“La utopía es un falansterio razonable donde algo puede concretarse
solo con el deseo de hacerlo”.
Ana Longoni sobre Roberto Jacoby,Museo Reina Sofía 2011
Roberto Jacoby parece no haber parado nunca. Escuché a Ana Longoni decir que Roberto no lleva registro de lo que hace, que no se da tiempo: de una cosa pasa a la otra y a otra y a otra. Muchas de las historias que tenemos de Jacoby se las debemos a las investigaciones de Longoni, quien se dedicó a poner todas las piezas en orden, curando su trayectoria para la exposición “El deseo nace del derrumbe” en el Museo Reina Sofía (2011). Aunque Jacoby crea que quienes llegan a los espacios centrales del arte son los muertos -muertos en vida, muertos reales- él fue el primer argentino en tener una exposición individual allí.
Cuando vemos a Roberto mirar a cámara nos encontramos con la cara de alguien que está a punto de hacer una picardía, casi a punto de montar una broma. Otras veces puede parecer un tipo grande, tierno, escurridizo ante los halagos y con una capacidad de relato conmovedora. En una entrevista, en donde se le reconoce esa cara de pícaro, define al arte como la única actividad humana legítima que no persigue ninguna finalidad en sí misma. Jacoby, ganador de la Beca Guggenheim (Fine Arts category, 2002), ha comparado a algunos artistas famosos con agencias de publicidad con cientos de asistentes y una “creatividad” que no produce “actos de creación”. Interesado en el arte que está en los procesos de surgir, Jacoby distingue entre obra pública -la del circuito institucional y del mercado- donde se la presenta ya “digerida” y el artista debe falsificarse a sí mismo, de la obra secreta. Para nosotrxs, la inabarcable.
Nacido en Buenos Aires en 1944, sociólogo de profesión, con gran interés por los medios de comunicación y de masas, Jacoby desarrolló el Primer Manifiesto del Arte y Los Medios en 1966 junto a Eduardo Costa y Raúl Escari donde se adelantaron a Debord en pronunciarse y demostrar que los medios construyen acontecimientos. Parte de la “Generación Di Tella”, cercano a los happenings y antihappenings, a desmaterializaciones y performances recibió el abrigo de Oscar Masotta con quién viajó a Nueva York en 1967, al Be in donde a donde llevó su “Mao y Perón, un solo corazón”, foto que ilustra la tapa de su libro ensayo sobre filosofía política “El asalto al cielo” escrito entre 1975 y 1985 y editado en 2014.
Formó parte de Tucumán Arde (1968) donde realizó investigaciones de sociología política junto con artistas e intelectuales que, indiferenciados entre sí, expusieron/denunciaron en la sede de la CGT de los argentinos, datos e imágenes de la desastrosa situación social en el Jardín de la República. Documentalismo que se volvería, de cierto modo, un opuesto del conceptualismo que vendría después.
En los 70 trabajó como periodista. Escribió sobre teatro en el diario La Opinión donde llegó a tener de jefe a Juan Gelman. A mediados de la misma década, intentó volver a la sociología pero una hepatitis lo dejó varios meses en cama y terminó escribiendo letras de canciones, poesías y cuentos. Allí, apartado, hizo que suceda otra vi(d)a en la misma vida. Poesías que tomaron su curso y mutaron a canciones cuando se encontró, junto a Federico Moura, en un activismo tan radical que tomaba a la alegría como herramienta de transformación social. Explica en una entrevista hablando del cantante de Virus, que encontró en él la expresión de una elegante radicalidad política que tendía a ser banalizada, quizás por incomprendida y por adelantarse a su tiempo. Alegría estratégica en tanto “momento de encuentro de libertad en medio de la quema de libros” como reparó Ana Longoni en la presentación de “El deseo nace del derrumbe” (Libro y Exposición, 2011). Ana explica allí que las intervenciones de Jacoby y sus cómplices operaban como estrategias de la alegría en los circuitos subterráneos, casi invisibles donde se recomponían los lazos que la dictadura asesina buscaba desactivar. La comisaria agrega que operaron como algunos modos de resistir al terror de Estado: vivir en comunidad, inventar formas de resistencia. Para Roberto, estas tácticas alegres, serían experiencias moleculares que buscaron producir redes de afecto y solidaridad. Como el Museo Bailable, donde a fines de los 80 superponía y transformaba a diferentes espacios bailables en espacios donde se producían hechos artísticos.
En 1994, junto a su compañera Kiwi Sainz viralizó las calles de Buenos con camisetas y afiches publicitarios que decían “Yo tengo SIDA”, golpeando así las barreras de estigmas y exclusiones.
A fines de los 90 investigó sobre comunidades experimentales. Creó la fundación START (fundación sociedad tecnología arte) con sede en su mismísimo dormitorio. Esta plataforma le permitió engendrar monstruos enormes, tecnologías de la amistad:
chacra 99, un “laboratorio tecno bucólico de experiencias multi-sensoriales” que funcionó en el último verano de la década del 90, por donde pasaron más de 40 artistas que se instalaron en una casa de campo en las afueras de Buenos Aires para realizar diferentes proyectos creativos.
Revista Ramona (2000), publicación mensual que tuvo su versión en papel por más de 10 años (con 101 números) dedicada a las artes visuales con la finalidad de “reflexionar acerca de las condiciones de producción en el mundo del arte”, en ella escribieron Nelly Richard, Claire Bishop, Suely Rolnik, Gianni Vattimo, entre otrxs.
Proyecto Venus, también llamado proyecto V (1999), en este buscó llevar al máximo la capacidad del arte de inventar nuevas formas de vida, la invención de una sociedad paralela desde donde sostener trueques económico-profesionales, a través de la formación de redes, mucho antes de que Facebook existiera en la nube. Venus acuñó su propia moneda y llegó a tener más de 500 artistas-participantes-venusinxs.
Bola de Nieve (1998) una web aún activa, que produce “reacciones en cadena” donde un artista referencia a otrx y ese otrx a otrx. Funciona enlazando a partir del reconocimiento y la legitimación entre pares para dar lugar a una “constelación de afinidades estéticas y sentido”.
Y Vivo Dito (2008), un “archivo sobre performance realizadas en Argentina o por artistas argentinos en el mundo”, web-base de datos que lleva el nombre en homenaje a las intervenciones urbanas que realizaba el artista Alberto Greco.
Roberto tuvo su primera muestra individual “No soy un clown” en la mítica Belleza y Felicidad en 2002 y hacia 2010 fue convidado a participar en la 29o Bienal de San Pablo donde también fue invitado a retirar la instalación presentada… Para la bienal, Jacoby presentó con la BRIGADA ARGENTINA POR DILMA la obra "El alma nunca piensa sin imágenes", que simulaba una unidad básica in situ donde se realizaban diferentes actividades. El eje de ese año era “arte y política”, Roberto destinó todo el presupuesto de obra a pasajes de avión y alojamiento de alrededor de 30 artistas e intelectuales que formaban la brigada proselitista. Luego de montada la obra, los comisarios se vieron obligados a pedirle que la retire del pabellón porque incumplía las leyes brasileñas de proselitismo político que prohíben toda propaganda política (que no sea por radio o TV), por lo cual requisaron el material impreso y cubrieron las imágenes de los candidatos.
Premio a la Trayectoria Artística Fondo Nacional de las Artes 2013, inaugura en la antigua casa de Victoria Ocampo, hoy Casa de la Cultura FNA, en 2014, la ya icónica Diarios del odio junto a Sid Krochmalny curado por Mariela Scafati, a partir de comentarios de lectores seleccionados de diarios en la web, explicaba en una entrevista "todo este trabajo está hecho con palabras, con una zona de las palabras que tiene que ver con la basura, algo muy frecuente en el arte contemporáneo: muchos artistas trabajan desde elementos de la basura. Esto tiene que ver con el propio contenido de los mensajes: degradación, putrefacción, a la idea de limpiar a la sociedad de las plagas".
Así como Duchamp existió como Rrose Sélavy, Roberto devino alguna vez Berta Jacobs, personaje que le sirvió para seguir el manual de instrucciones para una conferencia, creado por Paul B Preciado en 2018. El mismo año en que presentó su álbum “Golosina caníbal”, con Nacho Marciano, al mismo tiempo que Exposición, Poema Rosales, Rara, El castillo inflable y Tadzio, sus poemarios.
Roberto expresa en otra entrevista con esa picardía que le adivinamos, que odia el arte político porque piensa que allí ocurre una regulación del arte. Dice que cree nefasta la idea de producir un efecto, decir una verdad y, si el arte es político, reduce su fin. Pero cree que es en la elección de los materiales donde yace el acto político, entiende que en la definición del público yace la ética y concibe que Medios-Públicos-Materiales son un fenómeno político. Cree que en la figura del arte político se esconde una “comodidad curatorial”, que adecenta el rol de curador y lo corre del de comisario.
Este “escapista del aburrimiento”, este ensamble admirable de picardía, audacia, frescura, diversión, activismo, intelecto, pop, conceptualismos, humor, erótica, vértigo, canciones y bailes. Este inabarcable e incansable Roberto Jacoby se dibuja y se diluye en algo de esto que, hace días, intenta decirse en estas líneas.
“ya no sé si es hoy, ayer o mañana”
Líneas arrebatadas, que ya prefieren moverse al ritmo de “Sin disfraz” antes que seguir intentando aprehender todo aquello que Roberto ha creado, todas aquellas anécdotas en las que lo hemos cruzado y todo aquello en lo que Roberto podría devenir en estos años.
(Se puede ver galería con imágenes de esta inmensa obra en Estéticas)
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