“Yo la compraba cuando publicaban notas de psicología. Ahora no me interesa”. Así de sincera fue una ex lectora de Campo Grupal, cuando se acercó a una mesa donde vendíamos ejemplares de la revista en un evento, a mediados del 2002.
Al contrario de lo que podría suponerse, su comentario no me cayó mal ni me sorprendió demasiado. Sucede que Campo Grupal desde el mismo momento en que se produjo la rebelión del 19/20 de diciembre del 2001, abrió sus páginas a pensar y seguir los acontecimientos, a proponer ideas, a describir lo nuevo, a pedirle a sus colaboradorxs notas y artículos que respiren por fuera de la biblioteca, de los claustros y de los consultorios.
De hecho, dos días después del estallido, convocamos de urgencia en la Casona de Humahuaca a un encuentro abierto donde participaron unos 80 colegas de distintos costados psi para conversar, pensar juntos y proponer acciones ante la nueva situación social y política -y de salud, sin dudas-, lo que se constituyó en un anticipo de las asambleas barriales que empezaron a nacer por esos días. El segundo encuentro fue el último, ya que propusimos que cada unx continúe en las convocatorias de su barrio.
Mientras tanto, comenzamos a confeccionar una edición especial de la revista para que pudiese estar en la calle los primeros días de enero. Una vez lista para ser enviada a imprenta, no dudamos que título poner en tapa: “El acontecimiento”. Había tiempo para eso. Había tiempo para participar en la asamblea barrial que comenzó la última semana de diciembre. Había tiempo para salir a graffitear por las calles “Me enamoro en asamblea”, “Chiapas es tu barrio”, “Que venga lo que nunca ha sido” “El último que prenda la luz” (en el portón de acceso a Edenor del barrio Colegiales)
Había tiempo. Había deseo. Había encuentro. Y por suerte, había también una revista ya instalada en el ambiente después de 30 ediciones, que decidimos abrir de par en par para que se convierta en fuente de agua fresca, en fogón ardiendo, en lámpara de noche en medio de una situación inédita e impredecible. Todo el 2002 y buena parte del 2003 Campo Grupal fue siguiendo el pulso de la calle, de las plazas, de los nuevos movimientos.
Las cuestiones de la salud mental estaban presentes en el material presentado, atravesando de manera transversal los textos, mas cercanos a las preguntas y a sostener la incomodidad de lo nuevo que a la teorización disciplinaria, a los conceptos repetidos, a la bajada de línea. Si la subjetividad académica, experta, sentía cierto escozor por el rumbo que estaba tomando la revista, -y si, perdimos algunos lectores, que va!- para muchxs colegas fue la posibilidad de ampliar sus modos de trabajar, de pensar y de pararse desde su profesión, integrando el escenario social de otros modos, casi abrazándolo. Comparto aquí algunas de las tapas de las revistas que publicamos en aquellos tiempos, y la editorial de enero del 2002, presentando la edición y -no lo sabíamos en ese momento- el nuevo rumbo de la revista: "En su famoso prólogo a Los lanzallamas (novela que compuso en plena crisis del treinta), Roberto Arlt admitió que la belleza era su debilidad; pero enseguida agregó que “hoy -o sea en aquel tiempo- entre los ruidos de un edificio social que se desmorona inevitablemente, ya no es posible pensar en bordados”. Salvando las distancias podríamos ahora, desde Campo Grupal, decir algo parecido. Habíamos previsto quebrar la rutina y alumbrar, por primera vez, una edición veraniega que se extendiera hasta febrero. La habíamos imaginado liviana, poética y bonita como un bordado refinado y barroco. Pero -la referencia es obvia- algo sucedió en el medio.
El edificio social de la Argentina se desmoronó inevitablemente, las cacerolas abandonaron las hornallas, ganaron la calle y derrocaron -hasta ahora- a un par de presidentes, a varios ministros, a unos cuantos asesores y demás representantes de grupos económicos y políticos sumamente cuestionados. Por eso mismo, a la manera de los siete locos de Arlt, decidimos conspirar y hacernos cargo de este inédito acontecimiento. Convocamos entonces a una fervorosa tribu de psiconalistas, filósofos, historiadores, psicólogos sociales, psicodramatistas, epistemólogos, corporalistas y otros lanzallamas que se subieron al tren con la mochila cargada de ideas y reflexiones. El resultado de ese esfuerzo es la presente edición -monotemática y obsesiva como el color amarillo en los cuadros de Van Gogh- pero fuerte como sus estrellas, sus cuervos, sus orejas cortadas y sus esperanzas de que se produzcan -contra todo escepticismo y frialdad- enormes cambios en el último minuto". Campo Grupal siguió saliendo mensualmente hasta diciembre de 2016. Pero hojeando sus páginas, sobre todo las del aquel período, me doy cuenta de que todavía late.
Román Mazzilli - Director de Campo Grupal-.
Me gusta la mirada que tiene la revista ,soy Psicóloga Social y consultora psicológica y quiero tener la versión digital de los fascículos,tengo muy pocos y si no va salir a la venta en los kioscos me gustaría tenerla, Gracias