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Foto del escritorRevista Adynata

Salud mental y justicia social / Sofía Vitali Constanza Banús

“…la buena voluntad no sirve de nada si no hay absolutamente ninguna oportunidad de

desarrollo. En cuanto a los artistas mediocres, a cuyas filas crees que no debería querer

pertenecer, ¿qué diré? Eso depende de lo que uno llame mediocre. Haré lo que pueda, pero de ninguna manera desprecio lo mediocre en su sentido simple. Y ciertamente uno no se eleva por encima de ese nivel despreciando lo mediocre, en mi opinión, al menos hay que empezar por tener algo de respeto también por los mediocres, sabiendo que eso, ya significa algo y que eso no se logra sin mucho esfuerzo…”

Cartas a theo-Vincent Van Gogh


Quizás un día se declare el derecho a no hallarse.

Se necesita imaginar un estar en común de soledades que no se encuentran a gusto o no quieren permanecer en un sitio. Incluso un común sin obligación de lo común para quienes no pueden, no saben, no desean, estar en cercanías. “No me hallo en ninguna parte. No me siento bien en la casa con los muchachos, en el barrio. No tengo a dónde volver”. El derecho a no hallarse requiere la invención continua de espacios de pasaje y no enraizamiento. Supone el derecho a juntadas imprevisibles, a vagabundeos que pasan por un lugar solo para estar un rato.

Andanzas - Marcelo Percia


“Si la producción de subjetividad es un componente fuerte de la socialización, evidentemente ha sido regulada, a lo largo de la historia de la humanidad, por los centros de poder que definen el tipo de individuo necesario para conservar al sistema y conservarse a sí mismo. Sin embargo, en sus contradicciones, en sus huecos, en sus filtraciones, anida la posibilidad de nuevas subjetividades. Pero éstas no pueden establecerse sino sobre nuevos modelos discursivos, sobre nuevas formas de re-definir la relación del sujeto singular con la sociedad en la cual se inserta.”

Silvia Bleichmar



Trabajamos en Argentina, en este tiempo, como en otros tiempos, los actos de crueldad se fogonean, como una intervención que intenta domesticar sensibilidades, pero, domesticarlas para el sometimiento, para la aniquilación de derechos, para la espectacularización de lo odiante, para la sumisión a la tragedia, y, lo que es peor, una tragedia gestionada en el proyecto político de un país, que supo, cada vez que pudo, construir la justicia social como un reparo ante vidas despojadas.


¿Por qué hablar de política y salud mental es hablar de justicia social?


En el año 1949 se realizó una reforma constitucional que expandía el acceso a derechos, incluyen, por primera vez en la Argentina, los derechos que hacían hincapié en lo social, defendiendo los intereses de la familia del trabajador, la universalización y regionalización de la enseñanza gratuita, la promoción de la cultura, la previsión social, el derecho del trabajador, la familia, la ancianidad, la infancia, entre otros derechos políticos, sociales y económicos. En 1949, la Constitución Nacional de Argentina garantizó la igualdad de oportunidades para que las mujeres y los hombres pudieran acceder a cargos electivos y partidarios. En 1951, las mujeres votaron por primera vez en las elecciones presidenciales de Argentina. En esa elección, el 90% de las mujeres acudieron a las urnas, frente al 86% de los varones. Por primera vez, también hubo mujeres en las listas y que resultaron elegidas.


Dicen que. en Argentina 2024, las mujeres representan el 71% de los trabajadores de la salud, pero solo ocupan el 25% de las direcciones ejecutivas en los hospitales.


Quienes trabajamos en los dispositivos de “salud mental” asistimos a tramas atravesadas por el corazón mismo de las políticas públicas: el acceso a la justicia, a la educación, a los medicamentos, a la vivienda, a la alimentación, entre otros, son parte de aquellos tejidos que cargan las esquirlas de una postergación sintomática.


Si usted está angustiado, incluso sintiendo más ganas de pegarse un corchazo que de acceder a un trabajo digno y un plan de vivienda es, sencillamente, porque las opciones de vivienda, trabajo digno y todos aquellos derechos que se incorporaron en el año 1949, hoy están siendo arrasados por la estafa piramidal del individualismo.


No alcanzó con el golpe de Estado de 1955 (que derogó todas las reformas antes mencionadas), ni con el golpe de Estado de 1976, fue y es necesario, para perder tanto, haber convencido a gran parte de la población que mejor que decir o hacer, es aniquilar.


Los dispositivos de salud son bastiones de resistencia cultural e ideológica en términos de acceso a derecho. La ley de salud mental no es nada sin las voluntades de quienes la llevan a las prácticas de lo cotidiano “con lo que hay”. Y así, con lo que hay se generan lugares donde habita el “no lugar”.


Más allá de lo tradicional en cuanto a la práctica profesional, además de los “grupos terapéuticos”, los “espacios individuales”, las reuniones de equipo y las supervisiones entre paciente y paciente, se provocan encuentros en los talleres que se ofrecen a la comunidad. Algunos son: tallado en madera, trámites administrativos, electricidad, canto, huerta, expresión musical, expresión artística, yogaterapia, que son realizados por personas del Centro comunitario, por personas del municipio y por voluntarios.


En esta experiencia que compartimos, haremos el foco en los viernes, este día ensamblamos algunas actividades: taller de juegos, taller de estimulación cognitiva y arte terapia. Abiertos a la comunidad, heterogéneos, gratuitos. Por lo general, al taller de juegos asisten más jóvenes y al de estimulación personas mayores, en arte terapia confluyen ambos grupos de participantes.


Cuando decimos público y gratuito, de alguna manera mentimos, porque en lo público y lo gratuito hay un espacio para lo íntimo y lo que se paga, lo íntimo con esa intimidad de lo indecible, y el precio que el Estado paga, tomando la decisión política de invertir dinero en la salud para la comunidad.


En estos talleres se encuentran vidas que, tal vez, al único lugar al que van es a este, no socializan casi, o nada, no realizan actividades “esperables” para personas de su edad, no toleran esas imposiciones o no pueden tomar esas opciones. En estos espacios se encuentran, hablando de si mismos/as, pensares, sentires, saberes, miedos, recuerdos, anhelos.


Habitamos un espacio de salud que no está pensado para la enfermedad, sino “con”, con las personas y sus características, con, también sus categorías diagnósticas, con instantes que se vuelven un lugar a donde regresar.


¿Serán estos espacios productores de nuevas subjetividades? ¿Dónde poder desarrollar lo propio y lo colectivo, conectar con la capacidad de crear, de sentir, de expresar, de desear?


En tiempos de crueldades desalojando vidas, aniquilando derechos, encarnizándose contra los cuidados, creamos burbujas de tiempo y espacio, donde, creemos en ese estar.


Un espacio de restitución de derechos a través de lo posible, que emerge en el encuentro de esas vidas que se entrecruzan, se aprende a transitar, a escuchar, a querenciar.


En ocasiones, un espacio de restitución de infancias, de eso que no fue pero sigue pujando por satisfacerse. El pibe que fue salvado por un tío de la casita que se quemó, y murieron sus hermanitas, dibuja cada vez, los recuerdos carbonizados de la familia que no fue, del padre que apaleaba a su madre, de la madre que se fue después del hogar, ese pibe es un hombre, este hombre, siempre pibe de la calle, vuelve cada viernes, también otres que han visto como la diabetes de su madre la dejó ciega y asustada, y ellos están asustados también, todo les da miedo, que los edificios caigan sobre si, al salir a la calle, o desmayarse y no poder seguir, pero vienen cada viernes para volver a jugar y creer creando, también jubilados sin jubilación ni privilegios que ríen como niños, un joven que viene porque se murieron su papá y su mamá y quiere crear cielos y suelos cada vez.


Lo singular no es sin el otro, sin el entramado que sostiene. No es sin prestar palabra, un cuerpo, ideas, miradas, que abran paso a “lo otro” sosteniendo ante todo el carácter político de pensar en clave de salud mental, casi como si la enfermedad no fuera un obstáculo.


Pensar, pintar, actuar, jugar, crear, compartir, en fin, producir salud como modo de resistencia a tanta aniquilación, al arrasamiento que propone el contexto, otra vez, como una aparición de lo siniestro.


A veces nos recuerda a la canción “bienvenidos al tren” de sui generis

“Pueden venir cuantos quieran

Que serán tratados bien

Los que estén en el camino

Bienvenidos al tren”


Que pretensión la nuestra, insistir con crear algunos modos de justicia social, que es, en definitiva el de siempre: acceder a derechos que no sean concebidos como privilegios, sino como un piso necesario para andar. Un piso ¿entendés? Un piso para empezar.


Los bombardeos en la plaza de mayo en el 55, los centros de tortura donde aprendimos historia desgarradamente y hoy se rematan como un gasto descartable. Políticas de Estado enloquecedoras versus políticas de Estado del cuidado.


¿Acaso alguien puede creer que hay salud mental sin justicia social?


Que pretensión la nuestra, jugar sin apuestas nocivas, compartir sin especulaciones mercantilistas, hablar sin sometimientos pedantes, escuchar la crudeza sin gozar con el dolor… después de todo, la justicia social implica, también, y sobre todo, alojar aquello que no puede más.



Eduardo Gil Sombras canas. 2° Marcha de la Resistencia. Buenos Aires 9/10 de diciembre de 1983 Fotografía. Gelatinobromuro de plata sobre papel Dimensiones: Imagen: 22,6 x 34,1 cm / Soporte: 30,5 x 40,6 cm

Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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