"Por eso, despreciadores del cuerpo, vuestro ¨sí mismo¨ quiere sucumbir."
Entrar al caos
Podemos encontrar nuevas fuerzas, y también entrar en una indistinción.
Quedar presos de lo no representado, y a la vez vamos allí escapando de los clichés.
Sin sucumbir, sin caos, quedamos presos al orden de lo ya pensado, de los gustos ya creados.
Así, lo que conocemos aspira a convertirse en lo que ya hay, en lo real. Todo lo que veamos es lo que existe en su totalidad, y nada más. El mundo codificado se traga cualquier tipo de diferencia.
Es necesario rasgar la costumbre.
Alterar las posibilidades y combinatorias ya fijadas.
Y ver qué pasa.
Entramos al caos, pero también existe el riesgo de que se coma todo el espacio.
Que la caotización vuelva la cosa indiferenciada y en lugar de que aparezcan nuevos posibles, bloqueen.
Entonces por un lado está el riesgo de lo conocido y a la vez prevenirse de lo indiferenciado.
Nos metemos en el caos con brújula. Posibles gérmenes indiferenciados que intuimos poder traer más acá.
Prácticas
¿Acá dónde?
Hacerlo forma, visible, perceptible, sensible. Agrupar algo del caos con líneas estables.
Esta vez guía ese germen y no la máquina codificadora.
Nueva guía momentánea. No sabemos sus efectos.
Los vamos a descubrir en la práctica.
Creaciones serán posibles en función de las prácticas que tengamos.
Fuera de la práctica solo serán un conjunto de clichés.
Serán el poder contemporáneo de ser habitados por un conjunto de normalidades inconscientes. Imágenes que se establecen y viralizan en el pensamiento colectivo.
Eso que a veces parece espontaneidad son conjuntos de automatismos.
También es un termómetro que nos dice qué sentir pero plagado de hábitos.
Ese sí mismo.
Disputar el cuerpo, termómetro que surge de una práctica engendral.
El punto de partida no es auténtico liberado.
Se está en medio de.
Hacer práctica nos va abrir esa disponibilidad del cuerpo tomada por las normalidades, el sí mismo, y los despreciadores del cuerpo.
¿Qué es lo propio de toda práctica?
Tener algún punto de partida, pregunta o problema.
Algo que nos obliga a buscar, abrir, salir de la complacencia de lo que somos espontáneamente.
Existe una relación íntima entre caos, acto creativo y prácticas.
Hay invasión de imágenes y palabras que la época nos ofrece. Entonces la lucha es por los virtuales, por las combinaciones posibles.
Hay borde caótico, del cual muchas veces preferimos resguardarnos con hábitos de normalidades, y muchas otras preferimos ingresar.
Nos conviene sostener la pregunta por la ruptura.
Pregunta que no podemos responder ni anticipar previo a la práctica.
Normalidades en conserva
¡Vuestro ¨sí mismo¨ quiere sucumbir, y por eso os habéis convertido en despreciadores del cuerpo! Pues ya no lográis crear por encima de vosotros.*
La misma vara subordinada a valores de gusto ya creados se cansa, se aburre, se endurece, no le encuentra sentido. Se vuelve nihilista.
Si todo lo que hay es lo que existe, no se logra crear más. Solo queda conservar.
Conservar lo que hay, el destino de la propia subordinación.
Conservando se inmola. No tiene tiempo ni energía de movimiento, solo puede conservar a su Dios lo que hay.
Se cansa, no le encuentra sentido. Pero tampoco tiene voluntad de mover.
Normalidades vagas.
Se van llenando de enojo y resentimiento.
Así se quedan despreciando lo que hay, lo que existe, también lo que se mueve y lo que es creado.
Su pasión: no dar lugar a lo nuevo. Conservar la subordinación de todas las cosas. Hasta sucumbir.
Esa es su tranquilidad: que algo ya esté hecho.
Acrobacias
Y por eso ahora les enojan la vida y la tierra. Hay una envidia inconsciente en la torcida mirada de su desprecio. *
El sí mismo que envidia.
Envidia inconsciente no a un objeto o cosa, sino a aquellos que sí pueden darle lugar a lo nuevo.
A las que se adentran al caos.
A los que no se quedan rindiendo culto.
A las equilibristas que se aventuran temblar en el borde entre lo indiferenciado que todavía no hay y lo codificado ultra conocido.
Un abismo de cada lado.
Normalidades nos miran a un costado, indistinciones caóticas del otro.
En esa cuerda se tensan matices.
Cada paso da estabilidad.
Una consistencia momentánea.
*Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra (Primera parte ´De los despreciadores del cuerpo´)
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