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Foto del escritorRevista Adynata

Zaratustreanas XIV: Zaratustra y las ciudades por venir / Fernando Stivala

Una nueva forma de pensar.


Intuimos que queremos dejar de ser esta humanidad, pero a la vez no queremos caer en un nihilismo constante. No podemos dejar de ver lo que no funciona y criticarlo. Nos volvemos quejosas, insatisfechos, victimas. Ese mundo ya no produce nada.


La segregación por parte de las fuerzas débiles, con una suerte de veneno, capaces de infantilizar, neurotizar, angustiar, deprimir a las fuerzas creativas o constructivas.


¿Cómo puede dominar la fuerza más débil?


El débil en tanto débil que debilita al otrx. No se trata de sostener una postura de la fuerza, tampoco de tener que elegir entre debilidad y fuerza. Allí la máquina de valores de binarismos se repone.


Zaratustra vuelve, a redimir haber inventado el Bien y el Mal, la Fuerza y la Debilidad.


Se va a tratar de encontrar matices y salidas donde no las hay.


Más allá del bien y del mal.


Nihilismo: incapacidad de afirmar, incapacidad de afirmar el cuerpo en la tierra. Más que incapacidad deseo de eso. Deseo de terminar el día, voluntad de morir.


Debilitación de creación de existencia.


Dicho de otro modo, somos personas que quieren sus ciudades llenas de cámaras. El Poder, como diría Foucault, no está puesto por un poder exterior. Se concreta nuestro deseo de ser controlados.


Nietzsche trae el martillo y nos pone de frente a una serie de problemas. Zaratustra, un viento que los recorre.


Entonces la pregunta que se impone es: ¿cómo se pasa de un nihilismo activo a una transvaloración? El cambio de signo de la voluntad. ¿Cómo se hace de la vida algo capaz de crear?


Deleuze se hace cargo del programa nietzscheano, nos trae nuevas pistas, y nos toca a nosotrxs llevarlas a cabo.


Un querer que quiere crear, no destruir. Solo se critica y se violenta como corolario secundario de querer crear algo.


Deseo de pasaje de una situación a la otra.


Necesitamos inventar otras categorías, verlas en co-existencia con lo que hay. ¿Cómo ser otra humanidad —si es que podemos seguir llamándola así— evitando una postura negadora, optimista, ingenua, de felicidad de mercado y de consumo?


¿Cómo se pasa de lo reactivo a lo activo, piensa Nietzsche? ¿Cómo se pasa de una pasión a una acción, piensa Spinoza?


Podemos afinar el problema y principalmente encontrar sus salidas.


Entender y experimentar el programa político nietzscheano: zaratustra y el superhumano.


O mejor dicho, las ciudades por venir.


No como futuro, utopía, o posición melancólica. Lo que también hay y existe pero invisibilizado. Buscar en las prácticas territoriales nuevas dinámicas de movimiento social. Experiencias desde abajo, no invisibilizadas desde arriba.


Sino la hegemonía de lo que hay, contada por miles, se narra despotenciada. Los valores de esta Moral ya no dicen nada. Normalidades opinando de normalidades. Imágenes unicondicionando la multiplicidad toda.


Así opera la invisibilización. La máquina de producir valores al servicio de la ya producido. La máquina de producir binarismos produce variedades pero el funcionamiento general no se trastoca. Solo queda venerar o rechazar.


Hace falta un nuevo instrumento político.


Alumbrar dimensiones desconocidas darán nuevos funcionamientos. No sin antes experimentarlos, no sin antes someterlos a lo que nuestros amigos de la sabiduría llaman potencia: lo que pueden las cosas y todavía no; ese aumento o disminución individuocolectiva es materia prima de transformación de valores.


Llamamos izquierda, como Diego Sztulwark nos comparte, a un saber de que esa voluntad de transformación está entrampada, a un uso del lenguaje para crear salidas concretas y no quedar en el comentarismo, y a conectar con la desesperación.


Las ciudades por venir tampoco son los pueblos ideales.


Nunca se trató de eliminar lo otro. Amor fati (Nietzsche), o convertir la mayor cantidad posible de pasiones en acciones (Spinoza). Un programa político que sepa y esté a la altura de incorporar aquello que le duele, que le extraña, que lo entorpece, que lo debilita.


Las llamadas anomalías no son desviaciones de un humano súper normal; lo anómalo es pista que si se la puede escuchar se convierte en puente y pasaje de esa nueva sensibilidad.


Por eso podemos reivindicar nuestras monstruosidades, al decir de Susy Shock, no solo como orgullos excéntricos, sino como llamamientos políticos que habitan en nuestros cuerpos.


Cuando aparece algo que se llama sin reglas se debería hacer el esfuerzo de ver cómo aparece eso que se lo llama así. Más allá de los patrones que lo reglen tiene su propia potencia. Reconocerle potencia a fenómenos anómalos o desconocidos. Ahí entramos en la multiplicidad.


Poder pensar formas de consistencia no organizadas jerárquicamente.


La unidad a eso le llama dispersión. La unidad diría: a eso le falta conducción.


Desde la regla se la llama caos, locura, patología, falla, error. Pero el punto es entenderla, porque todo lo que existe tiene verdadero derecho para existir, y cuando aparecen anomalías aparecen lógicas a pensar. No es inventar subjetivamente, es aceptar que cuando aparece una nueva conducta en la naturaleza le aparece un nuevo pensamiento.


Si calza demasiado bien no es novedad, es adaptación consumista.


Si lo propio de una sociedad o del deseo, como dice Deleuze, es fugar; tenemos que preguntarnos cómo fuga de sí misma, de sus estructuras, de sus estadísticas, de sus hábitos, de sus reglas, de lo que hace de Uno, de lo que hace de Poder.


Conocernos individual y colectivamente a partir de movimientos que tienden a salirse de los lugares que solemos ocupar. Pero las líneas de fuga no son solo las románticas. No están destinadas a salir bien. También hay mortuorias. Las drogas son líneas de fuga, pero la sobredosis te mata. La movilización de masas son líneas de fuga, pero pueden ser Hitler.


El trabajo será el de distinguir líneas, superficies, cuerpos y ver cómo funcionan. La analítica al servicio no de imponer modelos, sino de ver funcionamientos.


Poder ver como la multiplicidad es el comienzo de la filosofía significa ver la potencia de anomalía donde parece no haberla.


Encontrar y crear un programa de transformación individual y colectivo, subjetivo y político, donde parece no haberlo.


Comentaristas, pesimistas, nihilistas, comunicadores de lo obvio abstenerse.


Las ciudades por venir en lo que ya hay.


En lo que está siendo.


En lo que vive mutando.


Nuriye Yılmaz El futuro de Galata 2002 Óleo sobre lienzo 100 × 100 cm

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Entre las figuras poéticas y retóricas, Adynata (plural de Adynaton, que suena a palabra femenina en castellano) compone lo imposible. Procura insurgencias, exageraciones paradojales, lenguas inventadas, disparates colmados, mundos enrevesados, infancias en las que “nada el pájaro y vuela el pez”.

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