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Foto del escritorRevista Adynata

Prácticas artísticas en torno al vih durante los años 90 en La Ene / Francisco Lemus

En 1982 se notificaron los primeros pacientes de sida en Argentina, sin embargo el avance crítico de la enfermedad se localiza en la década de los años noventa. En correspondencia con la política neoliberal del menemismo, la irrupción del vih transformó las relaciones sociales y las formas de gobernar los cuerpos, dando cuenta de la existencia precaria de distintos grupos sociales. Al igual que otras enfermedades que traspasan sus propias fronteras, la inscripción mediática del virus entrecruzó saberes científicos y no científicos y, sobre todo, removió mitos de la homofobia, retóricas de exterminio y discursos moralizantes. En nuestro país la fuerte presencia de activistas organizados en grupos y redes de injerencia pública conformaron un paisaje que tensionó los estigmas de la enfermedad al presionar por derechos y mejoras en la calidad de vida.

Alejandro Kuropatwa sin titulo1999

Durante esta década la comunidad artística de Buenos Aires se vio afectada por la pandemia.

Alejandro Kuropatwa, Liliana Maresca, Omar Schiliro, Feliciano Centurión, Santiago García Sáenz y Sergio Avello son algunos de los artistas que produjeron con un diagnóstico a cuestas, resistiendo los embates del virus, que significó, evidentemente, un punto de inflexión en sus trayectorias y agitó afectos que incentivaron la producción como un modo de anclarse a la vida. Las obras que integran esta exposición desbordaron los contornos del medio artístico –donde su recepción fue inestable y escasa– para hacer legible desde lo público y lo privado distintas maneras de vivir.

Las fotografías y videos de Kuropatwa hacen referencia a una sobrevida inexplicable hasta la implementación de la terapia combinada en 1996. Exhiben con obstinación una intimidad encarnada en pequeñas fantasías reparadoras en las que tanto la potencia vital como la fragilidad están presentes en una flor rozagante o una píldora. La misma impronta se encuentra en los retratos que le tomó a Liliana Maresca algo desnuda, generando una suerte de baile ritual que fugazmente aliviana las huellas del sida sobre su cuerpo. Como contraposición a la dureza de las campañas oficiales, Yo tengo sida (1994) de los Fabulous Nobodies, una agencia publicitaria ficticia formada por Roberto Jacoby y Kiwi Sainz, intenta deconstruir la ajenidad del virus para llevarlo hacia lo común, ahí donde se borran los límites de la inmunidad. En un contexto atravesado por la discriminación, las remeras diseñadas por Jacoby desplegaron un componente que escaseaba en la comunicación, la solidaridad. Tanto este proyecto como las fotografías realizadas por Kuropatwa a partir de su Cóctel (1996) constituyen momentos emblemáticos dentro del horizonte visual del vih, ya que como buenos artefactos lograron disolverse socialmente amplificando su mensaje.

Alejandro Kuropatwa sin título 1999

En las imágenes seropositivas no hay reclusión, sino una experiencia abierta a multiplicarse. Desobedecer la fuerza moldeadora de la injuria y el aislamiento, hacer de la historia clínica un material poético, ponerse una camiseta para salvar las distancias, son algunas de las operaciones que se propusieron resistir en épocas donde la vida quedó despojada de sus marcas de protección.








Fuente: Revista Ramona http://www.ramona.org.ar/ publicado en noviembre de 2017


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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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