Año 2050, Argentina
Hace 26 años en la Argentina estaban pasando cosas. Las universidades estaban siendo amenazadas por el gobierno de esos tiempos y sus aliados momentáneos. El Congreso funcionaba de manera alocada: un día votaban una cosa, al otro día otra. Se buscaba el cierre de lo público, vaciarlo y desfinanciarlo.
En la facultad de psicología algunas cátedras y autoridades del momento hacían como si nada pasara. Actuaban y jugaban el papel de la normalidad. Se polarizaba la discusión, se amenazaba con perder el cuatrimestre. O se seguía como si nada para no perder el cuatrimestre, o se le ponían un límite al avasallamiento contra lo público con medidas de fuerza: tomas, clases públicas, cortes de calles. Con esta polarización se obligaba a les estudiantes a tener que tomar una posición, entre la espada y la pared. Elegir entre cuidar lo personal (parciales y carrera) o cuidar lo común. Dicotomía perversa. ¿Cuidar lo común no es cuidar lo personal? ¿No había manera de buscarle la vuelta a la lucha sin tener que perder de vista los parciales? ¿No se aprende luchando? ¿Cuándo se pide prácticas en la universidad, no estaba aconteciendo espontáneamente una? ¿No era el momento de aprovechar la situación para estudiar, aprender, y renovar la teoría?
Preguntas que daban vueltas por esos días.
Esto no impidió que estudiantes de todo el país se organicen y defiendan lo que es de todxs. Se armaron comisiones, se organizaron grupos operativos de trabajo, hicieron asambleas, se debatieron medidas, se tomaron edificios. Hubo festivales, ollas populares, cortes de calles y avenidas, clases públicas, y paros.
Algunos cuentan que un día de octubre era el cumpleaños del rey Javier I, que cuando quiso salir al balcón de la rosada a armar un video para sus seguidores en redes, había una jornada de clases públicas para defender la educación y la salud en plaza de mayo. Fue abucheado por la multitud en todos los idiomas y se tuvo que esconder rápidamente.
Tiempos de revueltas, tiempos de despertares. Cómo se extrañan esos tiempos ahora que la realidad está dormida en algoritmos, clases virtuales, y consultas online.
Cómo se extrañan esos tiempos ahora que están prohibidas las emociones, circulan por la calle policías de los estados de ánimo, gendarmes que previenen excesos de risa, agentes que indican el tránsito de las racionalidades, libertarios que reprimen manifestaciones y llaman terroristas a quienes se animan a luchar. Impiden que llores, que te sobreemociones, que hables sola. Crueldades que inhiben carcajadas y desparpajos.
Si lo común está agonizando, una asamblea puede funcionar como alojo remediante a tanta hostilidad.
Pd.: Si tuvieras la máquina del tiempo y podrías volver a estar ahí, en una asamblea en la universidad de aquellos años, ¿Qué harías?
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