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Foto del escritorRevista Adynata

Sudeste, ese todo inexorable en el que el hombre-río converge / Ezequiel Buyatti

... porque el río teje su historia y uno es apenas un hilo que se entrelaza con otros diez mil


Haroldo Conti, Sudeste


En la novela Sudeste de Haroldo Conti, los personajes tratan de acomodarse al devenir del río. Se busca la soledad mediante una descripción minuciosa en lo visual y en lo sonoro que da lugar a la existencia de un catálogo de los componentes de la naturaleza. El espacio del Delta del río Paraná pasa a ser reconfigurado, reconstruido. Se entrecruza una zona real y una imaginaria en la que aflora un lugar como descanso pero también como utopía. De esta manera, se crea una nueva sensibilidad: el hombre-río como un todo que es parte y, a su vez, está subordinado a la naturaleza.

 

La contemplación, la observación del sujeto que no domina el espacio, sino que funciona como un ser que percibe el entorno es algo que atraviesa la novela. Es más, se produce una mimetización con el entorno. No hay frontera entre el río y los personajes. En este sentido, dicha percepción no está dada tanto por la racionalidad sino por el hombre que siente, que adquiere saber mediante la experiencia y que es parte de la naturaleza. Por lo tanto, se puede adherir a la postulación de Morello-Frosch (2000): “La cartografía traza así el periplo de un espacio interior que permanece, en su mayor parte, opaco. El espacio trazado y recorrido cancela la posible alienación del sujeto, en cuanto este es espacio y así se autodesigna” (p. 635). No existe la alienación para el Boga en el Delta, sino que recobra para sí un entorno que lo reconstituye como ente libre y completo:

 

Ahora era todo más agradable. A partir de ahora, sobre esta playa desierta, cocinando estos pescados, podía considerarse un vagabundo.

Él no pensó exactamente eso, sino que de pronto se sintió invadido por una extraña serenidad, una nueva placidez y una especie de risueño contento. Ahora ya estaba en aquello que, al parecer, había deseado por mucho tiempo. (Conti, 2015, p. 59)

 

En la novela se puede observar una tensión que responde a dónde se ubica literariamente el río. El texto posee características de una literatura urbana y, a la vez, intenta mantener la propia voz del río como espacio alejado de lo citadino. También, se puede señalar la tensión entre el Boga y el narrador. Este último completa la narración con información técnica que el Boga no posee. Sin embargo, también adquiere un punto de vista similar al de los personajes que se sitúan en el espacio del río. Sabe sobre la información que va apareciendo en la novela, tiene certeza en lo técnico y en el espacio, pero también aporta explicaciones filosóficas o existenciales mediante una identificación con los hombres del río: “No se puede decir que el río cambie de una manera en invierno y de otra manera en verano. Cambia. Esto es todo […]. Uno mismo es verano, uno mismo en invierno (Conti, 2015, p. 52). “Las velas se mantienen combadas y a veces se sacuden. Uno siente en la propia sangre aquella pareja y constante presión” (Conti, 2015, p. 55).

 

En Sudeste el espacio funciona como un cruzamiento de movilidades, como un espacio de pura experiencia en el cual se narra de una manera monótona pero fluida el sentir del agua que corre. Los personajes viven en armonía, van en contra de la desembocadura del río y sus presencias son borrosas, inciertas, indefinidas, sin nombres propios. Por otra parte, los barcos, quizás por estar contaminados por connotaciones técnicas-industriales, sí tienen nombres propios. Los personajes de la novela saben interpretar al río a través de una sabiduría interna que se demuestra en la parquedad de los diálogos. El espacio mediatiza una parca comunicación en la soledad compartida. Pareciera que esa sabiduría está inserta en la esencia de los mismos ya que no hay una historia previa en ellos.

 

Otro punto importante en la novela de Conti es el concepto del tiempo: con el espacio forman un todo que se hace presente en los momentos de la noche, en el amanecer, como en la madrugada. El devenir del tiempo-espacio se percibe a través de esa narrativa morosa de la novela, en la huella de lo sonoro y de lo lumínico de la naturaleza palpable, pero también en ese dejarse llevar por “la corriente sinuosa de los hechos externos” (Laclau, 2000, p. 702):

 

Hacía tiempo que había perdido la cuenta de los días pero, de cualquier forma, advirtió con toda claridad que se aproximaba el fin del verano. No era cuestión de fechas, sino un signo y después otro. Acaso lo advirtió antes que nadie precisamente porque no se enredaba con ese cálculo de los días, que no son un número tras otro, sino un continuo y pausado movimiento de la luz. (Conti, 2015, p. 115)

 

Una de las estrategias narrativas de Conti que permite la comunión entre la naturaleza y los personajes es la utilización de los adverbios. A través de estos modificadores se permite el ir y venir de las personas como así también de las aguas: “El Boga comenzó de nuevo, todavía más lenta y trabajosamente” (Conti, 2015, p. 32). “Remaba lenta y acompasadamente, a la manera de los viejos. Tenía mucho camino por delante” (Conti, 2015, p. 51). Además, a través de los adverbios como “aquí” y “ahora”, se introduce una perspectiva problemática ya que, como lectores, tenemos que rastrear las marcas de la voz narrativa. Estos recursos son utilizados por Conti para ligar las descripciones con la morosidad narrativa de la novela. En este sentido, resulta pertinente señalar que el contexto y la naturaleza definen en Sudeste una manera de narrar: un devenir espacial-temporal que hace al hombre-río un todo fusionado a la naturaleza:

 

La vida lo atravesaba a él como un río. El dolor y el placer se sucedían inesperadamente, uno traía al otro, cada cosa traía a la otra, de manera que si se mira bien todo era en el fondo la misma cosa, un agua oscura e incontenible, corriendo en forma interminable. Él aceptaba todo, en cierta forma era todo. (Conti, 2015, p. 105)

 

El río resulta aleatorio, incontrolable, fatalista. Los personajes “forman parte de un todo inexorable que marcha animado por cierta fatalidad” (Conti, 2015, p. 66). Existe en Sudeste una fascinación por su devenir permanente y por la personificación del mismo. A su vez, en la novela se lee una reflexión sobre el ser que acompaña la deriva del río, un vagabundeo, una existencia a la deriva que rompe con las convenciones de la sociedad: “[los personajes] van a recuperar el mundo del ser a través de la pérdida del mundo del tener. Se fundirán en el espacio, en la naturaleza, en la inmensidad” (Goloboff, 1997, p. 4). El espacio se construye mediante el vagabundeo y el ser se conjuga con ese espacio: “todo convergía hacia él” (Conti, 2015, p. 63).

 

Ese sentir permanente del ser no está sujeto a una metáfora de vida, sino a una literatura de vida, es decir, la propia naturaleza se lee como un texto. A partir de una filosofía fluvial que comprende una literatura de la vida, una literatura textual, el río adquiere la impronta de la libertad, es decir, funciona como una zona que está por fuera de la dominación civilizatoria de la ciudad, lejos de “los edificios más altos de Buenos Aires, bajo la constante opresión de una nube gris” (Conti, 2015, p. 7). El espacio como río-hombre adquiere una forma contestataria frente a un poder centralizado del cual el sujeto intenta alejarse, desujetarse. También el hombre-tiempo adquiere una naturaleza contestataria y un sentido anárquico ya que “se hace necesario recobrar un tiempo también incontaminado en un espacio restituyente” (Goloboff, 1997, p. 3). Tiempos-espacios restituyentes que vehiculizan, a la vez, destituciones de órdenes existentes.

 

Por último, en el final de Sudeste existe una identificación completa con el barco a partir de un diálogo mudo entre el agua y el Boga que da lugar a un momento único de gratitud. En este sentido, no solo existe una identificación entre el hombre-río y el hombre-tiempo, sino también entre el hombre-barco: “Él y el barco, este triste Aleluya, eran ahora una misma cosa que muere con el día. Las viejas maderas y las viejas historias se quejaron a través de él” (Conti, 2015, p. 251). Por lo tanto, todo ese espacio lejano y borroso en el cual confluyen el río, el tiempo y el barco se convierte en una gran morada para el Boga. Nunca intentó dominar la naturaleza, ni crear una civilización, sino transitar, vagabundear en ese espacio, en ese “todo inexorable” que funciona como una zona de lejanía inasible, penumbrosa y fatalista, pero, a su vez, de serena libertad.

 


Referencias bibliográficas

 

Conti, H. (2015). Sudeste. Buenos Aires: Emecé.

Goloboff, G. M. (1997). Concentración y expansión de núcleos poéticos en Sudeste. Orbis Tertius, 2 (4).

Laclau, M. H. (2000). Sudeste, novela de tiempo lento y paisaje existencial. En Haroldo Conti, Sudeste, Edición crítica. Buenos Aires: Sudamericana.

Morello-Frosch, M. (2000). La ficción de Haroldo Conti: cartografía y utopía. En Haroldo Conti, Sudeste, Edición crítica. Buenos Aires: Sudamericana.

 


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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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