Las sílabas se gastan de boca en boca, hay frases enteras
que caen de golpe en un bostezo, letras borradas de un plumazo, sintaxis que tartamudea, concordancias imposibles, tiempos verbales que ya no son
hay mayúsculas de bronce que pesan más que el remordimiento
hay estructuras de la lengua condenadas para siempre a la voz pasiva
hay sujetos que se creen la acción del verbo, versículos encaramados en un discurso, capítulos finales que no resuelven nada, silencios que se traducen a sí mismos, páginas en blanco que aún esperan, singulares que en plural cambiarían la vida, futuros perfectos que están en la punta de la lengua y no atinamos, gerundios que postergan y no definen, participios moridos de nacimiento, puntos suspensivos sobre el abismo, lenguas muertas, filologías clásicas,
hay frases hechas que arropan peligrosamente a los amantes y amantes que desnudan nuevos lenguajes:
mar de amar, rama que es arma, ama que amarra, telos que hotelan con haches que sobran y hechos que echan y que hachan, mientras quien calla traga saliva, pero no siempre otorga.
Está demostrado que una palabra puede luchar contra otra palabra
-memoria y olvido, hambre y piedra, caricia y ausencia, muerte y dolor, amor y conocimiento, gota y océano-
pero difícilmente contra un gesto de desprecio o, mucho peor, de indiferencia:
en última instancia, toda oración, aun la principal y más devota, es una proposición subordinada.
* Publicado en La academia de Piatock. Fundación Editorial el perro y la rana, Caracas, 2008.
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