Lo llamaban “Toco y me voy”.
Concurría a las asambleas, a las sesiones de terapia, al espacio de la radio, al taller de música, al grupo de conversaciones sobre la vida, apenas minutos. Llegaba alegre e interesado, pero enseguida se iba.
Nos saludamos en los jardines del hospital. Se detiene para hablar: “A usted lo tengo visto, viene todos los martes para una reunión de equipo”. Respondo que también lo conozco, que escuché que le dicen “Toco y me voy”. Y, como disculpándome por haber cometido una infidencia, pregunto si sabía que lo llamaban así. Me contesta que claro que lo sabía. Reconozco que me gustaría saber qué opina sobre que lo nombren de esa manera. Entonces, explica:
“Creen entender, pero no entienden. Los que saben me gritan ‘¡Chau Pentrelli!’.
A veces, se necesita pensar con los pies.
‘Tocar’ significa pasar la pelota suave y precisa en dirección de alguien que juega para el mismo lado; mientras ‘me voy’ quiere decir soltarse y adelantarse para volver a recibirla cerca del arco con oportunidad de gol.
Algún día van a entender la jugada. Y me la van a devolver tan justita que me voy a ir de acá cumpliendo lo que vine a hacer en esta vida”.
Tras decir esas palabras, siguió caminando.
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