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Foto del escritorRevista Adynata

Una de super héroes / Fernando Ceballos

Uno a uno iban llegando a esa habitación de aislamiento de covid 19. Llegaban de la mano enguantada de esa enfermera, a la cual sólo se le veían los ojos saltones pero cansados que casi hablaban, como único rasgo humano. Era una de las pocas comunicaciones que tenía con el exterior y que esperaba ansiosamente.

Empezó el lunes, primero fue Iron Man con su armadura rojiza reluciente y sus músculos de hierro intactos. Irrumpió en el espacio sacando una sorpresa mayúscula en él. Lo miró, lo acarició y lo colocó ahí cerquita de la ventana a la altura de su cabeza para poder mirarlo. En ese momento se dio cuenta de quien se lo había enviado. Una emoción atravesó sus músculos, acelerando su ritmo cardíaco. Enseguida se recompuso, no quería empeorar su situación.

El martes el que llegó fue el Capitán América. Dejó el escudo apoyado en los pies de la cama, se acercó despacito no quería hacer mucho ruido porque lo vio dormido. Pero su sola presencia ya había perturbado las sensaciones del ambiente. Cuando se despertó y lo vio quietito al lado de Iron Man, una sonrisa se dibujo debajo del barbijo.

El miércoles le tocó el turno a Thor con su melena rubia y su martillo poderoso enfundado en su mano derecha. Él no dejaba de pensar un instante en ese que lo había enviado para estar con él. El viernes llegó, en medio de una revuelta en la sala, Spiderman. Silencioso como siempre se colocó detrás del Capitán América sin decir una palabra.

Después vino el Guasón, con la idea de alegrarle algo de la tarde. Lo incomodó un poco esa risa dibujada, pero ahí se dio cuenta de cuánto tiempo hacía que no se reía.

Todos ellos cuidando con su mirada de plástico cada movimiento. Es como si ese que los había enviado estuviera allí. Una prolongación de su pequeño cuerpo de ocho años llegaba tiernamente hasta los confines del hospital. Y ahí estaban adornando la ventana que da al norte.

El sábado empezó a impacientarse porque no había llegado nadie. Ninguna presencia extra lo había acompañado esta vez al enfermero de turno. Lo miraba como pidiéndole algo, pero nada aparecía. La puntualidad de la visita inesperada le había despertado el deseo de ese encuentro de plástico humanizado.

A punto del sollozo, la puerta se abre nuevamente y alguien envuelto en su equipo de protección aparece y le acerca una foto en donde estaban dos personas. Atrás había una nota desprolija que mezclaba renglones y agrandaba las A y las E. Al final un dibujo de un corazón rojo intenso. La nota sólo decía las palabras justas para ese momento. “Yo sé que sos fuerte abuelo, pero siempre hace falta una ayudita. Te quiero mucho, vos sos mi super héroe”. Las lágrimas inundaron sus ojos y un abrazo con Iron Man, Thor, el Capitán América, el Guasón, Spiderman y la foto, le estremeció el alma.


Thainan Castro “Dawn”, 2020, grafito y acrílicos sobre papel de algodón 120 x 100 cm

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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