme si la belleza es algo más que un desvalido ocaso…?
¿O apenas te tocó en el reparto la purificación y el conjuro para tu terror nocturno?
Mira tu cabeza en el espejo: allí dentro, en el agua de tu pecera brilla la piedra de la demencia.
Tiembla el astro punzante…
VII
… ¿Quién mueve los vientos de la mar para alejar de la costa a la Stultífera Navis?
Hombre loco: que tu viaje sea el último. Que el agua limpie las pestes de tu alma. O que te devoren los monstruos marinos que para eso tienen los dientes del demonio…
No vuelvas nunca, pasajero insensato, y si vuelves a cambio del agua tendrás el fuego.
Deja que la ciudad viva en paz, goce de su orden mientras los naranjos crecen bajo un sol que anuncia su sabor de muerte…
VIII
¡Basta de los niños que los burlan y de sus piedras que los golpean!
¡No más naufragios para las almas encadenadas sobre el mascarón de proa! ¡Los cuerpos locos ya se pudrieron mucho antes en las bodegas!
Al fin tu espacio, alma en pena: el hospicio.
Grandes muros en la ciudad resguardando grandes ocios: pecado.
Grandes ciencias: desprecio.
Llegó la hora del tratamiento moral de la locura.
Sea dulzura o sean palos los consuelos…
El cuerpo está vacío; lo tuyo Hombre Loco es responder a la lengua de la razón, aunque tus palabras tengan el color de la sangre y huelan como huelen las tristezas que llevan a las tumbas junto al llanto del recién nacido.
Fuente: en Los Cantos del Mal, el Dolor Social y la Locura n el libro Cantos Oscuros, Días Crueles (2019) Ediciones La Cebra.

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