Pandemia obligó, casi sin márgenes[i], a otros modos de cursar en la cátedra gruposdos de la facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, espacio que nos encuentra en el desafío no sólo de seguir pensando[ii] sino además de marcar ese espacio sin la presencia de eso que solía habitar las aulas que conocimos hasta 2020.
Resuena y se transforma aquella pregunta que abría otras cursadas: “¿Grupos Dos se compone como ensamble de estudiantes, docentes, profesoras y profesores, amigas y amigos, que cursan la asignatura siempre por primera vez[iii]?“ (2015)
Ya en ocasión del inicio de los teóricos en el aula 14 con la instalación “Las a(u)las del deseo” (primera curaduría de V. Nicolás Koralsky) intentábamos hacer presente lo que acontece en las aulas: “La experiencia requiere tener presente en todo momento (especialmente en los que participan de la organización) la condición de simultaneidad. Se apunta a que ocurran simultáneamente diversas situaciones: escritos, palabras dichas, conversaciones, mensajes en los celulares, imágenes, lecturas acompañantes por micrófono. Todo lo que sigue no debe entenderse como consecutivo sino como producción en simultaneidad.” En una crónica posterior a aquella instalación, un testigo que da su presencia escribía:
“Una voz irrumpe:
La cátedra Teoría y Técnica de Grupos II te invita a participar de la convocatoria “Las a(u)las del deseo”. Todo el que quiera podrá escribir o dibujar, sobre cada hoja, aquellos deseos que no suelen entrar en las aulas.
Otra voz:
No tengo ningún deseo en esta aula. Mi mayor deseo es no exponerme. Lo único que quiero es que me digan qué tengo que leer para el primer parcial. Siento vergüenza. No me gustan los grupos. No quiero hablar con nadie. Vine a escuchar contenidos teóricos y no a jugar, dibujar o escribir estupideces.
(…)
Un árbol lleno de deseos se desprende de una pared, cae y abraza a un hombre. Un docente sonríe, saluda, agradece y calla. Una película termina en un instante preciso. Un ruido se pone de pie y se retira, atraviesa una puerta y se multiplica en el eco de un pasillo. Un cuaderno que dice: Cátedra Grupos II, Teórico I, 31/03/10 se va, vacío, al no poder ahijar un murmullo”.
Gruposdos acumula la experiencia de tres cuatrimestres de cursada virtual en pandemia. Cursar de modo virtual una materia implica seguir pensando y volver a pensar cómo conectarse.
El 2020 nos abismó a implementar formas pedagógicas exclusivamente virtuales, no ensayadas en el sentido de lo exclusivo, aunque en estado de preparación en cuanto al salirse del curso habitual de lo instituido del dar clases. “(…) Pensar supone trabajar en contra de los automatismos de la espontaneidad, desgarrar las buenas intenciones, los buenos sentimientos, liberando el dolor de lo que no sabemos, la inquietud apasionada no de la falta sino del no faltar a la cita, al desafío, al momento preciso de tomar posición.
¿Qué estamos discutiendo en la Facultad al proponer lo que proponemos? (…)
Dar clase es soportar una inseguridad fatal, una consistencia hecha de inconsistencias meditadas. No se trata de ser una cátedra especial o la mejor cátedra de toda la facultad, sino de decir lo que pensamos y corrernos a un lado: no iremos delante de nadie.” Se escribía en el Manifiesto tras la evaluación del 2011.
Seguimos insistiendo en organizarnos en torno a lecturas imprescindibles y lecturas acompañantes a las que, ahora, sumamos lo que traen los dispositivos virtuales. Comodidades, incomodidades que han puesto de relieve que lo que sucedía en aquellas aulas reales no podemos trasponerlo a lo que permite y no permite lo virtual. En este sentido, seguimos considerando necesarias y no obligatorias las formas de estar y hacerse presente -prendiendo o no la cámara (aunque que no se reduzca a ello)-.
Ocupar el lugar docente algunas veces implica, como gesto clínico, no solo dejarse incomodar sino acompañar derivas que hacen/ inventan lugares, modos de estar como se presentaba gruposdos en 2017 “No se trata de dañar ni lastimar suavidades que desean aprobar una materia más, pero (a la vez) no se pueda estudiar sin sentir una especie de dolor o incomodidad.”
Seguimos insistiendo en que lo imperativo no pase por lo definitivo sino por trabajar las acciones infinitivas: saber, estar, leer, pensar en la facultad. “(…) textos, buscan lectores. Esperan otros encuentros, nuevas lenguas. Porque no se conforma la lectura con lo que se lee, estos textos piden ser provocados con otros, por otros, reclaman un habla de comentario. La propuesta consiste en leer, como opción de elegir, discernir, preferir. Y escribir, componer- inscribir, como tentativa de pensar. No hay preguntas que acompañen cada fragmento; éstas se dibujan entre los intersticios, asoman en lo no escrito, moran en las que cada uno de Uds. porta, retornan, tal vez, en aquellas otras consideradas y debatidas en clases. Evanescentes, se escurrirán o nacerán, en el diálogo posible que texto y lector, entablen. O no.” proponían en 2012, en la sede San Isidro, las consignas para un parcial.
Este cuatrimestre, tal vez, nos encuentre más en harapos que hace tiempo, quizás todavía algunas señas insistan: “Se trata de la invención de estados de grupo propicios para la lectura. Movimientos asociativos en simultaneidad dispersiva. ¿Cómo se inventa algo así? No se inventa, se tienta la posibilidad. Se llama a la invención como se llama a una vocación o disponibilidad. Se trata de un llamado a las condiciones que impulsan la posibilidad.”[iv]
La vida sigue transcurriendo y tantas veces, lo clínico deja de atender que sigue ahí la fuerza, insistente e incapturable, de lo misterioso y del azar. Y este cuatrimestre, mezcladas con ello, entre los revolcones que nos damos discutiendo y viendo qué hacer con obediencias y cuidados, algo pulsa recordándonos que al borde del apocalipsis –se haga presente o no- conviene seguir intentando hacer lo que nos dé ganas/lo que nos dé la gana, en el desafío de hacer relevo a conceptos, ideas, autores que desmarcan tradiciones y legados, marcando recorridos posibles[v].
Un mensaje al futuro nos llega desde los presagios de un segundo cuatrimestre, allá por 2016: “¿Cómo actúan las reglas y procedimientos que producen lo que nos piensa? ¿Cómo la obligación (y su contracara, la trampa) gobiernan el presente?
En la obligación no reside el mal: provee estados de sujeción y dominación que amparan (cierto, a veces ahogando).
La voz portuguesa obrigado sirve para agradecer. Si la gratitud no queda capturada por la alabanza, detona gustos: entre ellos, el que tienta otros sabores, en tiempos venideros.”
Ya, alguna vez, necesitamos un mínimo glosario y algunas señales sin harapos que se leían en aquellas hojas[vi] que oficiaron de pista, en las que se advertía que “El cuidado puede estar gobernado por el miedo y por el don.” En ellas se afirmaba también que “La universidad guarda la triste y desencantada historia de lo ya pensado. La universidad aloja la posibilidad del centelleo de pensamientos inesperados.”
Ya, alguna otra vez, se afirmaba “Una vez más, en una cátedra que sigue sin llamados a concursos docentes, comienza la cursada con una invocación al deseo”, en aquel momento la historia de gruposdos enraizaba en lo que pretendía de nosotrxs estancias en común “La historia de una cátedra, una materia, una asignatura, una banda de desclasados (o como se llame), se entrevé en la historia de los libros que la pretendieron. (...) La locura de las lecturas bíblicas vibra en la desquicia ilustrada de las universidades o sociedades del conocimiento. Si la conquista no se piensa como tomar posesión por la fuerza, el miedo o la inercia de un territorio, ¿se podría pensar como un estado amante, como un estado de la amistad, como conquista de la potencia de pensar, del deseo de abrazar sin capturar?”. ¿Qué conexiones y estados pretenderá Esquirlas pliegues de la peste en este primer cuatrimestre del 2021? ¿Qué vacunas y efectos secundarios? ¿Qué nuevos protocolos?
Si ya -antes de ahora- quedábamos en jaque y (s)urgían ciertas preguntas: “¿Cómo se recorre una asignatura que no va desde un punto a otro? ¿Una materia que se desvía de los rumbos trazados siguiendo impulsos de los tiempos que se viven? ¿Cómo se recorre una extensión que presenta derivaciones continuas?” en este primer cuatrimestre del 2021 no queda más que recorrer “La pandemia de los grupos. Punteo para pensar una cursada centrada en una común inmunidad” y ver qué pasa. Entre tanteos y viviendo en las preguntas. Aún con la extrañeza y el dolor de lo vivido y en la incertidumbre de lo por vivir, buscando la ilusión de lo previsible de un común cronograma del que agarrarnos en lo imprevisible de esta peste.
Otro mensaje nos llega en la escritura que alguna vez nos convidó Patricia Mercado:
“Ir a dar a un aula como a una contraseña. Ir a dar a un lugar para el ímpetu de los propósitos. Claustro de la lengua materna, el abrigo de un alfabeto que nos exima del silencio.
Fragor del Nosotros Esto. Ellos, aquello y lo otro.
Este cuatrimestre todos, otros, algunos, incontables, fuimos a dar al aula 40.
Como si esa coincidencia alcanzara para encontrar el rastro.
Como si cuarenta fueran las cosas que buscamos.
Uno, la lengua
Dos, el amor
Tres, el claustro.
Y treinta y pico más, cualquiera, objetos en un bazar infinito de trastos inservibles.
40, el aula. Como si esa intersección abrigara una seña. Provisión mínima, de esas que dan de comer al fuego.
Teníamos., ése día, tenemos, todavía, las barajas de textos, ideas, quehaceres varios.
El talismán de un par de libros.
Darnos el saludo. Darnos la espalda. Darnos respetuosamente una proximidad incómoda. Cartas marcadas de una partida insulsa.
Salvo que de a poco, de repente, nos den ganas.
Darnos ganas de. De a poco, de repente,
Una cursada.
Uno, lengua, no La.
Dos, amores.”
Últimos días del verano 2021
[i] “Se nos da un margen para poder dar rienda libre a nuestros pensamientos, pero nos cuesta tanto, que a veces decidimos mantenernos al margen. Tal vez por pensar que lo que pensamos no es “pertinente”. “¿A quién le va a importar?”, “¿Para qué?”, “¡Mirá si digo ‘cualquier cosa’!” “Esto no tiene nada que ver…”, “¿Cómo voy a opinar? Si hablan de Deleuze y Guattari y no tengo idea de quién es, ¿es uno o son dos? ¿o es una comida china?”, “¿Y si me equivoco?” Se propone que en los textos escribamos en los márgenes, en esos espacios que quedan en blanco. Esos espacios vacíos, silenciosos y, a veces, silenciados. Escribir al margen puede ser escribir la propia lectura. Es mezclarse con lo que pasa desapercibido, es cuestionar el texto, cada palabra. ¿En qué época escribió? ¿A quién va dirigido? ¿Para quién escribe? ¿A quién margina? ¿Qué dice? ¿Qué puedo decir?" posteaba el 22 de abril de 2010 a las 4:27 am en la red ning Ro Feltrez. En ese chat, comentaba Baltazar Santamaría: “Me quedé pensando en la metáfora del margen. Cuando se piensa al margen, cuando se echa el pensamiento fuera del cubilete de los dados ¿estaremos fuera del fascismo del lenguaje? Imagino una hoja rayada numero 3: Distingo el margen porque es más estrecho que el cuerpo de la hoja. Lo hicieron más estrecho porque no lo hicieron para escribir. Pero el tema es que si uno lo desea puede hacerlo (salvo en los tres agujeros donde van los ganchos.) Es verdad que la hoja ya está escrita: que uno pude mal que mal escribir en los espacios que hay entre palabra y palabra, entre letra y letra, pero que en definitiva la arquitectura del escrito nos indica por donde debemos circular. En cambio en el margen uno puede escribir un "No" y negar todo un renglón de la hoja, completito, o también escribir algo completamente nuevo. Es un espacio que nadie concibió para que usemos, pero que podemos usar. Supongo que el lenguaje tiene esos espacios. "
Y Gabriela Cardaci acercaba un fragmento de Onetti para seguir pensando los pensamientos al márgen: En Juntacadáveres, (1964), de Juan Carlos Onetti, Jorge, un joven escritor de dieciséis años piensa, mientras conversa en el bar de Santa María con el viejo Lanza (corrector del diario El Liberal, fundado por el abuelo de Jorge y dirigido por su padre), lo que el hijo de Carta al padre podría decir, no dice, nos hace decir: “Nada, ningún recurso sirve; sé que voy a morir joven, candoroso, ignorante, sin comprender. La vida que importa es la de los mayores y nada tiene que ver conmigo; si algunas veces consigo moverme allí sin incomodidad, casi convincente, es a fuerza de memoria, de imitación, de copiar actitudes, cuyo sentido profundo me es imposible fraguar (...) Yo sólo quiero cosas, novedades concretas, absurdos que me hagan distinto; quiero que me miren, quiero ser el escándalo, quiero que les sea imposible confundirme con ellos mismos, tenerme y pensarme como un igual. No me interesa un pasado, el mañana es siempre territorio ajeno. Tiene que ser ahora, cada vez ahora y en seguida. Sólo me gustan las palabras cuando se convierten en cosas; todas estas palabras del viejo Lanza, todas las del padre, las del Colegio, los amigos, casi todas las que escucho son blandas como babas, caen, golpean, brillan, se secan y no están más. También yo las digo y me desgasto diciéndolas y las babas ajenas y las propias sólo sirven para gastarme. Gastan mi tiempo; mi tiempo en soledad y en silencio, no existe, no se gasta”. «Pero, además, aparte, y siempre que yo pudiera aceptar este juego, esta vida que ellos inventaron, me gustaría también tener un pasado como un espacio vacío y llenarlo con algunos momentos del campo en mi infancia; con aquel Padre, aquella Madre que no tienen parentesco con los de ahora, con Federico y un caballo, el olor de animales muertos, mi envidia y mi orgullo al mirar a Federico. Esa superficie de tierra para mi pasado, ese amor al campo que disimulo y nadie sospecha”.
[ii] Planteaba Raquel Bozzolo en el 2do Encuentro de pensamiento de cátedra, en agosto de 2010 “Pensar problemas no quiere decir resolver problemas sino tirar algunas líneas para continuar un recorrido de pensamiento… una deriva, que vaya armando mojones (conceptos) para proseguir el camino sumando otros compañeros de ruta, con encuentros permanentes u ocasionales…”
[iii] Quizás esto pueda desplazarse a una versión punk (y no dramática) que invitaría a cursar –vivir, amar- siempre como si se tratase de la última vez, en pos de disfrutar con la fuerza del estar ahí.
[iv] Señas para andar en harapos. Segundo cuatrimestre 2014.
[v] Se lee en el epílogo al libro querido, “Ensayo sobre el pensamiento sutil. La cuestión de la causalidad. La causalidad en cuestión” (2013), De Brasi: esparcidor de pistas: Hay quienes reciben herencias y quienes se pasan la vida esperando o lamentando lo que nunca les llega, están los que dilapidan lo recibido o lo trabajan para conservarlo y acrecentarlo; también hay, entre los que no reciben fortunas, quienes inventan herencias. Escribe De Brasi: “Y creo que es necesario diferenciar claramente entre ‘precedentes’ y ‘padres precursores’. Los primeros modulan el pasado como lo que no acaba de pasar, de ahí que siempre estarán por venir, es decir: en cuanto sean trabajados como precedentes, en caso contrario serán meros antecedentes para un archivo. Los precedentes ofrendan una liviana orfandad, la tarea de ser padre de uno mismo. Los padres precursores, en cambio, han fundado las líneas, sólo dentro de las cuales el futuro es posible. Por eso sus hijos están siempre predestinados para… o destinados a… ser reabsorbidos en ellos, a precursarlos constantemente y a desempeñar la tarea de los héroes o de los ‘number one’, que, irónicamente, forman una verdadera masificación de ‘números uno’”-
Una de las mayores sutilezas del don de la paternidad es no impedir que los hijos sean padres de sí mismos. La causalidad tiene debilidad por las relaciones de apropiación, mientras la determinación es sensible ante cualquier forma de posesión.
[vi] 1. Hoja de fuga para estados de persecución. 2. Hoja de persecución de lo que vive en fuga. 3. Hoja de lecturas: ¿qué persigue la fuga?, 2015.