Atenciones y alertas
Uno de los hermosos regalos del psicoanálisis reside en la expresión “atención flotante”.
Bion, siguiendo esa idea, sugiere una escucha “sin memoria y sin deseo”. Un ejercicio de suspensión moral, un vaciado de todas las ilusiones del sí mismo.
Sin memoria y sin deseo se podría leer como sin memorias personales y sin deseos propios, como membranas de pasaje de memorias y deseos de una época.
Sensibilidades, a veces, confunden atención con alerta.
Alertas presienten peligros, permanecen con la piel erizada, pasan el día y la noche en guardia prontas a defenderse o atacar.
Alertas, a veces, escuchan sirenas de la historia.
Atenciones detectan lo súbito. Se demoran en inquietudes y sosiegos. Tienen la piel porosa, practican cuidados, descansan conciliadas con el miedo.
Saben incertidumbres y saben la espera.
Alertas simplifican abundancias de lo vivo, se especializan en lo que daña.
Atenciones no pueden absorber lo inconmensurable, deambulan permeables a las contingencias, sueltan sentidos en un instante de eternidad.
Tanto alertas como atenciones chocan contra lo irreductible. Eso que no se llega a escuchar.
La efímera llama que se apaga en el silencio.
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