Todo está por hacerse.
¿Habrá que urdir la lengua que se habite?
¿Encontrar antepasados y afinidades pertinentes?
¿Componer las moradas donde ya no se vivirá a solas?
¿Perturbar los repertorios de lo sensible, para con-movernos distinto?
Importa qué figuras figuran figuras. Importa qué sistemas sistematizan sistemas. Entre mundos afectados, importan los detalles. Es decir, importa qué cuerpos y cuántos y cuáles cuerpos componen cada cuerpo. Y cómo, y cuándo -que no es pasado/presente/futuro, sino- coordenadas precisas, parciales, situadas, heridas, abiertas, de ganas. Importan las preguntas en la inmanencia implosiva de espirales semiótico-materiales donde los imaginarios hacen cuerpos que hacen cosas inesperadas impersonales fugitivas con lenguajes y palabras.
Besos guerras espejos ausencias historias se mueven se tocan en remolinos. También nos-otrxs, ahí, ensayando formas de participar. La vida arde, los padres caen, las madres mueren. “Con el tiempo, sobre todo en los últimos años, he perdido la capacidad de ser persona”. Un modo de vivir demasiado Humano no ha reprimido o castrado tanto como inscrito el germen de su propia destrucción. Por eso hacemos fiestas entre las ruinas, cultivamos alivios y galaxias errantes, estallamos en infinitos extraordinarios sexos, deseamos algunos riesgos, nos retiramos en siestas y vagabundeos felinos, entrenamos los exilios, las ternuras a la intemperie. Nos reconocemos y extrañamos en otredades significativas y así esquivamos las miradas fascinantes de amos ciegos. Nos-otrxs nos dejamos estar y así atendemos a lo mínimo. Por ejemplo, podría creerse que “dejarse estar” y “dejarse estar” hablan de lo mismo. Pero captamos que un “dejarse estar” fabrica tedios y apatías inertes, administra sumisiones libertarias a la tiranía de lo igual, alucina obediencias, revoluciones, infiernos, paraísos. Otro “dejarse estar” agudiza perspicacias levísimas, retoza fugas del teatro de la productividad, ensaya discontinuidades deseantes. Acaso sabemos, así, que las soledades son amigas multiespecie, pues conjuran las tristezas de la pertenencia y animan monstruosidades insólitas. Después de todo, no podemos habitar otra cosa que puentes.
La ilusión de un refugio engendra el peligro del encierro. Las categorías secuestran a lxs que las portan. Ahora es un instante-ya que se disuelve en un mar sin fondo. La precaria vida viaja en textos abiertos sin autorías mientras se trafican, reciclan, encuentran y extravían sentidos que bordean el silencio y encantan la nada. Se adhiere, se repele, se raja, se cita, se imita, se desplaza, se duela, se imprime, se transcribe, se permuta, se dosifica, se inhibe, se esparce, se traiciona, se transforma. Locamente rehusamos comprar los sentimientos de las pedagogías sin conflicto: no queremos su paz, amor y belleza de galerías, sus dramatismos, sus solemnidades edípicas. Fallida y graciosamente hacemos sensibilidades raras en los confines de los sufrimientos asignados a las marañas que nos constituyen: ternezas, escandalidades, mansedumbres con colmillos, fragiliencias, carnavales rabiosos, agudos olfatos, ensoñarios que compartimos como semillas y huellas de mundos. Alojamos huéspedes inquietantes. Con ellxs aprendemos a atacar el personalísimo papel de mártires o iluminados, los despotismos de peluche que se nos ofrecen alternativamente a cada vuelta de esquina como promesa de salvación.
Yo: animal embalsamado como objeto decorativo, inmensidad de lo vivo vuelta Parque Nacional para el disfrute por un módico precio. ¿No agota el ingenio seguir intentando firmar el viento? Nos-otrxs, amantes inadecuadxs, tramamos relaciones de enrarecimiento, sentimos cariño (y miedo, pero también cariño) con lo informe que nos acampa el cuerpo. En las cavidades que las hablas interpretativas-explicativas procuran saturar y suturar, nos crecen antenas y tentáculos diminutos como vellosidades, asombros que captan, atraen y provocan ritmos y mareas (im)posibles. Así bailamos cardúmenes y desiertos poblados, demoramos fines y principios, erizamos curiosidades y deambulamos por extensiones inusitadas, simpoiesis, composiciones y diseños extraños en las tramas donde cada cual halla un provisorio lugar. Y florecemos, fantásticxs y sin saberlo, por tantas partes, en rituales diaspóricos y extáticos que mapean territorios itinerantes y movedizos para reconocer afinidades próximas, efímeras, eternas. Estamos acá.
Desde las madrigueras y entre las multitudes, seguimos preguntando, pues.
¿Hasta dónde llega un gesto-palabra?
¿cuántas y cuáles re-ediciones admite un texto
un cuerpo
un mundo
un modo de estar?
¿a dónde va lo que se intenta suprimir?
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